Los 'coach' de Felipe, ZP, Aznar y Rajoy aconsejan a Sánchez y Feijóo para su crucial 'cara a cara'
MAR, José Miguel Contreras, Carmen Martínez Castro, Angélica Rubio, José Luis Ayllón y Luis Arroyo dan pautas a Sánchez y Feijóo para el debate.
11 junio, 2023 03:16Todos los protagonistas de este reportaje han sido Mickey Goldmill –el mítico entrenador de Rocky Balboa– en algún momento. Todos han estado en la esquina del cuadrilátero sosteniendo la toalla de su candidato. Todos saben lo que es encerrarse en una habitación a preparar un cara a cara con el protagonista.
Hay algo raro en esta profesión del Darth Vader político. Da igual el paso del tiempo. A todos les ha costado aceptar la propuesta y salir de la madriguera: “No, yo no salgo en los papeles, no me cites”. Sólo ha sido posible haciéndoles creer que “todos los demás” iban a aparecer con nombre y apellido. A pecho descubierto. “Oye, pero que Fulano ha aceptado”. Era mentira hasta que ha acabado siendo verdad. “Venga, en ese caso, vale”.
Al habla Miguel Ángel Rodríguez (entrenador de José María Aznar), José Miguel Contreras (Felipe González), Carmen Martínez Castro (Mariano Rajoy), Angélica Rubio (José Luis Rodríguez Zapatero), José Luis Ayllón (Rajoy) y Luis Arroyo (Zapatero).
El método pactado con los cuatro es el siguiente: deben viajar a su antiguo cometido y convertirse en entrenadores de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Van a desmigar las fortalezas y debilidades de cada uno. Van a confeccionar estrategias de ataque y defensa. Van a volver a escribir las famosas fichas.
MAR: “Feijóo debe hablar más corto, mensajes claros”
Tenía 29 años y era el director de Comunicación de un partido que no había gobernado nunca. Miguel Ángel Rodríguez exhibía la misma habilidad que hoy: sacaba de quicio a cualquiera. Periodista rojo, más a la izquierda que el PSOE, Aznar lo fichó en su etapa castellanoleonesa para, por fin, deshacerse de él. O hacerse con él, tanto da.
Ni Aznar, ni MAR, ni nadie en su equipo sabían cómo preparar un debate de televisión. Se encerraron. Lo pusieron todo perdido de fichas, de datos, de frases cortas. MAR era entonces, como ahora, el Aviraneta de Baroja, un hombre de acción. Contaba con una buena materia prima: Aznar era una especie de opositor que, además, venía de serie con un verbo seco, poco dado a eso que luego algunos llamarían “talante”.
Aznar ganó el primer debate contra González. Saludó a MAR y a los suyos al terminar con un “¡cabrones, pensabais que iba a perder, eh!”. Luego perdió el segundo debate… y las elecciones de 1993. Pero Aznar no habría sido Aznar sin el combate que ganó a González. Aquello lo preparó con MAR.
“Váyase, señor González” y “comunismo o libertad” son su Yesterday y su Let it be. “Ganas de Madrid”, su Chica de ayer.
“Es todo más sencillo de lo que la gente pueda imaginar”, dice MAR al otro lado del teléfono. Es fácil atisbarlo con un cigarrillo en la boca, tabaco negro, echando el humo tras la frase.
“Gana quien se expresa con claridad, gana ese al que la gente entiende. Confías en el médico que te dice que te va a doler la espalda durante un montón de tiempo, no en el que te suelta el nombre de una dolencia rara”, apunta.
Vamos con el asesorado: Alberto Núñez Feijóo. No es un hombre precisamente dado a eso que MAR recomienda: la frase corta, clara y directa. “Es verdad, pero lo he escuchado esta semana con Alsina y me ha sorprendido gratamente. Ha dicho muchas cosas con mucha brevedad. Se le ha entendido muy bien. Y ha dado muchos más zarpazos de los que venía dando. Se nota que ya se ha activado como candidato. Es consciente de que se la está jugando”, reseña.
