Eran fans de Bukele, se mudaron a El Salvador y acabaron presos: el gran chasco de 3 colombianos
La historia de José Antonio y Manuel pone en evidencia la aleatoriedad de las detenciones en el país, y lo caro que puede llegar a costar un tatuaje.
25 junio, 2023 04:03"Nos dejamos engañar por la propaganda de Bukele". Tras meses en una odisea que le llevó por las peores cárceles y los mejores hoteles de El Salvador, José Antonio Potes ha vuelto a su Colombia natal defraudado por el sistema del país centroamericano. Los últimos años, había estado siguiendo cómo el 'presidente millennial' gestionaba la seguridad y economía del país.
Un día, Potes decidió comprobar por sí mismo la pujanza económica y el control del crimen de los que había oído hablar, y compró un billete de ida al feudo de Bukele. Aterrizó en San Salvador el 20 de enero. Allí se reunió con su amigo Manuel Castrillón, un paisano del Valle del Cauca que, después de vivir un tiempo en Guatemala, decidió también emigrar en busca de una mejor vida.
Lo que no sabían los dos colombianos era que ellos mismos iban a ser el blanco del plan de Bukele: el día después de llegar Potes, ambos fueron detenidos mientras salían de un centro comercial. Conforme ponían pie en la calle, unos agentes de la policía se les acercaron, les pidieron la documentación y les preguntaron si llevaban tatuajes. El recién llegado les hizo ver un rosario y una imagen de su abuela que había grabados en su pecho. Pero las fuerzas de Bukele vieron en esas siluetas símbolos de la Mara Salvatrucha, una de las principales organizaciones criminales del país perseguida por el nuevo régimen.
En el estado de excepción en el que se encuentra El Salvador, las autoridades pueden detener a cualquier viandante sin causa justificada ni orden judicial. Como si fueran pandilleros, Potes y Castrillón fueron directamente acusados de pertenecer a organizaciones ilícitas, y enviados a prisión el pasado 21 de enero. Desde el inicio del estado de excepción en marzo de 2022, otra veintena de hombres colombianos están encarcelados en centros de detención salvadoreños, según el Ministerio de Exteriores de Bogotá.
Cuando entraron en la cárcel de Jucuapá, según explicaron más tarde en una entrevista con Prensa Gráfica, a Potes y Castrillón les raparon el pelo y les despojaron de su ropa. Pasaron tres meses compartiendo celda con otros 500 reos, durmiendo de lado, apilados casi, porque no cabían en el suelo. Orinaban y defecaban en barreños.
La comunicación con el exterior era nula. En 90 días, no pudieron hablar con nadie más allá de sus compañeros de celda. Sus familias en Colombia tampoco tenían cómo saber de ellos. La única excepción fue cuando, después de insistir, les permitieron hacer una llamada a la embajada colombiana en El Salvador. Esa llamada cambió su suerte: fueron automáticamente liberados de aquel presidio.
El 17 de abril que salieron de Jucuapá, Potes y Castrillón pasaron a ser mimados por el Estado: como a los huéspedes más codiciados, los tutelaron tres funcionarios del Gobierno —entre ellos el director de centros penitenciarios del país, Osiris Luna— que los llevaron de control médico, de compras, comidas copiosas y barberos. Durmieron en hoteles ostentosos.
El 19 de abril, la revista colombiana Semana publicó un vídeo —el primer testimonio de los detenidos— en el que José Antonio Potes aparecía "en las calles de El Salvador libre, con ganas de empezar un nuevo camino". En la grabación, Potes aseguraba que había habido "un malentendido con que estuve en la cárcel por temas de pandillas. Fue por temas de migración, porque llegué sin permiso de trabajo y estuve laborando. Veo que los medios difundieron algo que no era", sentenció.
En esos días, salió a la luz otro vídeo de Potes y Castrillón disfrutando de la vida salvadoreña, bailando y cantando en la playa rodeados de una banda de música. Parecía que les había merecido la pena el cautiverio y ahora disfrutaban de la libertad que habían ansiado.
