El palacio del Emperador hispano que asombró a Roma: amantes, fuentes y secretos en Villa Adriana
El arqueólogo Rafael Hidalgo y su equipo de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla cumplen 20 años de excavaciones en el complejo que ideó el emperador romano de origen hispánico. Enseñan sus hallazgos.
1 agosto, 2023 02:21El arqueólogo Gonzalo Romero Gustos disfruta este otoño de una oficina de ensueño: su lugar de trabajo está en las ruinas de la Villa Adriana, el fastuoso palacio que Adriano, el emperador arquitecto de origen hispánico, se construyó durante sus años de gobierno entre 117 y 138 a las afueras de Roma, cerca de la localidad de Tibur, hoy Tívoli. El doctorando Romero, nacido hace 29 años en Fregenal de la Sierra (Badajoz), se pasa las horas haciendo fotos de los edificios que quedan en pie, midiendo las piedras y "haciéndoles preguntas a los muros" como preparación de su tesis sobre los procesos constructivos de este complejo imperial único en el mundo.
Su estudio forma parte del proyecto de investigación que la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla (UPO) desarrolla desde hace veinte años en Villa Adriana, una de las máximas expresiones del lujo y el poder en la arquitectura universal. El equipo que dirige el profesor titular de Arqueología Rafael Hidalgo realizó su primera excavación de primavera en 2003 y ahora se ha convertido en el grupo extranjero más veterano del yacimiento. En comparación con ellos, los equipos arqueológicos de la Columbia University de Nueva York y del conjunto de las universidades de Oxford y Pavía son recién llegados.
Gonzalo Romero, en un recorrido guiado por las ruinas, y Rafael Hidalgo, en una conversación en Roma a su salida de una jornada de estudio en la biblioteca del Instituto Arqueológico Alemán, explican a EL ESPAÑOL | Porfolio la importancia de Villa Adriana, las lecciones que han extraído en sus dos décadas de trabajo sobre las funciones sociales, políticas y artísticas de sus fabulosos edificios, jardines, estanques y juegos de agua, y los proyectos que tienen para el futuro. Incluso hoy, en ruinas, Adriano sigue consiguiendo aquí dos mil años después lo que buscaba en el siglo II después de Cristo: "Impresionar al visitante", dice Hidalgo. Marguerite Yourcenar trasladó esa impresión a su novela Memorias de Adriano, donde lo recuerda como uno de los más sabios emperadores de la Roma Antigua.
Hay pocos palacios comparables en la historia por sus dimensiones y el afán de experimentación arquitectónica y escenográfica que se empleó en su construcción, explican los arqueólogos españoles. Villa Adriana se extendía por al menos 120 hectáreas sobre una meseta inclinada cerca del río Aniene, de las que un 15% sigue en manos de propietarios privados. Parte del territorio, tanto en la parte estatal como en la privada, está sin excavar.
Los arquitectos de Adriano, que venía a supervisar las obras y a residir en el recinto cada vez que regresaba de sus largos viajes por el Imperio, ejecutaron construcciones consideradas por los arqueólogos de hoy como unicum, porque "no se encuentran en ningún otro yacimiento". Pero, a la vez, otras edificaciones crearon tendencia en su época e influyeron en las del futuro.
Banquetes
El arquitecto Le Corbusier se inspiró en Villa Adriana para sus obras contemporáneas del siglo XX, pone como ejemplo el director del proyecto de la UPO. En ocasiones, los experimentos de Villa Adriana tenían fortuna y los visitantes que los veían los copiaban y los extendían por la geografía imperial. Es lo que sucedió, como han descubierto, con el stibadium, un lecho semicircular de obra, rodeado por dos canales de agua, donde los comensales de un banquete se tumbaban juntos para comer, con el emperador posiblemente en el extremo izquierdo.
Los arqueólogos españoles han analizado el pequeño stibadium del Palazzo (Palacio) y creen que esta especie de diván sirvió como modelo para el otro que existía para banquetes colosales en el Serapeo, presidiendo el estanque rodeado de esculturas conocido como Canopo. Este lugar es el más famoso de Villa Adriana y se inspira en la antigua ciudad de Canopo, en Egipto.