–Si el verbo largo y la dificultad para explicarse son sus principales inconvenientes, ¿cuál es la mayor ventaja que encuentra en Feijóo?
–Su fortaleza es la credibilidad. Te puede gustar o no, pero Feijóo aparece en la tele y suena creíble. Va con su propia imagen, con su carácter y su pasado de gestor. Esa ventaja se amplifica teniendo enfrente a alguien como Sánchez, cuya principal desventaja es, precisamente, la falta de credibilidad.
–Se prevé a un Feijóo conservador, sin arriesgar. Entiendo que es lo lógico cuando tienes más que perder que tu adversario. Entonces, ¿cuál va a ser la táctica de Sánchez? ¿Cómo prevendría al candidato del PP?
–Lo más normal, y lo que yo haría si estuviera en su lugar, es que Sánchez salga a la desesperada. Le dirá a Feijóo que es un facha y que tiene de amigo a un narcotraficante. Se pondrá a prueba la capacidad de Feijóo para aguantar insultos. Él debe responder con propuestas y con educación. E insisto: con mensajes claros.
–¿Y cuál es la principal virtud de Sánchez para debatir? Antes ha mencionado su falta de credibilidad como peor inconveniente.
–Su mentalidad de superviviente. Nunca se va a dar por vencido. Si alguien piensa que ha tirado la toalla, se equivoca. Se montó en un coche y recorrió España para recuperar el partido cuando estaba desahuciado. Y hay otra más.
–Diga.
–Sánchez tiene muy buen aspecto y eso cuenta, por supuesto.
–¿Y en cuanto a las cosas prácticas? ¿Qué hay de la manera de expresarse del presidente del Gobierno?
–Hay algo que no entiendo. Se está imitando a sí mismo.
–¿A qué se refiere?
–Por naturaleza, es un hombre que tiende a susurrar. Alguien le ha debido de decir que hablar susurrando funciona. Y susurra permanentemente.
–Un consejo concreto para Feijóo. Una arenga antes de saltar al ring.
–Sé amable, sé conciso, no te relajes.
Turno de las ideas generales.
Preparar una cita así resulta muy complicado porque se debe sorprender al rival con elementos que están a la vista de todo el mundo: “Generalmente, los debates son a pocos días de las elecciones. Ya ha habido muchos mítines, ya se han descubierto las estrategias y los eslóganes”. Esa es precisamente la labor de estos conspiradores: romper el puzle de la realidad para recomponerlo de una manera que quiebre los esquemas del otro.
MAR acuña una norma de oro que lo fue en 1993 y lo sigue siendo hoy. Puede parecer una tontería pero… “No dejes de mirar nunca a tu oponente. Olvídate de las cámaras. Es imposible controlar qué están haciendo en Realización. Mira a tu oponente todo el tiempo, salvo en los pasajes en que converses directamente con el moderador. Esto parece una tontería, pero González no lo hizo; no miró a Aznar en el primer debate y le costó carísimo”.
En cuanto al atuendo, describe así la ventaja masculina: “Un traje y una corbata que no molesten. Traje oscuro, camisa azul, corbata oscura. Nada que pueda distraer. Las chicas –lo sabe ahora por Ayuso– son más complicadas. Los pendientes, los colores y los escotes pueden distraer a los espectadores”.
Contreras: “Sánchez debe derribar esa imagen de Ken sin empatía”
Hay una leyenda negra en torno a José Miguel Contreras; ésa que le dibuja como el asesor en la sombra de todos los líderes que ha tenido el PSOE. En realidad, ni es negra ni es leyenda. Porque en el resto de Europa se tiene por normal que haya un asesor para la elaboración y comunicación de mensajes; y porque el propio Contreras reconoce haber hablado con todos los contendientes del PSOE durante la preparación de los cara a cara.
