El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla con los medios junto al consejero delegado de Tesla, Elon Musk, con un coche Tesla al fondo, en la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos, el 11 de marzo de 2025

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla con los medios junto al consejero delegado de Tesla, Elon Musk, con un coche Tesla al fondo, en la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos, el 11 de marzo de 2025 Kevin Lamarque Reuters

América

¿Cómo se beneficiaría Musk de los planes secretos de EEUU sobre China? De la tecnología espacial a las fábricas de Tesla

El magnate es dueño de SpaceX, el primer contratista del Pentágono por valor de mercado, y de Tesla, que tiene en China su segundo mayor mercado mundial por ventas

Más información: El Pentágono, dispuesto a informar a Musk de potenciales planes de guerra contra China para evitar más recortes

Á. Escalonilla
Publicada

Un miembro no electo del Gobierno de Estados Unidos con contratos millonarios con el sector de la defensa del Gobierno de Estados Unidos que recibe información clasificada del Gobierno de Estados Unidos sobre cuestiones que afectan de lleno a sus empresas dentro y fuera de Estados Unidos. Ese miembro no electo del Gobierno de Estados Unidos es Elon Musk, y algunos niegan que eso, de entrada, suponga un conflicto de intereses.

The New York Times adelantó ayer viernes que el secretario del Departamento de Defensa, Pete Hegseth, compartiría información secreta sobre los planes de EEUU en caso de guerra con China con el hombre más rico del mundo. Un extremo que Donald Trump se apresuró a desmentir a través de un mensaje especialmente estrambótico en su plataforma Truth Social que colocaba en la diana al diario neoyorquino, al que describió como “uno de los peores y más deliberadamente inexactos periódicos del mundo”, así como a otros medios que, como la cadena de televisión CNN, se hicieron eco de la noticia.

“Su concepto FAKE para esta historia es que debido a que Elon hace algunos negocios en China, que es muy conflictivo e inmediatamente iría a los altos funcionarios chinos y ‘derramaría los frijoles’ [esto es, que revelaría el secreto]”, escribió (sic), aparentemente irritado, el mandatario estadounidense. Poco después, algo más calmado, Trump declaró desde el Despacho Oval que “ciertamente no lo haría [lo de filtrar información sensible sobre un eventual conflicto con China] a un hombre de negocios que nos está ayudando tanto… Elon tiene negocios en China. Y él sería susceptible, tal vez, a eso”.

“Llamé a Pete [Hegseth] y le dije: ‘¿Hay algo de verdad en eso?’. Absolutamente no, él está ahí por DOGE, no por China. Y si alguna vez mencionas China, creo que saldría de la habitación”, añadió el mandatario estadounidense, que ha asegurado en ocasiones anteriores que Musk se mantendría al margen “cuando fuera necesario” para evitar conflictos de intereses.

Con sus declaraciones, sin embargo, Trump estaba reconociendo de forma implícita que el hecho de filtrar a Musk este tipo de información provocaría, precisamente, lo que The New York Times, The Wall Street Journal y tantos otros medios estaban advirtiendo con sus informaciones: un evidente conflicto de intereses.

Como asesor de cabecera del presidente y máximo responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental, más conocido por sus siglas en inglés como DOGE, cartera de nueva creación desde la que ha impulsado una política agresiva de recortes y despidos masivos –ahora impugnados por los tribunales–, Musk visitó en la mañana de ayer las dependencias del Pentágono “para hablar de eficiencias, para hablar de innovaciones”, en palabras del excomentarista de la Fox, Pete Hegseth. Nada que ver con China. En esta línea, según la prensa estadounidense, la Administración Trump plantea fulminar a más de 50.000 empleados civiles que trabajan en el Departamento de Defensa.

El encuentro entre Musk y Hegseth duró lo que dura un partido de fútbol, unos 90 minutos, y cuando el magnate salió del edificio, lo hizo como un futbolista que saluda a un antiguo compañero de vestuario después de un anodino empate, compartiendo observaciones entre risas algo fingidas.

El magnate evitó concretar si había recibido o no información clasificada sobre los planes del Pentágono ante una eventual guerra con China. Aunque antes de su encuentro con Hegseth, Musk aseguró que las informaciones eran “pura propaganda”. “Espero con interés los procesamientos de aquellos en el Pentágono que están filtrando información maliciosamente falsa. Serán encontrados”, amenazó a través de su red social X.

De acuerdo con The New York Times, Musk iba a conocer por boca del propio Hegseth los planes del Pentágono para combatir contra China en un escenario de guerra abierta. Un plan condensado, siempre según el Times, en poco más de 20 diapositivas. En la sesión de carácter informativo, el magnate, que no forma parte de la cadena de mando militar ni asesora oficialmente a Trump en los asuntos militares relacionados con China, habría conocido los objetivos que Washington atacaría en caso de escalada militar con Pekín, datos que le proporcionarían una enorme ventaja frente a sus competidores.

The Wall Street Journal, por su parte, confirmó la información y añadió que la reunión con el alto mando militar tendría lugar a petición del propio Musk, dueño de SpaceX y Starlink, dos empresas que han firmado varios contratos milmillonarios con el Departamento de Defensa. Sólo SpaceX, el primer contratista del Pentágono por valor de mercado, acumula 5.600 millones de dólares en contratos.

“Siempre es una gran reunión”, expresó Musk tras despedirse de Hegseth. “Ya he estado aquí antes”. Esta vez, sin embargo, el magnate podría haber accedido a información inaccesible para otros contratistas militares como Lockheed Martin, uno de sus mayores competidores en el sector del lanzamiento espacial. Una compañía a la que Musk, de alguna forma, ya perjudicó después de pedir al Pentágono que dejara de comprar los cazas F-35. Cazas fabricados por Lockheed Martin.

Intereses contrapuestos

Existe otra derivada en este caso, y es que Musk tiene también importantes intereses económicos en China. Tesla, que tiene dos instalaciones en Shanghái –la última inaugurada el mes pasado–, entregó el año pasado el 36,7 % de sus coches a clientes chinos. China es su segundo mayor mercado mundial por ventas, aunque bien es cierto que su cuota de mercado en el país asiático ha disminuido a medida que han ido apareciendo en escena competidores nacionales de vehículos eléctricos.

Pekín considera a SpaceX y la red social X como una amenaza para su seguridad nacional, pero percibe a su dueño como su baza principal para ganarse el favor de la Administración Trump. Muchos en Pekín creen que Musk es la figura que puede contrarrestar a los halcones Marco Rubio, secretario de Estado, y Mike Waltz, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca.

A finales de febrero, de hecho, los líderes republicano y demócrata del comité especial sobre China de la Cámara de Representantes, John Moolenaar y Raja Krishnamoorthi, advirtieron de que China podría ejercer presión sobre Musk y otros empresarios estadounidenses con fuertes intereses en el país para marcar la agenda en Washington.

El magnate de origen sudafricano ha elogiado el sistema político chino, sus infraestructuras y sus trabajadores, y llegó a declarar hace dos años que Taiwán era “parte integrante de China”. Guiños que, desde luego, no pasaron desapercibidos para los miembros de la plana mayor del Partido Comunista Chino.

Musk está habilitado para recibir información de “alto secreto” como parte del Gobierno federal. En diciembre, sin embargo, los abogados de SpaceX le aconsejaron que no solicitara habilitaciones de seguridad de mayor nivel; habilitaciones que, con toda probabilidad, serían denegadas dados sus vínculos comerciales con otros países y su consumo declarado de drogas.