Invitados hispanos imitaban en sus villas el lujo del emperador, como el 'stibadium', lecho para banquetes
Este stibadium o lecho semicircular fijo hecho con materiales de construcción lo imitaron años después en una villa de Itálica, la ciudad hispana (en la actual provincia de Sevilla) en la que Adriano tenía raíces, y también en otra en Almedinilla (Córdoba), señalan los especialistas de la UPO. Posiblemente, invitados de Hispania admirarían aquí el lujo de su emperador y trasladaron la idea a sus lugares de origen.
Las influencias estéticas reflejan la conexión histórica entre la Villa Adriana e Hispania, de la que la presencia de los arqueólogos españoles de la universidad sevillana Pablo de Olavide es la confirmación renovada dos mil años después. Adriano era sobrino segundo de Trajano, emperador entre los años 98 y 117, que había nacido en el año 53 en Itálica, la mencionada ciudad de la región Bética de Hispania, en el valle del río Betis, hoy Guadalquivir. No se sabe con seguridad si Adriano nació también en Itálica o en Roma, pero lo cierto es que tenía raíces familiares en el territorio de la actual Andalucía.
[Hispania, cuna de los mejores 'princeps' del Imperio romano]
Mucho tiempo después, a principios del siglo XXI, la "hispanófila" italiana Anna Reggiani, directora general de Arqueología de la región de Lazio, donde se encuentra el yacimiento, promovió la colaboración de universidades extranjeras en las excavaciones de Villa Adriana. Reggiani buscó a especialistas que ya trabajaran en Itálica, en España, para estudiar mejor las relaciones entre las penínsulas italiana e ibérica bajo el imperio de Adriano, recuerda Rafael Hidalgo. Así contactó con el equipo de arqueólogos de la UPO de Sevilla que entonces dirigía Pilar León, a la que sucedió Hidalgo.
La jefa italiana del yacimiento invitó a los arqueólogos españoles por su experiencia en Itálica, cuna de Trajano y Adriano cerca de Sevilla
Desde entonces, en 2003, un grupo de profesores y estudiantes acude durante dos semanas cada primavera, normalmente en abril. Excavan a toda velocidad, toman muestras y vuelven a tapar. La información obtenida la analizan durante el resto del año. En 2006, recibieron la visita de Emilio Botín, presidente del Banco Santander, cuando su Fundación Botín cofinanció los trabajos.
Además de las excavaciones anuales, desarrollan tanto en Sevilla como in situ en Villa Adriana estudios que no requieren coger el pico y la pala. Es lo que hace ahora Gonzalo Romero con su estudio de los muros para su tesis doctoral, su compañero Juan José Algaba para su tesis sobre las modificaciones de la Villa Republicana (el palacio preexistente que en parte usó Adriano como núcleo para ampliar el recinto), Laura Ramos con otra tesis sobre los sellos epigráficos de los ladrillos, la investigadora italiana Flavia Benfante, arquitecta que trabajará en recreaciones en 3D, o el propio Rafael Hidalgo, que hasta diciembre se encierra en bibliotecas de Roma como la del prestigioso Instituto Arqueológico Alemán para estudiar las referencias sobre Villa Adriana.
Jerarquía
De los descubrimientos de estos veinte años de trabajo, Hidalgo destaca como llamativo ejemplo el hallazgo en 2016 de un estanque, cubierto de tierra, en el que habían construido sobre pilastras de mármol una pequeña mesa para comer en medio del agua, con capacidad para apenas tres personas: el emperador y dos personas de su reducto más íntimo. Esta mesa que parecía flotar es una muestra del lujo y refinamiento que caracterizan la Villa Adriana y el proyecto del emperador, cuenta el arqueólogo. Es otro de los unicum, construcciones únicas, del antiguo palacio de recreo.
