Atrévete a viajar sola: descubriendo Sicilia en la mejor compañía, la propia
Preparar un viaje en soledad puede retener la ambición de la más valiente
3 marzo, 2024 02:00La Real Academia Española define “soledad” con las palabras pesar y melancolía. Sin embargo, existe una diferencia abismal entre estar sola y elegir la soledad como compañía, sobre todo, si se quiere viajar con ella. Nadie mejor que una misma conoce sus gustos y sus defectos. Sus horarios, sus preferencias, sus cualidades e incluso su velocidad, su despertar, su genio (o mal genio) y, también, su carácter y saber estar.
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Viajar sola refuerza la autoestima, sin embargo, preparar un viaje en soledad puede retener la ambición de la más valiente ¿Existe la fórmula mágica para compensar esta balanza emocional?
La pregunta del millón
La escritora polaca Olga Tokarczuk utiliza a uno de sus personajes del libro Los errantes para describir esta situación: “Un viejo conocido me ha dicho que no le gusta viajar solo. Aduce que cuando ve algo extraordinario, nuevo, bello, desea tanto compartirlo con alguien que se siente infeliz si no tiene con quien hacerlo”.
Sin embargo, mientras cruzaba el océano Pacífico al retorno de su vuelta al mundo, la periodista Nelly Bly escribió en su diario personal: “Si hubiera viajado en compañía, el sentimiento no habría sido tan intenso dado que, por supuesto, habría tenido menos tiempo para cultivar la relación con los otros pasajeros”. Dos puntos de vista de dos personas diferentes en dos momentos distintos. ¿Cuál es la mejor opción?
Todo depende de uno mismo
No existe una regla general para determinar una respuesta afirmativa o negativa a la pregunta anterior. La decisión depende de la idiosincrasia de cada una. Mientras que la soledad da más libertad para fijarse en los aspectos que rodean el viaje, hacerlo sola obliga a agudizar los sentidos e impide la posibilidad de contrastar las opiniones que surjan por el camino.
En ruta, siempre se puede conocer gente con la que compartir impresiones o momentos banales relacionados con el tiempo, la gastronomía o el exceso de equipaje en el lugar menos pensado. Romper el hielo en el aeropuerto puede dar pie a iniciar una cadena nueva de amistades o preguntar a los nativos por un lugar concreto hace que la viajera se suelte con el idioma. Aunque parece que viajamos solas, realmente, nunca lo estamos.
La soledad y el aislamiento, primos lejanos
La investigadora Sherry Turkle afirma que el ser humano ha perdido la capacidad de estar solo y de sentirse cómodo con su soledad. “Si no experimentamos en los momentos más íntimos que tenemos para conocernos, se puede llegar a equiparar el aislamiento con la soledad; y este comportamiento solo refleja el empobrecimiento de nuestra madurez”.
Sin embargo, el aislamiento, al contrario que la soledad, es doloroso y nace del exceso de intimidad cuando menos se necesita; si la viajera no se familiariza con las satisfacciones que produce estar sola, puede que confunda las emociones y que caiga en el pánico de la reclusión. Apreciar los beneficios de la soledad requiere practicarla con tiempo y nada mejor para romper el miedo que un viaje a Sicilia con la mejor compañía: nosotras mismas.
Sicilia, una conexión inmediata
Sicilia es evocadora. La isla más grande que acoge el mar Mediterráneo es un lugar prodigioso compuesto por el patrimonio que dejaron los griegos y la herencia que recogieron de los bizantinos, los romanos, los españoles, los árabes y los normandos. Por ella han pasado grandes culturas y en ella se estabilizaron las tradiciones hasta conseguir dejar la esencia de la región actual que conocemos hoy día.
Su capital, Palermo, acoge una enorme cantidad de palacios, castillos e iglesias que explotan arquitectónicamente este pasado multicultural. Todo el conjunto que representa este lugar da la posibilidad a la viajera de descubrir lugares cercanos o apartados donde conectar con el medio que transita y sus habitantes.
