Málaga ocupa un lugar secundario en los relatos de la Guerra Civil. La ciudad, que se quedó sin refuerzos ante la inoperancia de la República, fue arrollada en febrero de 1937 por las fuerzas rebeldes y sus aliados italianos. Tras la conquista se registró una de las peores masacres civiles de la cotienda, la Desbandá: el ataque desde mar y aire por parte de los franquistas a una caravana con miles de refugiados indefensos que huían por la N-340 en dirección Almería. Fue, en palabras del médico y testigo Norman Bethune, "la más terrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos".
Pero desde el golpe de Estado de julio de 1936 hasta su caída, Málaga esconde una serie de fascinantes microhistorias que resumen toda la complejidad y la dimensión internacional que adquirió la Guerra Civil. "Madrid después de los bombardeos parecía un lugar de veraneo comparada con esta ciudad agonizante", escribiría el periodista húngaro Arthur Koestler, que durante su primera visita a España documentó el apoyo que la Italia de Mussolini y la Alemania nazi de Hitler brindaban al esfuerzo bélico de Franco y convenció al jefe de prensa de Queipo de Llano, Luis Bolín, artífice también del vuelo del Dragon Rapide, para una entrevista con el militar, a quien retrató el News Chronicle como un sádico obsesionado con exterminar a los rojos.
Koestler, que también actuaba como agente soviético encubierto, era un reportero idealista cegado por la exclusividad de ser la única pluma presente en un lugar donde se escribe la historia. Y decidió abandonar la columna de huida y quedarse en Málaga hasta la entrada de las tropas sublevadas, a pesar de la amenaza del capitán Bolín de matarlo "como a un perro rabioso" cuando lo capturase. El autor de El cero y el infinito se había refugiado en la casa de un rico zoólogo británico, sir Peter Chalmers-Mitchell, quien paradójicamente había dado cobijo a los Bolín en los primeros compases de la contienda aunque "no deseaba la victoria de Franco". Tras casi cien días encarcelado, fue canjeado por otros prisioneros rebeldes.
Los meses en los que Málaga pasó de ser la "ciudad del paraíso" al "infierno" mediante una revolución, un asedio y una conquista se reconstruyen ahora en el falso documental Caleta Palace, dirigido por José Antonio Hergueta. Koestler, Bolín y Chalmers-Mitchell, interpretados respectivamente por Pedro Casablanc, Miguel Hermoso Arnao y Miguel Rellán, son solo tres voces de un variopinto dramatis personae que dejaron por escrito, en libros y diarios, su experiencia en la localidad hasta la llegada de los ejércitos franquistas. Son ellas y ellos los únicos que tienen palabra en este proyecto.
El nombre del largometraje lo brinda un antiguo hotel situado al borde del mar en la mejor zona de Málaga donde se alojaban corresponsales extranjeros, oficiales y pilotos soviéticos o el coronel Villalba, el responsable de la defensa de Málaga. Una suerte de Hotel Florida en la Costa del Sol. El elenco lo completan la poeta estadounidense Gamel Woolsey (Nadia de Santiago), la abogada y escritora Mercedes Formica, el hispanista Gerald Brenan (Fernando Ramallo), el soldado italiano Bonaventura Caloro (Pepe Viyuela) y la noruega Gerda Grepp (Ana del Arco), la primera reportera escandinava en la contienda española.
"En el relato de la Guerra Civil, hasta hace muy poco, Málaga apenas era mencionada. Tampoco que atrajo a periodistas y escritores del mundo entero que, impactados por lo que vieron, volcaron sus experiencias mostrando otra cara del conflicto", reflexiona el director. "Era demasiado literario para ser cine, y yo quería preservar esas voces y su humanidad, pues miran de otra manera a lo que sucede en Málaga, sin importar sus afinidades. Por eso planteé un falso documental que, a través de 8 intérpretes, abordara qué es una guerra civil, donde sale lo mejor y lo peor de cada persona".
Seguramente el personaje más interesante sea el de Chalmers-Mitchell, eminente zoólogo escocés que había elegido la Costa del Sol como un lugar ideal para retirarse y hombre con una calidad humana asombrosa. No dudó en salvar a "los hunos y a los hotros", que diría Unamuno. Sus relatos sobre los bombardeos, que recogió en Mi casa de Málaga (Renacimiento), son ricos en detalles —cómo, por ejemplo, tras el bombardeo de los depósitos de Campsa y sus columnas de humo de varios días, que empujaron a la BBC a decir que la ciudad había sido destruida por completo, la muchedumbre se dirigió a la cárcel en represalia para aniquilar a tantos derechistas como niños habían matado las bombas— y constituyen un testimonio fundamental.
"El peor día para Málaga fue el lunes 11 de enero. Dos buques de guerra [el Canarias y el Cervera] bombardearon la ciudad, especialmente la zona cercana al puerto. Yo estaba tomando café en bata a eso de las siete y media de la mañana cuando empezó el fuego. Me puse un abrigo y contemplé los barcos desde un rincón de la terraza", relató sir Peter, uno de los extranjeros que supo recoger en palabras la deshumanización provocada por la contienda. "Los proyectiles cruzaban por encima de la villa en ángulo, y el bombardeo continuó sin cesar hasta las nueve y media. Como la parte de la ciudad en donde yo vivía no era el objetivo, decidí terminarme mi café y vestirme, pero el ruido era incesante y acabé cortándome con la cuchilla de afeitar".
El documental, que se ha estrenado en el Festival Internacional de Cine de Almería (Fical) y en el Festival de Cine Europeo de Sevilla —llegará a las salas del resto de España a principios del año que viene—, amplía con más protagonistas la historia original del corto Paraíso en llamas, que estuvo nominado en los Premios Goya 2021. Otra vuelta de tuerca al drama de la Guerra Civil.