Los crímenes y depravaciones de Heliogábalo golean a las vilezas de cualquiera de sus homólogos. El extravagante adolescente sirio que reinó entre 218 y 222 d.C. está considerado como el peor de los emperadores "malos" del Imperio romano. Dicen las fuentes antiguas de él que nunca llevó el mismo zapato más de una vez y que era un anfitrión imaginativo: organizaba banquetes que seguían un código de colores, servía alimentos falsos a los invitados de menor rango y en ocasiones convocaba a comensales "temáticos": grupos de ocho calvos, ocho hombres con un solo ojo u ocho obesos que no podían acomodarse en el triclinio.

Heliogábalo cubría sus jardines en verano con nieve y hielo y solo comía pescado o marisco cuando se encontraba a muchos kilómetros del mar. También se decía que habría transgredido una de las virtudes religiosas más sagradas de la Antigua Roma al casarse con una Virgen Vestal, una de las sacerdotisas destinadas a la castidad bajo pena de muerte. Además, inició una revolución subversiva de corta duración al sustituir a Júpiter, el dios principal del panteón romano, por "Elagabal", deidad de su ciudad natal de Emesa, la moderna Homs, y de ahí su nombre —se llamaba en realidad Marco Aurelio Antonino—.

Pero las perversiones de este gobernante no acabaron ahí. Trasgredió también las normas tradicionales de sexo y género maquillándose, vistiendo con ropas de mujer y luciendo pelucas. El escritor contemporáneo Dion Casio recogió otra historia inverosímil sobre Heliogábalo: supuestamente "había pedido a los médicos que lo dotaran de partes íntimas femeninas mediante una incisión". Si bien es probable que los antiguos romanos pensasen que ese hombre estaba trastocando su mundo, en la actualidad se le ha dibujado como un transgénero pionero que desafió de forma radical los rígidos estereotipos binarios.

Heliogábalo.

Y así lo va a reflejar a partir de ahora el Museo de North Hertfordshire, en Reino Unido. La institución, que exhibe una moneda acuñada durante el reinado de este emperador, ha concluido que Heliogábalo transicionó antes de ser asesinado y que, según se recoge en los textos clásicos, pedía que se le dirigiesen en femenino. Por lo tanto, se van a referir a Heliogábalo como "ella". "Sin duda prefirió este pronombre y eso es algo que reflejamos cuando hablamos de ella en época contemporánea", ha manifestado un miembro del comité del centro, según recoge The Daily Telegraph.

Pero cuando los historiadores se preguntan sobre si habría que tomar en serio o no estas historias, o al menos hasta qué grado, la credibilidad que se les concede es bastante escasa. "Incluso el biógrafo romano de Heliogábalo, que escribió casi dos siglos después de la muerte del emperador —y que nos ha transmitido sus fantasías alimentarias y los detalles más escabrosos de sus bromas durante las fiestas—, reconocía que algunas de las anécdotas inverosímiles que había relatado eran muy probablemente invenciones, urdidas tras el asesinato del emperador por aquellos que quería ganarse el favor de su rival y sucesor en el trono [Alejandro Severo]", recuerda la clasicista Mary Beard en su última obra, Emperador de Roma (Crítica).

Lo falso y lo verdadero

La popular autora, una de las voces más sabias sobre el universo de la Antigua Roma, valora que las afirmaciones sobre el cambio de género "podrían ser tanto un reflejo de las ansiedades provocadas por la mutabilidad de género como ataques al mundo distópico y 'antinatural' del emperador". Y añade: "No obstante, lo que acaba de inclinar la balanza es sin duda la edad de Heliogábalo. Tenía apenas catorce años cuando accedió al trono y dieciocho cuando fue asesinado. Cojines pedorreros [otro de sus trucos en los banquetes, que se iban desinflando hasta que los invitados acababan en el suelo], puede ser; políticas religiosas deliberadas, difícilmente".

En una reciente entrevista con este periódico, Beard explicaba que una de las principales características de un emperador romano consistía en "poder mezclar la verdad y la falsedad, es hacer que lo falso parezca verdadero y lo verdadero parezca falso". El mundo de fantasía distópica y engaños de Heliogábalo es el ejemplo extremo de uno de los interrogantes más desestabilizadores de la autocracia romana: cómo saber si uno se podía creer lo que veía y oía.

Los romanos construyeron la imagen estereotipada de un adolescente sirio al que convirtieron, en base a su cultura y su aspecto, en un afeminado inmoral dado a los vicios, el lujo y las perversiones sexuales. Pero es muy probable que la mayoría de estos relatos sean fake news destinadas a justificar el gobierno del siguiente emperador y a reforzar las bondades de su reinado frente a su horripilante predecesor.

La decisión del Museo de North Hertfordshire está causando una enorme polémica. "Tratamos de ser sensibles a la hora de identificar pronombres para las personas del pasado, como lo somos para las personas del presente, es solo una cuestión de educación y respeto", defienden. "Sabemos que Heliogábalo se identificó como mujer y fue explícito sobre qué pronombres usar, lo que demuestra que no son algo nuevo". El clasicista Andrew Wallace-Hadrill, de la Universidad de Cambridge, ha recordado que "los romanos no tenían nuestra idea de 'trans' como categoría, sino que usaban las acusaciones de comportamiento sexual afeminado como uno de los peores insultos contra los hombres".