Ni el maratón de entrevistas en un viaje relámpago a Madrid borra la inconfundible y poderosa sonrisa de Mary Beard, siempre tan agradable y cercana, tan astuta, divulgativa y esclarecedora en sus explicaciones sobre la Antigua Roma. Su nuevo libro, Emperador de Roma (Crítica), probablemente uno de los mejores de su extraordinaria cosecha, analiza los reinados de los casi treinta emperadores que se sucedieron entre Augusto y Septimio Severo. Pero el estudio no es individual, sino de los entresijos de un sistema autocrático que más o menos permaneció estable durante casi tres siglos.
Reacia a extraer lecciones del mundo antiguo aplicables al presente, la popular catedrática emérita de Clásicas de la Universidad de Cambridge advierte en esta ocasión sobre el gran peligro de las autocracias, cuya sombra se revuelve hoy por todo el mundo: subvierten el orden natural de las cosas y sustituyen la realidad por la impostura. Al terminar la conversación con este periódico en la sede de la Fundación Juan March, hace una confesión íntima sobre los gobernantes romanos: "No me gustaría conocer a ninguno de ellos". Quizá solo así, delante de ellos, se apagaría su sonrisa.
Pregunta. ¿Por qué cree que tanta gente admira a los emperadores romanos y por qué no deberíamos hacerlo?
Respuesta. Es una pregunta complicada porque creo que admirar a los emperadores se mezcla con admirar la cultura romana en general. Y hay una frontera muy confusa entre estar interesado en el Imperio romano y admirarlo. Depende del lenguaje que utilicemos. Me harta que la gente diga que Roma fue el imperio más grande. ¿En serio? Pero en Europa creo que es posible [creen en esta idea] porque los emperadores están bajo tus pies. Todavía ves lo que construyeron, te enfrentas a su legado, no puedes ignorarlos. No se puede decir que nunca vayas a pensar en ellos o en el Imperio porque sus restos están a la vista. Creo que son una especie de parte esencial del pensamiento sobre quiénes somos.
»La admiración por estas figuras es en cierto modo desconcertante. Si nos remontamos dos siglos, eran las imágenes favoritas de príncipes y duques, que se representaban a sí mismos como emperadores romanos. Pero si miras su historia no son grandes ejemplos y más de la mitad fueron supuestamente asesinados. Y eso es un problema si piensas en ellos como un modelo de poder.
P. ¿Cómo se explica entonces?
R. Creo que hay dos respuestas. Una es que lo que tranquiliza a las personas en el poder es que el sistema imperial en Roma, la autocracia, era extremadamente resistente. Los emperadores, como sujetos individuales, no lo fueron tanto, pero el sistema apenas fue un poco desafiado al principio y se mantuvo estable durante cientos de años. Existe por lo tanto una sensación de una especie de sistema de poder sólido y continuo. Creo que también, de alguna manera, muchos príncipes en el pasado reflexionaban sobre cuál era la naturaleza del poder político y consideraron interesante pensar en los emperadores romanos: podían usarlos para pensar en la fragilidad de su propio poder.
P. Normalmente insiste en que la Antigua Roma tiene poco que enseñarnos para resolver nuestros problemas actuales. Pero en este libro ha descubierto una nueva visión de la autocracia como una falsedad, una impostura que socava la confianza en lo que uno cree que ve. Esa es una lección muy importante.
R. Sí, y llegué a esa conclusión al escribir este libro. En la Antigua Roma los autócratas individuales fueron desafiados, pero no el sistema. Sin embargo, creo que hubo un interrogatorio intelectual sobre la autocracia que a menudo pasamos por alto y no lo vemos porque viene en forma de historias y anécdotas, como la de que Heliogábalo en sus banquetes servía alimentos falsos. Pero esos relatos te dicen cómo el gobierno de un solo hombre socava la verdad y subvierte el orden natural de las cosas. Son brillantemente conscientes de que cuanto más te acerques al emperador, más engañoso y distópico es el mundo. Los emperadores se aseguran de que no puedas creer lo que ves.
»Creo que es muy importante pensar en la forma en que el gobierno de un solo hombre distorsiona lo que es la verdad. Y también he llegado a ver esto desde el punto de vista del propio emperador: en última instancia, él sabe que nadie tampoco le está diciendo la verdad. Está rodeado de aduladores que no comprenden realmente lo que hay de verdad en el mundo en el que se encuentran. Entonces nadie sabe lo que es verdad.
