La víspera del VI Concilio de Toledo, inaugurado el 9 de enero de 638, los obispos visigodos recibieron una carta del papa Honorio en la que los señalaba por ser incapaces de atajar la perpetración de una serie de abusos eclesiásticos. El encargado de responder al pontífice fue Braulio de Zaragoza, que no solo se defendió diciendo que los argumentos eran "injustos", sino que, con un tono sutil, sugería al heredero de san Pedro que se estudiase mejor las Escrituras porque en su misiva confundía a los profetas bíblicos Isaías y Ezequiel.
La anécdota sirve para trasladarse a un momento del Occidente posromano en el que el prestigio de los papas no se traducía en una autoridad general sobre toda la Iglesia. En esa coyuntura existía una especie de "comunidad cristiana de naciones" —llamada oikumene en la parte bizantina— que estaba sustituyendo todavía las estructuras sociales y religiosas desarrolladas durante el Imperio romano.
Pero esta es solo una de las etapas de la profunda cascada de cambios que presenció el cristianismo entre el reinado de Constantino (r. 306-337), el primer princeps romano que abrazó en 312 la fe de Cristo, entonces practicada por sectas minoritarias, y el siglo XIII, momento en el que se había forjado una estructura religioso-cultural, bien organizada y monolítica que estaba llamada a dominar toda Europa. Entonces sí, la autoridad ya recaía en los papas y no en los emperadores y reyes que habían ejercido de facto como gobernantes cristianos por designación directa del Todopoderoso.
Esa "camaleónica capacidad de adaptación" a lo largo de un milenio es, a juicio de Peter Heather, director del Departamento de Historia Medieval del King's College de Londres, la característica crucial que explica por qué el cristianismo se convirtió en la religión por antonomasia y en el "cemento unificador" del Viejo Continente. Así lo explica en Cristiandad (Crítica) —el significado literal de esta voz es "región en la que impera el cristianismo"—, un monumental ensayo que destapa las razones de su triunfo, pero también las propuestas de oposición que pudieron haber provocado un vuelco en la historia.
"Lo novedoso es la visión general, el énfasis en cuánto cambió el cristianismo estos mil años y en descifrar cómo llegamos a ese mundo extraordinario en el que tenemos la misma estructura religiosa desde Islandia hasta los Balcanes", explica el historiador a este periódico. El libro está plagado de ideas novedosas desde las primeras páginas —tiene casi un millar—, como que la conversión de Constantino —ojo, quizá fue cristiano siempre— a raíz de la aparición de una cruz con la inscripción "...con este vencerás" y su victoria en la batalla del puente Milvio condujo en realidad a la "romanización de la cristiandad", convirtiendo a la religión en otra rama del Estado romano.
Precisamente la supervivencia en sus primeros siglos de esa fe que irrumpió en Palestina se debe, según Heather al "éxito del sistema romano imperial a la hora de convertir a las élites terratenientes al cristianismo": "Ellas fueron las que transfirieron su religión a las nuevas estructuras políticas, como los visigodos en la Península Ibérica. En el único sitio donde no sobrevivió, las Islas británicas, las élites desaparecieron y fueron reemplazadas por los colonos anglosajones".
En el arco temporal que abarca el libro el cristianismo acometió una serie de reinvenciones y adaptaciones capaces de armar un credo que satisficiese a muy distintas necesidades y sociedades: como la autoridad papal, el historiador subraya que la comprensión de la vida eterna, de los posibles destinos del alma después de la muerte -cielo, infierno y purgatorio-, fue un fenómeno tardío, del siglo XII; o que los patrones de práctica religiosa de los cristianos de a pie cambiaron radicalmente con el programa de construcción masiva de iglesias entre 900 y 1200.
