Titina in Paris: “Lacroix y yo nos sentábamos en un jardincito detrás de su estudio”
Su relato, dicho sea de antemano, sorprende porque supera al de cualquier película o serie de moda como El Diablo se viste de Prada o Emily in Paris.
14 noviembre, 2023 01:43Titina Penzini cuenta su vida como si abriera un cofre y fuera sacando, uno por uno, sus momentos relucientes. Su relato, dicho sea de antemano, sorprende porque supera al de cualquier película o serie de moda como El Diablo se viste de Prada o Emily in Paris. Sobre todo, porque es real. Esta misma mañana, atiende a Magas de EL ESPAÑOL antes de asistir al front row de la New York Fashion Bridal Week.
Titina comienza por el recuerdo de su Venezuela natal. A su alrededor hubo en su infancia “mujeres maravillosas que celebraban la moda, empezando por mi mamá. Siempre la miraba mientras se estaba arreglando, y me encantaba acompañarla a casa de su modista Pepita, una española que vivía en Venezuela. Pepita metía en una cesta los trozos de tela de todo lo que iba sobrando, y yo me la pasaba recogiendo retales para hacerle los vestidos a mis Barbies, que tenían el mejor vestidor del planeta”.
“Mi mamá tenía un joyero enorme, con una cantidad de accesorios”, recuerda con afecto, “algunos hechos en papier maché, sin valor económico, pero con mucho color. ¡Algunos muy extravagantes! Recuerdo que siempre le decía, ‘esta caja me la tienes que dejar de herencia’, con todos esos accesorios de fantasía”.
“También recuerdo una vez cuando regresó de París para mí con un conjunto de pantalón acampanado, aquello no se me olvidará nunca. Edith, mi madre era una mujer atrevida y que vivía la moda. Mi abuela era una mujer más sencilla, más rigurosa, siempre arreglada, siempre perfecta, pero muy austera”.
[Halston, el diseñador que inventó la elegancia casual (y sexy)]
Un éxito precoz
Con toda la lógica, Titina decidió asistir a la prestigiosa escuela neoyorquina Parsons, donde estudiaría diseño de moda, con especialización en diseño de joyas. “Ir a una escuela así es siempre una experiencia única. Es exigente y a eso hay que sumarle todo lo que no te puedes perder la ciudad… yo recomiendo siempre Parsons, porque no da esa idea romántica de la moda, es una escuela muy práctica, y te hacen pensar en cuál es la razón y la finalidad de lo que haces, qué debes hacer para que una colección se venda, cuál es el core…”.
De seguido a estos estudios, explica, “en Nueva York trabajé un tiempo con Halston [el famoso diseñador sobre cuya vida se estrenó hace poco una serie], organizando sus archivos, después en Valentino (en diseño íntimo) y luego en Oscar de la Renta (novias)”, explica, modestamente en una frase. “Pero mi verdadero aprendizaje en la moda”, señala, “lo hice realmente en los años noventa en París, donde todo lo que había estudiado y las herramientas que tenía se unieron con mi portafolio”.
“De París”, relata, "lo que me encanta es el mundo de la alta costura, que es único de esa ciudad: sombrereros, plumasiers, bordadoras, especialistas en botones, pintoras en tela… tantas disciplinas como son necesarias en la alta costura. Conocí entonces a Mario Testino, que estaba comenzando su carrera con Vogue América. Cuando él vio mis dibujos de joyas, con la técnica que utilizo de jewelry rendering, que parece que la joya esté ahí de verdad, y él me dijo inmediatamente ‘¡te tengo que presentar a un amigo!”.
Continúa con su historia. “Así que llegué a la casa Lanvin, e inmediatamente me contrataron. Empecé a trabajar en Faubourg Sant Honoré, ese fue el despegue definitivo de mi carrera. Hice dos colecciones increíbles para Lanvin. Después trabajé con Christian Lacroix para el diseño de alta costura, donde me divertí mucho: allí podía diseñar con toda la fantasía, exageración y colores locos, y eso me encantaba. Comencé a contactar con los fabricantes más exquisitos en la joyería y bisutería y me independicé, diseñando ya como Titina Penzini”.
Titina in Paris
“Comenzaba mi ronda con Lacroix”, explica, sonriente, consciente de que su relato es de película. “De hecho, lo que él elegía yo ya lo guardaba y no se lo enseñaba a la siguiente casa. Lacroix me llamaba Hechizada [Bewitched], como aquella película y serie, porque era como una bruja que llegaba con una maleta llena de cuentas mágicas. Nos sentábamos en un jardincito que tenía detrás de su estudio, los dos, y elegíamos pepita a pepita. Luego me mandaba unos ramos de flores espectaculares en agradecimiento, era un auténtico trabajo de colaboración y una amistad”.
“También comencé a trabajar con Saint Laurent”, continúa la historia, “iba a verles con mi maletín de materiales, piedras, cristales y cuentas… Hubo una vez que decidimos forrar todas las cuentas cubiertas de terciopelo y aquello encantó a las clientas”.