La primera vez –y la más intensa– fue con Felipe González en el 93. Si hemos estado encerrados con MAR en la habitación de Aznar, ahora lo hacemos en La Moncloa. Fue una sorpresa. Contreras era uno de los pocos que sabía algo de debates en España. Él mismo cuenta que sabía muy poco, apenas nada, pero eso ya era saber mucho más que el resto.
Lo llamaron con urgencia a La Moncloa. Allí se fue con Miguel Barroso, el otro Miguel de las sombras. “Los Migueles”, se dice en el argot político para englobar a estos dos estrategas del lado oscuro. Un Miguel (Barroso) hacía de Aznar y le daba los golpes a Felipe. El otro (Contreras) miraba de cerca y luego corregía.
Perdieron el primer debate: González casi se mata en un avión la noche de antes… y no se tomó a Aznar en serio. Ganaron el segundo porque se encerraron como locos a entrenar.
Contreras conoce a Sánchez. Intuye que Moncloa procurará situar el cara a cara lo más cerca posible de las elecciones: “Tiene su lógica. Cuanto más cerca de las urnas, más incidencia en el voto”.
–Feijóo, entonces, buscará lo contrario: que sea cuanto antes.
–Generalmente, si transcurren con normalidad, los debates no introducen elementos que afecten demasiado al voto. Pero a veces sí ocurren cosas que generan una novedad en la opinión pública. Lo importante, en realidad, es el partido de después. Lo que sucede en los periódicos, radios y televisiones con el material que deja el debate.
–¿Por qué insiste tanto Sánchez en el cara a cara?
–Cree que sus mensajes no han llegado a los ciudadanos como él quería.
–¿Cómo cree que va a ser el debate?
–Feijóo no va a dar lugar, por su carácter, a un debate espectacular. Tampoco Sánchez es una persona demasiado expresiva, suele ser contenido. Cuando estaban Rivera o Iglesias, sí preveíamos el efectismo. Pero ni Sánchez ni Feijóo van a salir con un ladrillo en la mano [se refiere a cuando Rivera sacó un adoquín de los que lanzaron a la policía en Barcelona].
–Hablemos de los estilos. Empecemos por Feijóo.
–Tiene el estilo que marcó Rajoy. Esa galleguidad, esa tranquilidad… Nadie espera nada llamativo de él. Su estado de ánimo natural es la relajación. Además, se le da mucho mejor el tono reposado. No subirá el tono porque no va con él y porque ninguno lo esperamos de él.
–Eso puede ser una virtud. ¿Qué defectos le encuentra?
–Al contrario que Rajoy, Feijóo no maneja demasiado bien el humor. Por otro lado, creo que tendrá un problema argumental. El presidente siempre se sabe mejor los temas que quien está en la oposición; su conocimiento es mucho mayor.
–Tendrá que estudiar mucho.
–Sí, estudiará mucho, pero creo que intentará hablar de estados de ánimo, más que de asuntos concretos. Por ejemplo: la “inestabilidad”, la “necesidad de un cambio”, el “fin de una etapa”… Eso tiene una gran pega en los debates.
–¿Cuál?
–Son cosas que funcionan muy bien en los mítines, pero en el debate, cuando el otro está enfrente, debes aterrizar esas opiniones. Hay que entrar en el cómo, en el cuándo, en el dónde… Y todos esos argumentos duros ahora en boca del PP encajan mal con el tono natural de Feijóo.
En cuanto a Sánchez, Contreras destaca el “conocimiento de la realidad” como “principal virtud”. Dicho de otro modo: por mucho que estudie Feijóo, “nunca podrá igualar al presidente en el manejo de las cifras de la gestión, de las leyes y de la economía”.
Coincide en esto con los analistas entrevistados que trabajaron para el PP: el presidente del Gobierno parte con ventaja en un cara a cara porque ha sido protagonista de los temas que se discuten.
