En abril de 1945 la Alemania nazi estaba perdida. Hitler, oculto en su búnker, deliraba organizando ofensivas fantasmas con divisiones que no existían mientras el Ejército soviético luchaba en las calles de Berlín. El 30 de abril, incapaz de afrontar el desastre, el führer se suicidó. Pocos días después, los deshilachados restos de las tropas de la Wehrmacht se rindieron a los Aliados, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa.
La España de Franco, pese a sus intentos de pasar desapercibida, ofrecía interesantes perspectivas de exilio para los derrotados. En la oscuridad de la noche del 7 de mayo, en una pista secreta cerca de Oslo, en Noruega, los motores de un bombardero alemán Heinkel 111 iniciaban su último vuelo. Tras cruzar media Europa sin repostar, el aparato se quedó sin combustible y, ante la sorpresa de decenas de donostiarras, aterrizó de forma violenta en la playa de la Concha.
Su tripulación fue rescatada de entre los hierros destrozados del aparato. Uno de esos seis hombres era Léon Degrelle, el hombre más buscado de Bélgica. Aquel comandante de las SS vivió y murió en España tras haber disfrutado de un acomodado exilio negando el Holocausto y sin haber sido nunca extraditado ni haber mostrado arrepentimiento.
Legión Valona
Nacido el 15 de junio de 1906 en el seno de una familia francófona con fuertes creencias católicas, Degrelle se doctoró en Derecho en la Universidad Católica de Lovaina. En la turbulenta década de 1930, convirtió la revista Christus Rex en un partido político conservador, conocido como Rex, que se fue radicalizando mezclando teología y fascismo además de establecer vínculos con Mussolini y José Antonio Primo de Rivera.
En un principio, los rexistas defendieron la neutralidad de Bélgica hasta que el país cayó en manos del Ejército nazi en una brutal ofensiva de 18 días en mayo de 1940. Una vez en la órbita alemana, Degrelle y sus seguidores incluyeron algunos principios antisemitas y colaboraron con los nazis creando la Legión Valona. Dicha unidad de voluntarios formada por belgas y franceses fue desplegada en los sangrientos campos de batalla del frente oriental.
A cambio de su colaboración en la guerra, Hitler dejó en el aire la posibilidad de una futura Gran Borgoña que incluyese regiones francesas en un hipotético nuevo orden nazi. La "mística" misión de la Legión Valona era, en palabras de Degrelle, "la salvación de Europa del dominio bolchevique".
Al no contar con experiencia militar, Degrelle sólo pudo alistarse como cabo. Entre sus filas, combatió entre la nieve y el barro de las indomables llanuras de la estepa rusa. En 1942 fue condecorado con la Cruz de Hierro, alcanzando el rango de oficial. Durante el invierno de 1944, la Legión Valona, encuadrada como brigada de asalto en las fanáticas SS, pasó de 2.000 a 632 hombres tras los desesperados combates por romper el cerco de Korsun-Cherkassy, en Ucrania.
Los oficiales y líderes de la unidad murieron ametrallados y aplastados por los tanques soviéticos, dejando a un herido Degrelle como autoridad provisional de un puñado de supervivientes.
Su gesta, para gran orgullo del belga, llamó la atención de Hitler, quien le condecoró personalmente en dos ocasiones. Recién evacuado del campo de batalla, el führer le otorgó la Cruz de Caballero y, en agosto del mismo año, las prestigiosas Hojas de Roble. Según el relato del líder rexista, "Hitler se acercó por dos veces a coger mis manos en sus dos manos: 'Si tuviera un hijo -me dijo- querría que fuera como usted'".
La Legión Valona, completamente destrozada, intentó ser reorganizada sin demasiado éxito. El ejército Rojo avanzaba como una apisonadora aplastando y empujando las líneas alemanas mientras desde Normandía, Reino Unido y EEUU presionaban en dirección al río Rin.
Degrelle, ascendido a comandante, poco pudo hacer en 1945 por frenar la desbandada generalizada de un descoordinado y caótico ejército alemán en retirada. Desplegado en el norte de Alemania, huyó a Dinamarca y luego a Noruega un día después del suicidio de su valedor. En una oculta pista de aterrizaje embarcó en el bombardero alemán que se quedó sin combustible en la costa guipuzcoana.
Exilio en España
Bruselas encarceló, juzgó y fusiló por crímenes de guerra a Víctor Matthys, líder rexista durante la ausencia de Degrelle. A pesar de no ser incluido en la lista de criminales de guerra, los tribunales belgas habían condenado a muerte in absentia al comandante de la brigada valona de las SS y exigieron su extradición.
Esto nunca ocurrió. Desde Madrid primero se afirmó que el accidente de aviación había obligado a su ingreso hospitalario para, una vez oculto, declarar una y otra vez ante los diplomáticos belgas que Léon Degrelle había sido expulsado y no se encontraba en suelo español.
La verdad era muy diferente. El ultracatólico líder de las SS fue acogido por la élite franquista, que le proporcionó un pasaporte falso. Desde su relajado exilio, se mezcló con los círculos neonazis, escribió sus memorias y publicó toda una serie de obras y artículos divulgando el ideario rexista.
"Degrelle escribe para negar que el Tercer Reich fuera culpable de cualquier maldad, y para señalarse como una persona querida por Hitler y, en consecuencia, que él era alguien, o el más importante entre los líderes fascistas supervivientes en la inmediata posguerra, de lo que se siente muy orgulloso", resume el historiador y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos José Luis Jiménez en su artículo Léon Degrelle. Del silencio a la negación del Holocausto.
Una vez muerto Franco en noviembre de 1975, los primeros gobiernos de la democracia ignoraron el asunto, a pesar de que el fugado tampoco hizo demasiado por esconderse. El 20 de mayo de 1979 dirigió una furiosa carta al Papa Juan Pablo II con motivo de la visita del santo Padre al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. "Esos gaseamientos masivos de millones de personas nunca fueron realidad", reprendía al pontífice en la misma.
Sus reiteradas muestras de desprecio a las victimas del Holocausto fueron denunciadas por la superviviente de Auschwitz Violeta Friedman en 1985. Tras una ardua lucha legal, en 1991, el Tribunal Constitucional de España falló en favor de la demanda civil interpuesta por Violeta, reconociendo que Léon Degrelle había atentado contra el honor de la citada superviviente.
Degrelle siguió apareciendo en numerosos encuentros neonazis defendiendo al Tercer Reich hasta que murió en Málaga en 1994 a la edad de 87 años. "Tarde o temprano, Europa y el mundo tendrían que reconocer lo justo de nuestra causa y la pureza de nuestra entrega", afirmó en sus memorias.