Mateo García de los Reyes, el marino que da nombre al submarino S-84: fue asesinado en Paracuellos
La vida del contralmirante está ligada al Arma Submarina de la Armada española al ser considerado fundador de la misma. Acabó fusilado en la Guerra Civil.
25 septiembre, 2023 00:58La nueva hornada de submarinos de la Armada española clase S-80 ya tiene nombre y apellidos. El proyecto de Navantia y el Ministerio de Defensa parece que ve la luz al final del túnel tras un tormentoso desarrollo que comienza a dar sus frutos. Se espera que la primera unidad esté entregada a finales de año y toda la clase completa en 2028. El último submarino previsto, el S-84, ha sido nombrado "Mateo García de los Reyes", quien fue contralmirante de la armada y ministro de Marina durante la dictadura de Primo de Rivera.
Retirado de la esfera pública y en estado de reserva, el padre del Arma Submarina vería el fin de sus días a los 64 años en el otoño de 1936. Tras el chivatazo de un conserje del Ministerio de Marina, acabó preso en la cárcel de Porlier en Madrid al comienzos de la Guerra Civil. En la fatídica jornada del 24 de noviembre sería sacado de su celda junto a cerca de 159 reclusos, subido a un camión con destino incierto y terminó fusilado junto al resto en un piquete formado por milicianos en las cercanías de Paracuellos del Jarama.
La vida de este intrépido marino arranca el 10 de marzo de 1872 en Montevideo, donde su padre cumplía servicio como comandante de la fragata Almansa. Entró en la Armada en 1888, momento en el que fue nombrado guardiamarina. Tras acumular destinos, ascensos y millas náuticas acabó dando la vuelta al mundo tras 20 meses a bordo de la corbeta Nautilus.
En 1895 fue destinado al océano Pacífico para combatir a los insurrectos de Filipinas, colonia que se encontraba en rebeldía. Esquivó la guerra con Estados Unidos en 1898 al encontrarse en Cartagena, donde fue testigo del desastre de la armada que perdió gran parte de la flota en Cuba y Filipinas.
Desde ese momento, pediría una excedencia que aprovechó para formarse en ingeniería eléctrica y trabajar en el mundo civil, alcanzado una posición bastante acomodada. En 1912 se planteó abandonar la armada debido al estado comatoso en el que se encontraba después del Desastre del 98.
Arma Submarina
Pero Mateo García de los Reyes cambió de idea con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914. A poco más de un mes y medio de conflicto, el submarino U-9 alemán logró torpedear y hundir tres cruceros británicos en apenas 15 minutos frente al puerto de Hoek van Holland. La noticia sería seguida con entusiasmo y convencería al gobierno de Alfonso XIII de dotarse de estas nuevas armas: España podría haber seguido el desarrollo del prototipo de Isaac Peral, botado en 1888.
El ministro de Marina Miranda decidió que la persona idónea para dotar al país del arma submarina sería García de los Reyes, quien fue nombrado jefe de la Flotilla. Se puso manos a la obra recorriendo el mundo con el fin de estudiar y comprar los primeros submarinos de la Armada, decidiéndose por una unidad de clase Quincy en EEUU y "los trillizos", tres sumergibles italianos clase Fiat-Laurenti que entraron en servicio en septiembre de 1917.
Desde entonces su vida tomaría un giro al ser nombrado jefe de la Flotilla Submarina, comandante de la Base Naval de Submarinos de Cartagena y director de la Escuela de Submarinos. Debido a lo novedoso del arma, dirigió en persona la primera acción de guerra de los submarinos españoles el 22 de abril de 1922. En su bautismo de fuego, su misión consistió en evacuar al personal civil del peñón de Vélez de la Gomera, sitiado por los rebeldes rifeños de Abd el-Krim.
Así fue acumulando nuevos cargos y méritos al mando del Arma Submarina hasta que Alfonso XIII le invitó a la política. En 1928 juró cargo como ministro de Marina en plena dictadura del general Primo de Rivera. A la caída del golpista, Mateo García de los Reyes fue destituido en 1930.
Desde entonces pasaría momentos complicados al ser retirado del servicio y condenado al destierro en Bilbao por una comisión de las Cortes de la Segunda República que buscaron esclarecer sus responsabilidades políticas en la guerra de Marruecos y el golpe de Estado de Primo de Rivera.
En 1932 pudo regresar a Madrid, donde cuatro años más tarde le sorprendió el estallido de la Guerra Civil. Encarcelado en verano de 1936 por su papel en los años de dictadura y tras casi una vida entera al servicio de la Armada, terminó enterrado en una fosa común después de ser fusilado por los milicianos el 24 de noviembre.