@revistasemana Apareció el colombiano detenido en El Salvador. José Antonio Potes aseguró que lo detuvieron por temas migratorios. #Noticias #Colombia #NayibBukele ♬ sonido original - Revista SEMANA
A principios de mayo, los dos colombianos aparecieron en una entrevista con un diario del país centroamericano. Esta se dio por videoconferencia. Pero Potes y Castrillón no habrían podido ir a ningun plató en San Salvador de todos modos: los dos estaban ya de vuelta en Colombia. Los amigos esperaron a regresar a su país de origen para contar la verdad: el régimen de Bukele les había obligado a fingir los vídeos anteriores y falsear la historia.
Potes y Castrillón, que habían viajado a El Salvador para huir de la violencia y la escasez económica, pasaron 90 días en prisión por presunta vinculación a las maras. En cuanto el Gobierno del país supo que la retención de dos ciudadanos colombianos inocentes podría hacer peligrar el prestigio del bukelismo en el extranjero, el Estado liberó a los dos hombres y desplegó todo un operativo para blanquear los tres meses de encarcelamiento y torturas a los que había sometido a Potes y Castrillón.
La semana que los colombianos permanecieron en El Salvador escoltados por funcionarios del Gobierno, recibieron súplicas para quedarse en el país como huéspedes: "Nos dijeron que nos ayudarían a conseguir trabajo, vivienda y hasta nos pagarían 800 dólares a cada uno", dice uno de ellos en la entrevista a Prensa Gráfica.
Sin embargo, Potes y Castrillón no dudaron en regresar a Colombia y, una vez allí, contar la verdad. Ya en casa, manifestaron: "Nosotros no estamos en contra de Bukele, pero el presidente tiene que tener los pantalones bien puestos y decir las cosas como son. Y si la cagaron, pues decirlo y ya. Lo que queremos es que muestren el registro de nosotros donde diga en qué parte estuvimos desde el 21 de enero al 17 de abril y verán que sólo estuvimos en la cárcel".
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Lamentablemente, la de estos dos vallecaucanos no es la suerte de todos los inocentes recluidos en prisiones salvadoreñas. En Jucuapá, Potes y Castrillón convivieron con otro paisano, Andrés Castañeda. Procedente de Cartago, Castañeda llegó a El Salvador el 15 de noviembre de 2022 con 31 años y la esperanza de reunir dinero para enviárselo a sus dos hijos. Confiaba en aprender a invertir en bitcoin para conseguir remesas. En palabras de su esposa, Alejandra Muñoz, el colombiano emprendió su viaje persiguiendo "el sueño americano, pero en El Salvador".
Ni un mes después de su llegada, el 7 de diciembre, Castañeda sufrió un episodio similar al de los otros dos hombres a la salida del centro comercial: lo pararon, alegando que era sospechoso de pertenecer a alguna pandilla, y lo enviaron directamente y sin audiencia al centro penitenciario. En su país no tenía antecedentes penales, ni llevaba tatuajes que lo 'criminalizaran', como había sido el caso con Potes.
"Desde entonces no se sabe nada de él, ni si está con vida", declaró su mujer a la cadena colombiana Noticias Uno el pasado 1 de mayo, cuando Potes y Castrillón ya habían sido liberados. La poca información que maneja la familia apunta a que Castañeda pasará lo que queda de 2023 preso, y que el año que viene empezarán las investigaciones.
La Cancillería colombiana estima en 21 el número de colombianos atrapados en las cárceles de Bukele. La Agencia de Periodismo Investigativo del país sudamericano ha conseguido los nombres de algunos internos: Denis Valladares, Kevin Ramírez, Salvador Alfaro, Carlos Alfaro y Marvín Alfaro.
El estado de excepción, que comenzó en marzo de 2022 y ha sido prorrogado 16 veces, ha resultado en la captura de aproximadamente 70.000 personas en un país de poco más de 6 millones de habitantes. "En la celda había panameños, hondureños, nicaragüenses, gente de toda Centroamérica, había un canadiense, gente que llevaba ya más de seis meses en prisión", confesó Potes a Prensa Gráfica.
"Uno dice: eso está muy bien, ese presidente es muy bueno, necesitamos un presidente así para este país. Pero cuando ya uno ve las cosas, no resulta tan bueno", expresó en televisión la esposa de Castañeda, desalentada con la situación de su marido. Por su parte, Potes, desde su libertad colombiana, se pregunta: "Pero, ¿y si la gente de adentro no tiene forma de hablar?".