En estancias de un puñado de metros cuadrados, con muebles humildes y acompañados por ratas y ratones. En esas condiciones de precariedad vivían los esclavos de Pompeya antes de que la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. sepultase la ciudad romana bajo una nube de ceniza y flujos piroclásticos. Así se desprende del hallazgo, anunciado este domingo por los responsables del yacimiento, de una nueva estancia ocupada por individuos pertenecientes al escalafón más bajo de la sociedad. Las camas, cajones de madera, un banco y varias ánforas recuperadas muestran además que había diferencias de privilegio entre los propios siervos domésticos.
El lugar del descubrimiento ha sido la villa suburbana de Civita Giuliana, situada a unos 600 metros al norte de los muros de la ciudad antigua y donde en los últimos años se han registrado hallazgos excepcionales, como un carro ceremonial casi intacto con escenas eróticas o los cadáveres de los tres caballos con sus herrajes de bronce que probablemente tiraban de él. A finales de 2021, los investigadores del Parque Arqueológico de Pompeya sacaron a la luz la llamada "habitación de los esclavos", donde documentaron tres camas de madera y que a la vez servía de almacén.
La nueva estancia "a", de unos 16 metros cuadrados y también sin decoración en las paredes, ofrece ahora una imagen diferente sobre la vida cotidiana de los habitantes más humildes de Pompeya: también había jerarquía entre ellos. Si bien uno de los lechos es muy sencillo y no tenía colchón, solo un entramado de cuerdas entre las tablas de madera, como los tres de la habitación "c" —en latín se conocían como grabatus—, la otra cama (lectus cubicularis), de 1,80 metros de largo por uno de ancho, es de mayor calidad: tenía colchón y estaba cerrada en los laterales y la parte trasera con planchas de madera, que todavía conservaba parte del color rojo original.
Este mueble, sin embargo, quedó parcialmente destruido como resultado de los túneles clandestinos excavados por los expoliadores en Civita Giuliana. El proyecto de investigación de esta villa empezó en 2017 precisamente para frenar la actividad de los cazatesoros, que ya han sido condenados, y recoger una información valiosísima para reconstruir la vida cotidiana de la Antigua Roma. Ambos lechos, así como dos pequeños armarios y un banco, han sido preservados a través de la técnica del calco, que consiste en rellar con yeso el hueco que deja la materia orgánica, en este caso la madera, al descomponerse bajo la ceniza. También se ha documentado la hoja de hierro de una azada.
El análisis de las ánforas conservadas en la habitación ha revelado además una gran sorpresa: los restos de tres roedores, dos pequeños ratones y un rata, que habían tratado de buscar refugio en el interior de las vasijas ante las infernales temperaturas provocadas por los flujos piroclásticos. Según los investigadores, la presencia de estos animales incide en las condiciones de precariedad e higiene en que vivían los esclavos romanos. "Observamos con calidad prácticamente fotográfica la vida de un grupo de personas que apenas aparecen en las fuentes escritas, y si lo hacen es casi exclusivamente desde el punto de vista de la élite", escribe en un artículo en la revista científica E-Journal.
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¿Qué revelan las dos habitaciones extraordinariamente conservadas sobre la vida de los siervos romanos? Según los investigadores, las conclusiones preliminares apuntan hacia la impresión de que, al menos en Civita Giuliana, no había una suerte de infraestructura carcelaria que les impedía la huida, sino que existía una jerarquía, y a la postre un poder de control, entre los propios esclavos.
"Los propietarios [de la villa] tenían varios privilegios, incluida la posibilidad de formar una familia, aunque sin ninguna protección legal, para atar más estrechamente a algunos esclavos a la villa, también con el fin de tenerlos como aliados en la vigilancia de los demás", señala, Gabriel Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya. "Lo que emerge aquí es la estructura social de la servidumbre que tenía que impedir las fugas y las formas de resistencia, entre otras cosas porque faltan rastros de rejas, candados y troncos. Parece que el control se realizaba principalmente a través de la organización interna de la servidumbre, y no a través de barreras y restricciones físicas".
En el estudio donde detallan el resultado de las excavaciones, los investigadores concluyen que "al mirar las habitaciones infestadas de roedores en Civita Giuliana, se nos invita a apreciar cómo, a pesar de todo, las personas que vivían aquí lucharon por mantener un mínimo de dignidad y comodidad". Y cierran: "Sin embargo, tampoco debemos olvidar el silencio y el aislamiento a los que los lazos de la esclavitud empujaron a estos individuos, tal vez incluso más ya que estos lazos no eran físicos (dada la falta de ventanas con rejas, cerraduras de puertas, etc.) sino invisibles y, por lo tanto, socavando potencialmente cualquier forma de auténtica comunicación".