"La idea de que en la corte imperial existía una serie de mujeres manipuladoras es una táctica común del discurso misógino que observa los errores de los hombres y culpa a las mujeres"
P. ¿La principal característica de un emperador romano es su poder para falsificar la verdad?
R. Nunca lo he dicho así antes, pero escuchándote decirlo creo que posiblemente esa sea una de las cosas que diría: es poder mezclar la verdad y la falsedad, es hacer que lo falso parezca verdadero y lo verdadero parezca falso.
P. Usted no considera necesario analizar en detalle si las historias extravagantes recogidas en las fuentes antiguas sobre los emperadores son verdad. ¿Pero son estos relatos una forma de denunciar el poder sin límites? ¿Los propios romanos habrían entendido así los textos?
R. Hay una tendencia entre los historiadores, y yo me incluyo aquí, a empezar preguntándose si esta historia es cierta. Y descubres que no hay forma de comprobarlo. Primero piensas que si es así no te interesa, pero luego te das cuenta de que no la puedes desechar: es de lo que hablaban los romanos cuando hablaban de los emperadores. En parte estas historias son una forma de denunciar el abuso de poder. No fueron utilizadas exactamente como una campaña, pero sí como un análisis de lo que ocurre cuando el poder falla.
»También eran las proyecciones en el poder de los temores de los propios romanos sobre sí mismos. ¿Por qué contaban todas estas historias sobre la vida sexual de los emperadores? En cierto modo se preguntaban si los podían ver de una forma tan cercana, pero también qué harían ellos si fuesen un emperador, con quién se acostarían...
P. Hay que leer entre líneas, no obsesionarnos con saber la verosimilitud de estos episodios.
R. Creo que esto es una consecuencia de las biografías. Las hay muy buenas sobre los emperadores romanos, pero no creo que la biografía sea la respuesta a cómo entender el Imperio romano. Estas anécdotas, además, se cuentan sobre muchos emperadores. Nos preguntamos si lo de Calígula nombrando cónsul a su caballo fue verdad o una broma centrándonos solo en Calígula. Pero lo que no tenemos en cuenta es que todos los emperadores hacían cosas extrañas con sus caballos: Adriano escribió un poema sobre uno de ellos, Cómodo lo alimentaba con comida humana y le pintaba de dorado las pezuñas. Analizando cada emperador en solitario se pierde el patrón, y una de las formas en que los romanos reflexionan sobre el poder disruptivo de los emperadores es al verlos tratar a sus animales como si fueran humanos: están jugando con el límite entre humanos y animales.
P. Roma era una sociedad muy violenta, pero el sistema imperial no habría funcionado sin los aduladores que mencionaba antes y los colaboradores. ¿Fue más importante la colaboración que las espadas?
R. Pienso que sí. El asesinato en Roma era una forma de resolver un problema. Pero los emperadores romanos no podían gobernar por la fuerza porque necesitaban a la élite, no podían matarlos a todos. Se puede asesinar selectivamente, algo que sucedió en todas las culturas antiguas y que a veces ocurre ahora, aunque no sea la norma. El funcionamiento del Imperio romano y su tipo de estabilidad era un intercambio que exigía la colaboración de la élite. Y funcionaba de una forma mucho más complicada de lo que pensamos. Y creo que algunas de estas anécdotas influyen en esa idea: puedes utilizar a los villanos del pasado para posicionarte como un emperador que no hace eso, pero que podría hacerlo. Por lo tanto, hay mucha más sutileza sobre cómo se utilizan estas historias y cómo se llevan entre sí la élite y el emperador.
P. Se habla de emperadores "buenos" y "malos", pero todas sus esposas y madres son descritas como manipuladoras y envenenadoras. ¿Qué revelan las vidas de estos hombres poderosos sobre la mujer en la Antigua Roma?
R. Las mujeres de la corte imperial, solo en parte, tuvieron probablemente mayor poder diario que cualquier otra mujer romana hasta entonces, simplemente por el hecho de que estaban cerca del emperador. En cierto modo, lo más revolucionario que se podría haber visto tras el comienzo del gobierno de un único hombre es que las mujeres de la familia imperial aparecían retratadas en estatuas públicas. Si fuésemos a Roma en el año 100 a.C. solo se encontrarían de diosas. En 100 d.C. formaban parte de la esfera pública.
Sin embargo, la línea adoptada por algunos historiadores antiguos y modernos y novelistas como Robert Graves de que en realidad existía una serie de mujeres que actuaban como poder manipulador desde las bambalinas del trono con un proyecto político propio es probablemente una versión de la misoginia estándar, es una táctica común del discurso misógino que observa los errores de los hombres y culpa a las mujeres. Y eso es lo que ocurre con Livia o Agripina. ¿Por qué los herederos escogidos por Augusto murieron? Porque fueron envenenados por Livia... Es un clásico absoluto: culpar a las mujeres.