[El gran mito de que el cristianismo destruyó los espacios más populares del Imperio romano]
Un personaje de gran relevancia en este proceso fue Carlomagno. "Para cuando estableció su imperio casi toda la cristiandad estaba gobernada por él. Esto sugiere que Dios le eligió para cumplir su voluntad: nadie desde los emperadores romanos tenía su poder; y eso le brindó la legitimidad de empezar un proceso de reforma para crear una gran unidad", analiza Heather. Durante los reinados del soberano franco y sus sucesores el cristianismo se extendió por el norte y el centro de Europa, desbordando las antiguas fronteras romanas. "Carlomagno crea el modelo práctico de una cristiandad unida europea, y cuanta más gente se convertía se vio una necesidad de una estructura de autoridad centralizada como el papado".
Imposición y coerción
Tan interesante como recorrer con el autor la creación de la cristiandad resulta descubrir los desafíos de gran envergadura que emergieron durante el camino. La aparición de una nueva religión en una zona donde se habían acumulado los principales pensadores del cristianismo —lo que hoy es Siria, Turquía, Palestina, Egipto y norte de África— fue uno de los principales. "La emergencia extraordinaria del cristianismo como algo que se asocia con Europa tiene que ver con el auge del islam", resume Heather.
Sin embargo, la historia es mucho más compleja. "La respuesta difícil es saber si hubo o no un momento en el periodo tardorromano en el que Juliano el Apóstata (r. 360-363), el emperador pagano, pudiera haber invertido la maquinaria que Constantino puso en marcha", dice el también autor de Emperadores y bárbaros (2018) o La caída del Imperio romano (2021), recordando que hay un ejemplo que evidencia la posibilidad real que el mundo volviese a abrazar el paganismo: el de un tal Pegasio.
Este personaje fue el obispo cristiano de Ilios, la antigua Troya entre finales de la década de 350 y principios de la de 360. Durante la visita de Juliano a la ciudad, el eclesiástico le mostró que los templos paganos seguían intactos e iluminados por las velas. Ello empujó al emperador a escribir una carta de recomendación para que Pegasio fuese aceptado dentro de la nueva orden sacerdotal de corte pagano pese al recelo de los funcionarios de Constantinopla. "Es un testimonio increíble acerca de la fluidez religiosa en ese momento", expone Heather.
El historiador también defiende en el ensayo que la forja de la cristiandad fue un proceso coercitivo. "El primer motivo es que en la Europa moderna hemos visto lo que ocurre cuando quitas la fuerza y la coerción, cuando las estructuras políticas y sociales desaparecen, cuando se levanta esa forma de vivir la vida según las leyes de la Iglesia. Muchos europeos han dejado de ir a la iglesia y no organizan sus vidas alrededor de las grandes festividades. No creo que se pueda conseguir ese resultado monolítico tan extraño que tenemos en 1300 sin aplicar la fuerza".
Uno de los mecanismos coercitivos utilizados en las localidades más pequeñas fueron las visitaciones. A principios del siglo X, el abate benedictino Regino de Prüm explicaba que esta faena, por la que el obispo recorría una por una las parroquias dependientes de su diócesis, debía ser una de las tareas normales de la función episcopal. Entre los años 1292 y 1294, ante la vacante de la sede de Canterbury, la tarea de comparar las prácticas de los vecinos de los marjales de Romney, en Kent, con la doctrina del IV Concilio de Letrán recayó en el prior capitular de la catedral, Ricardo de Clyve, que halló multitud de irregularidades. Los castigos más extremos, destinados por ejemplo a los adúlteros, consistían en una humillación pública: tandas de azotes a los implicados mientras daban vueltas alrededor de la iglesia.
Pero ante esa nueva coyuntura que desafía el triunfalismo infinito del cristianismo, cabe hacerse una pregunta pertinente. ¿Está destinado a volver a los orígenes, a ser una secta minoritaria? "Sí", responde Peter Heather sin titubear. "En la Inglaterra moderna los patrones se parecen a la época de Constantino: pequeñas comunidades cristianas autogestionadas, de personas que comparten una profunda fe y gobiernan sus comunidades locales con algunas referencias a los obispos. En mi pueblo la iglesia solo se abre si hay suficientes personas dispuestas a pagar una contribución para sufragar los costes de su mantenimiento".