Sicilia, el hambre y las ganas de comer
Italia, la mejor canción es su idioma; la principal sensación, su sabor. Es imposible acudir a cualquier región italiana y no recrearse en los mercados cargados de olores y sabores. En Palermo, caminar por el mercado de Vucciria, de Capo, de Borgo Vechio o de Ballaró, acerca a la clienta al producto saltando prácticamente al intermediario.
Las sensaciones son tan auténticas que valdrá la pena bordear barrios descuidados, edificios decadentes y zonas delimitadas por antiguos portales en ruinas. El decorado es solo la frontera simbólica entre el pasado y el presente de un lugar que representa las tradiciones más vivas del pueblo.
Las ganas de alimentarse físicamente aumentan el apetito por los alimentos culturales. El arte religioso que se esconde en el pueblo de Monreale, a tan solo 2 kilómetros de Palermo, o la estética de la encantada Taormina, incitan a la viajera a investigar el origen de la isla. Una isla que no se acaba nunca.
Tierra de fábulas y leyendas
Sicilia no es una región cualquiera, Sicilia es la tierra del mito donde, de cualquier semilla caída, brota una fábula. En la región de Messina, el joven Nicola Coladepez se hizo famoso por encontrar tesoros sumergidos enterrados en el fondo del mar. Su notoriedad alcanzó tal prestigio que el rey Federico II lo mandó llamar para comprobar si tales historias eran ciertas.
El rey, asombrado ante la destreza del muchacho, lo incitó a buscar una copa de oro que él mismo había arrojado, pero cuando Nicola emergió a la superficie con el objeto entre las manos, lo que le narró al Rey no le gustó lo más mínimo: uno de los pilares que sostenían la isla de Sicilia se estaba resquebrajando al punto de romperse.
Federico II no dio por buenas tales afirmaciones y castigó al joven. Sin embargo, esa misma noche, un terremoto azotó la región, hundiéndola por completo. Nicola Coladepez, desapareció y, cuenta la leyenda que el muchacho todavía permanece sumergido en mar sosteniendo el pilar rocoso para que no ceda por completo y desaparezca la isla.
Agrigento con Javier Reverte
En el sur, las ruinas de Agrigento son famosas por su estado de conservación. Si la viajera monta su base operativa en Palermo, un tren la llevará hasta la ciudad sureña en menos de dos horas y, un autobús perfectamente indicado, la dejará en la entrada principal del complejo arqueológico en cuestión de minutos.
En su recorrido por Venecia, Trieste y Sicilia, el escritor Javier Reverte plasmó en su libro, Suite italiana, las exquisiteces que fue encontrando por el camino siciliano. Reverte evocó las aventuras de los grandes escritores que por ella pasaron (Thomas Mann, James Joyce, Raine Marie Rilke o Lampedusa) hasta profundizar en la historia de la Magna Grecia apostado sobre las ruinas de Agrigento. Sus descripciones son un retrato tan exacto de la ciudad que sorprenden por su sensibilidad y erudición, al tiempo que remarcan el estilo carismático del escritor.
Un escritor que, ya en su madurez, viajó solo, acompañado de un escueto macuto y una poderosa libreta donde anotaba las conversaciones con los lugareños, las indicaciones obtenidas, los cafés frecuentados y las sensaciones provocadas.
Buscar la calidad emocional
La facilidad que ofrece Sicilia a una viajera que decide inspeccionarla sola tiene su sentido en la cercanía con respecto a los orígenes que unen ambas tierras, el idioma que ensambla los sonidos y la amabilidad de sus habitantes que, siendo italianos y tirando de prejuicios, le dan a la mujer extranjera su espacio.
La lección que se puede aprender es que no importa la decisión que se tome de viajar sola o acompañada porque, aunque por fuera la viajera viva situaciones muy diferentes, cuando rasca la superficie y profundiza en el ser humano, descubre que todas las personas tienen miedos, inseguridades, dudas y preocupaciones.
En el fondo, buscar la calidad de vida emocional es la mejor respuesta si es que en algún momento surge alguna pregunta que pueda resultar inquietante al respecto.