"Lo que no podemos llegar a comprender es la idea de qué se siente al ser un emperador romano"
P. Los esclavos son un pilar importante de este libro y del resto de sus obras. Este colectivo muestra otra característica destacada del poder imperial: el progreso de estos individuos dependía solo del capricho del emperador...
R. La esclavitud en la corte imperial es horrible, pero muy interesante. Una de las historias más escalofriantes es la cena negra de Domiciano, con la que aterrorizó a la élite invitándola a una cena en donde todo estaba diseñado para recordar a la muerte, incluyendo los esclavos del servicio, pintados de negro. Los comensales pensaban que había llegado su última hora, pero al terminar el banquete simplemente les retiraron los platos y entregaron a estos muchachos a sus nuevos propietarios. Con este ejemplo se visualiza la idea de que un esclavo podía enviarse como un regalo.
Pero como ocurre con las mujeres, la proximidad de los esclavos al emperador también les otorga poder. Aquí hay una disyunción de estatus porque el emperador no puede gobernar solo, necesita mucha gente que le ayude con las finanzas, la redacción de cartas... y la élite romana no está dispuesta a hacerlo. Así que se ve forzado a usar a sus esclavos y libertos. Entonces surge un verdadero conflicto ideológico porque la élite tradicional comienza a pensar que son esclavos de los esclavos. Y la esclavitud se convierte en realidad en parte de la retórica de cómo se entiende al emperador. Y entonces te das cuenta de cómo se ha pervertido el límite entre la libertad y la esclavitud y el poder de los esclavos y los hombres libres. Es genial cuando Tácito describe extravagante viaje de uno de los esclavos de Nerón a Britannia a ver cómo estaba la situación tras la rebelión de Boudica y dice que los bárbaros pensaron que se trataba de una broma porque todavía sabían lo que era la libertad.
P. Esto es también una paradoja: los esclavos, los sostenes del sistema, son los primeros en reforzarlo a obtener la libertad. Ahí está el caso de Cayo Julio Zoilo, un liberto de Augusto que al regresar a su ciudad en Turquía impulsó monumentales construcciones...
R. Exacto: y se muestra como un ciudadano romano en su tumba. En cierto sentido, la esclavitud no consiste solo que la administración imperial depende de los esclavos. Es un lenguaje para hablar de Imperio que se vuelve muy confuso y presenta muchas paradojas.
P. ¿Quiénes son los emperadores romanos hoy en día? ¿Quiénes tienen esa capacidad de pervertir el sistema y la realidad?
R. No estoy segura de saber responder a esto, pero sí sé que nos enfrentamos a las mismas preguntas y las debatimos a nuestra manera. Una de las que todavía abordamos es cómo de auténticos son nuestros líderes políticos, hasta dónde son reales las palabras que dicen o hasta qué punto son solo actores. Esto es algo que se discutió continuamente en Roma, sobre todo relacionado con la figura de Nerón: la idea de que actuaba sobre el escenario no era solo que estuviese un poco loco, sino que planteaba la pregunta de si el emperador era solo un actor.
En Reino Unido hace poco ha habido un pequeño escándalo porque [el primer ministro] Rishi Sunak, para demostrar que todos estábamos sufriendo el incremento del precio de la gasolina, colgó un vídeo repostando en una gasolinera, pero la gente señaló que no sabía cómo funcionaba un surtidor ni cómo se pagaba. Se reveló como alguien que pretendía ser uno de nosotros, pero no lo es. Se trata de esa sensación de quién está actuando. Igual queremos que todos nuestros líderes sean actores, no lo sé.
P. ¿Qué desconocemos todavía de los emperadores romanos?
R. Un problema general es que siempre te mantienen a distancia, incluso cuando crees que estás viendo dentro de ellos. Marco Aurelio y sus Meditaciones —nunca he entendido por qué son tan populares— serían un buen ejemplo de esto. Lo que no podemos llegar a comprender es la idea de qué se siente al ser un emperador romano. Pero del mismo modo deberíamos sorprendernos de lo cerca que podemos estar de ellos.
¿Qué me gustaría conocer? Me temo que la respuesta que voy a dar procede de la historia sobre la religión romana y la deificación de los emperadores en la que estoy trabajando: me encantaría presenciar el funeral de un emperador romano, particularmente uno donde se mostrase una estatua de cera y no el cadáver real [risas, en relación a un desfile triunfal falso celebrado por Trajano]. ¿La gente se reía? ¿Se tomaba en serio el simbolismo o pensaría que se trataba de una farsa? ¿Qué pasaba en ese momento en que un emperador dejaba de ser humano y se convertía en dios?