La exclusiva mesa imperial sobre agua es uno de los escalones en la jerarquía del poder que proyecta la arquitectura de Villa Adriana, señala el experto. El Teatro Griego, donde el equipo sevillano comenzó sus primeras excavaciones, era, junto a la entrada del recinto palaciego, uno de los lugares donde el público más se podía acercar al emperador.
El equipo español halló una exclusiva mesa que parecía flotar en el agua, para el emperador y solo dos invitados
Progresivamente, el acceso se restringía a diferentes niveles de invitados a medida que se adentraban en el espacio, con salones de audiencias para centenares o miles de personas, y habitaciones para reuniones reducidas. Cuanta mayor cercanía al emperador, mayor poder, importancia y prestigio. La pequeña mesa sobre el agua que descubrieron Hidalgo y sus equipo parece el penúltimo anillo de intimidad junto al césar. Después estaba la soledad total de la casa-isla circular que Adriano mandó construir rodeada de un canal de agua preparado para nadar. A la isla se accedía por puentes móviles que, al desplazarlos, dejaban aislado al habitante.
La casa-isla, conocida hoy como Teatro Marítimo por su ornamentación, es uno de los rincones más sorprendentes de la Villa Adriana, por su lujo, por la idea de que el hombre más poderoso del mundo, continuamente en viaje y rodeado de súbditos, quisiera aislarse en un núcleo simbólicamente inaccesible, y también por un aspecto más prosaico pero muy revelador para los arqueólogos: la presencia de retretes individuales.
En la Antigua Roma las letrinas públicas reunían sin separación a los defecadores, sentados codo con codo sobre los agujeros del retrete colectivo, pero el emperador contaba con el suyo individual: no uno solo, sino muchos repartidos por los lugares adonde fuera a ir en algún momento. Por eso, cuando los especialistas hallan un retrete individual, deducen que el edificio que lo contenía era para uso del emperador y no de los sirvientes.
En Villa Adriana, los edificios donde vivían y trabajaban los sirvientes y funcionarios de la corte desplazados allí (el palacio en Roma no le gustaba tanto a Adriano) estaban separados de los del emperador y sus invitados, y se movían por caminos y túneles especiales. Unos y otros apenas se veían.
Gonzalo Romero apunta al lugar donde estaba la escultura dedicada a Antínoo, el amante de Adriano al que este divinizó tras su muerte; estaba colocada junto a la entrada al palacio para que lo viera todo el mundo.
Espectáculo acuático
La mayor atracción del enorme complejo palaciego, destinada a maravillar a los visitantes, eran los juegos de agua del Serapeo, la construcción que se asomaba al gran estanque con estatuas del Canopo. Un sistema de ingeniería hidráulica dotado de canales, acequias y compuertas creaba un espectáculo acuático de efectos especiales propio de una película de Hollywood avant la lettre, en el que el emperador podía aparecer repentinamente, como un dios, cuando se abría o cerraba una cortina de agua que caía como telón de fondo en el centro del edificio.
Adriano podía luego presidir el banquete en una posición elevada sobre el semicírculo del stibadium donde decenas de invitados lo acompañaban acostados a sus pies, o podía también descender a través de una puerta lateral para unirse a ellos, o invitar a algún favorito para que subiera junto a él a la tribuna superior. El ritual debió dejar boquiabiertos a los asistentes, que volverían a sus lugares de origen hablando maravillas y queriendo, a su manera, imitar los usos imperiales, cuentan los investigadores Hidalgo y Romero.
"La escenografía para impresionar se usa mucho hoy en día", dice el profesor Hidalgo sobre la magnificación del poder político en la arquitectura adrianea que puede compararse con la de los palacios de los gobernantes modernos. Y avisa contra la idealización del pasado, puesto que un emperador de Roma, por bueno que fuese como Adriano, "es lo más parecido a un dictador".
"La escenografía para impresionar se usa mucho hoy", dice Hidalgo sobre el legado de la arquitectura adrianea
La construcción de Villa Adriana se prolongó durante todo el mandato del emperador, como un proyecto orgánico que crecía con él y que acabó con su muerte en 138. Sus sucesores al frente del imperio siguieron usando el palacio pero acabó abandonado y sometido al pillaje. Sus mármoles de todos los colores procedentes de Turquía, Grecia o el Norte de África los arrancaron para construir y revestir otros palacios, casas e iglesias por los alrededores y en Roma.