“¿Otros nombres? Inès de la Fressange, para ella hice colecciones de accesorios y joyas, Thierry Mugler y Chloé… Era increíble poder llevar mi experiencia y creatividad, mi saber artesanal a esas grandes pasarelas, cuando veía aparecer a Naomi Campbell o Christy Turlington desfilando, pensaba internamente ‘¡no puedo creer que lo estén llevando!’”.
Recuerda ahora una anécdota con una de las top models del momento. “Imagínate, estaba en mi casa-atellier, cuando de repente suena el teléfono y escucho ‘Bonjour Titina, this is Linda Evangelista', y pensé que era una amiga mía que me estaba echando una broma. Así que le dije que no era gracioso. Pero no. Ella insistió. Me quedé helada porque me quería encargar collares y cinturones, su booker le había dado mi contacto. Ese día entendí que había conectado todos los amantes de la moda”.
Después, explica, “me casé y regresé a vivir a Venezuela. Desde allí seguí colaborando con muchos de los diseñadores más importantes, con colecciones para desfiles. Creé mi propia marca y abrí mi boutique en Notting Hill en Londres y otras ciudades, se trataba de auténticos gabinetes de curiosidades, con joyería en oro 18 quilates y piedras y colecciones al alcance de cualquier bolsillo. Siempre he creído en que cualquier mujer pudiera disfrutar de todas esas cosas bellas sin arruinarse”.
Titina in NYC
Ahora, desde hace casi una década, reside en la ciudad de los rascacielos y es editora de moda, eligiendo lo mejor de la escena neoyorquina. “Hace unos años, todo se puso difícil en Venezuela y nuestra hija tenía 15 años, así que dijimos ‘vamos a darle más oportunidades’ y por eso tomamos la decisión de venir aquí”.
Aunque sigue colaborando puntualmente con diferentes diseñadores, asesorando colecciones e ilustrando conceptos [una muestra de sus ilustraciones se publicó recientemente en varios países], también se dedica a los medios. “Tengo un programa de radio, escribo en varias publicaciones [entre las que está Vogue, donde da su opinión], soy corresponsal de moda desde Nueva York”, explica.
Lo mejor de la moda para ella es “que siempre estás cerrando y abriendo algo nuevo, siempre tienes tu creatividad que se vuelve a activar para crear algo nuevo, eso me mantiene alerta e informada. Lo peor yo diría que es que existen personas que no tienen formación ni cultura de moda y que opinan de lo que no saben”.
“Piensan que por leer una revista y enterarse de que Valentino sacó algo, ya estudiaron diseño… hay demasiada gente que se dice experta en moda y no lo es”. Algo que ahora se amplifica, en su opinión, por las redes.
¿Qué diseñadores la fascinan en este momento? “Toda la Quinta Avenida es ahora Schiaparelli. Me encanta Daniel Roseberry, creo que es un genio y que logrado sacar la esencia de la casa, que fue tan importante en la época de los surrealistas, de la que fue amiga y musa de Dalí y Cocteau”.
“También admiro mucho a Stéphane Rolland, son de otro mundo esos volúmenes esculturales que crea con tela, Nieves Álvarez está en todos sus desfiles, se inspira mucho en España y viste a Céline Dion o Beyoncé. Con una tela hace un monumento, no sé si viste el último desfile dedicado a Maria Callas, ¡qué elegancia!”.
En París, sin embargo, “hay grandes maisons que no dejan de sorprenderme: Nicolas Ghesquière para Vuitton, porque mezcla referencias del siglo XVIII con la mayor actualidad. Y, por supuesto, Pierpaolo Piccioli para Valentino, fíjate en su última colección, esa esencia del Valentino llevaba a la modernidad. Un tercero sería Anthony Vaccarello para Saint Laurent”.
La importancia de la moda
“Dicen que es superficial y banal”, explica Titina, “pero yo opino que esa acusación nada tiene que ver con la realidad, la moda da trabajo a una cantidad gigantesca de personas, costureras, empacadores, diseñadores… y si mueve tanto trabajo es porque cumple una función importante. Puedes salir sin bañarte, sin comer, pero no sin vestirte, ¿verdad? Es una necesidad estar vestida y estar cubierta, una necesidad básica. Y queremos hacerlo bien, eligiendo correctamente, disfrutando de ello”.
“En esta industria”, añade, “hay una cosa muy bonita que está pasando recientemente, el apoyo a diferentes comunidades artesanales. Este estándar consigue con un trabajo artesanal que puede ofrecer bordados y tejidos mesoamericanos de gran calidad, sin que es un apoyo reciente e intencionado a comunidades que ahora tienen un ingreso y una voz”.
“Me quedan muchísimos sueños por cumplir”, confiesa, y adelanta que está creando una línea de textil y un perfume. Además, “me siento feliz de ser embajadora del Latin American Fashion Summit, un congreso de moda de todas las marcas de Latinoamérica, sus fundadoras diseñaron esta plataforma para empedrar a las marcas latinoamericanas y ponerlas sobre la mesa y visibilizarlas”.
Por último, como síntesis de tu carrera, quiere recordar una frase de su padre, “él decía que ‘cuanto más trabajo, más suerte tengo’, y estoy completamente de acuerdo. Y yo añadiría que hay que divertirse trabajando, al máximo posible”.