Saqueo
En su máximo esplendor, había que imaginar que Villa Adriana, de la que hoy quedan sus muros de ladrillos desnudos, brillaba al sol con sus placas de mármol blanco o rosáceo y sus frescos de colores. El inmenso palacio abandonado se convirtió en una mina para abastecer de obras de arte a colecciones privadas y museos de todo el mundo. Por ejemplo, en el Museo del Prado de Madrid están hoy las esculturas de ocho de las nueve musas que decoraban el Teatro de la Academia u Odeion de Villa Adriana. El destino del saqueo fue al menos apropiado: la palabra "museo" deriva del griego museion, el templo de las musas que inspiran a los artistas.
Curiosamente, en cambio, de los bustos que retratan el rostro de Adriano no hay ninguno que proceda del que fue la obra arquitectónica de su vida, aunque sí hay uno de su esposa, Vibia Sabina, expuesto en el museo del yacimiento.
Parte del complejo palaciego fue quedando sepultado por los aluviones de tierra, sobre la que los nuevos propietarios que se repartieron la zona sembraron olivos hoy centenarios o incluso milenarios. Otros edificios sobrevivieron en pie medio en ruinas. Las excavaciones arqueológicas comenzaron en el siglo XV, al principio más con fines de expolio que de investigación científica. El conde Giuseppe Fede añadió jardines y paseos en el siglo XVIII. Uno de estos lleva hoy el nombre de la escritora Marguerite Yourcenar, que retrató al creador de este mundo desorbitado en su gran novela de 1951 Memorias de Adriano (traducida por Julio Cortázar en su versión española).
El director de las excavaciones españolas defiende que Italia debe expropiar la parte privada de Villa Adriana
Parte de Villa Adriana permanece en terrenos privados y cerrados al público. La mayor extensión pertenece a la familia de la señora Bulgarini. Rafael Hidalgo ha entrado excepcionalmente como invitado a la finca de los Bulgarini para ver las ruinas de esa zona, y defiende que el Estado italiano debe comprar por expropiación el área privada para incorporarla al dominio público. Explica que las negociaciones llevan años sin llegar a ningún sitio y que los dueños se resisten a vender voluntariamente. La reunificación de todo el yacimiento permitiría avanzar en el conocimiento de este palacio extraordinario, sostiene el veterano estudioso español.
Los arqueólogos de la UPO también trabajan en el yacimiento romano de Itálica, cerca de Sevilla, que ha presentado su candidatura para que la Unesco lo declare Patrimonio de la Humanidad como lo es Villa Adriana desde 1999.
Gonzalo Romero enseña el horizonte magnífico que se domina desde un mirador de la Villa Adriana, con los montes Tiburtinos a la espalda y la gran campiña al frente que se extiende hasta las colinas de Roma, a 28 kilómetros, con la cúpula de San Pedro emergiendo a lo lejos como una pequeña referencia. El joven investigador está aquí tan en la gloria, o más, como el emperador al que estudia, a solas con el paisaje de la naturaleza y el maravilloso paisaje artificial de edificios, estanques y jardines que hay que evocar y reconstruir con la imaginación. Él ya ha echado raíces aquí, como los olivos: es el primero que viene cada año (su primera campaña fue en 2014), con el vehículo de la UPO en el que cargan el material de la excavación desde Sevilla, con trasbordo en ferri de Barcelona a Civittavecchia, y es también el último que se va.
Adriano no murió en la villa que lleva su nombre sino en otra residencia suya, en Bayas, cerca de Nápoles, junto al mar, en 138. Lo enterraron en su mausoleo en Roma, a orillas del río Tiber, conocido también hoy como castillo de Sant'Angelo. Fue previsor. Había mandado construir su monumento funerario al arquitecto Demetriano tres años antes. En la vida y en la muerte, en sus banquetes y en su tumba, el emperador hispano dejó claro que no tenía rival.