¿Y su defecto más difícil de salvar? Contreras lo tiene claro: “Esa imagen de hombre frío, distante y ensimismado con el poder. Esa especie de Ken que no consigue transmitir empatía. Su reto va a ser derribar ese muro a través de la cercanía. Debe intentar quitarse esa leyenda negra de hombre frío y ambicioso que oculta sus intenciones”.
Conclusión de Contreras: si el máximo objetivo de Feijóo va a ser el de aparecer como un gestor de nivel; el de Sánchez será comunicar como un hombre cercano.
–Pongamos que tuviera que encerrarse con Sánchez a preparar el debate. ¿Qué le diría?
–Que sea abierto, suelto y valiente. Que si asume un riesgo sea ese, el de soltarse para lograr una imagen de hombre más cercano. Que no se agarre a los papeles. Que pelee por empatizar con quienes desconfían de él.
En clave más general, resulta interesante esta reflexión de Contreras sobre los debates: “Los partidos luchan en la negociación para que las normas conviertan la cita en una acumulación de monólogos. Los periodistas, y por supuesto los ciudadanos, quieren un formato menos rígido; un debate de verdad. Si lo organizan las televisiones privadas, estaremos más cerca del debate. Si lo organiza la Academia de la Televisión, será mucho más formal”.
Cree que no hay vencedores ni vencidos salvo en casos muy puntuales, de naufragio de uno de los candidatos: “No es como un partido de fútbol. De hecho, se juegan muchos partidos a la vez. Lo importante es saber qué parte quieres ganar, dónde quieres puntuar”.
Esto no quiere decir que el candidato deba quitar trascendencia a la cita. Todo lo contrario: “Los debates son muy peligrosos por ese riesgo de meter la pata. Si uno coge la historia de los cara a cara en el mundo, verá que todos los que se recuerdan tienen que ver con el error clamoroso de uno de los participantes. Un debate es un juego entre el conservadurismo de amarrar y los golpes de efecto; un tira y afloja muy delicado”.
Ayllón: “No hables de muchas medidas concretas, no suenan creíbles en los debates”
José Luis Ayllón era algo así como el que preparaba las preguntas del Trivial para los debates de Rajoy. Encuadrado en el equipo de Jorge Moragas, se encargaba de manejar el mastodóntico caudal de información del que dispone Moncloa para escribir las fichas que luego se estudiaba el presidente del Gobierno. Debió de hacerlo bien porque, cuando Moragas se marchó, Rajoy lo hizo jefe de gabinete.
Estudió Derecho, hizo prácticas en La Caixa y luego sufrió la exigencia enloquecida de grandes despachos como Garrigues. Estaba acostumbrado a chapar para hacer la digestión y, después, sintetizar. Rajoy estaba obsesionado con las fichas. De hecho, llegó a aparecer en el debate con los famosos pósits.
Jugó un papel clave, además de Moragas, el fallecido Pedro Arriola; ése fue el verdadero Darth Vader. Ayllón posee una doble perspectiva muy interesante, ya que entrenó al Rajoy opositor y al Rajoy presidente del Gobierno.
–¿Cómo es más fácil preparar un debate?
–En el Gobierno. Porque tienes toda la información a tu alcance. Moncloa es una máquina enorme que genera con mucha facilidad los datos que necesitas. Aunque esta ventaja, como pasa con todas, tiene un riesgo: el exceso de información conlleva el riesgo de acabar desinformando.
Rajoy se sentaba a la mesa con seis o siete personas del perfil de Ayllón. Ellos iban contando lo que habían encontrado y el candidato tomaba notas. Luego se encerraba a solas y estudiaba: “Teníamos la suerte de que Mariano era muy bueno traduciendo las cosas de la política al idioma del ciudadano”.
Ayllón describe así la preparación general del debate: “Feijóo debe elegir cuáles son los terrenos de juego donde quiere que se dispute el debate. A partir de ahí, se va adaptando la información recopilada. También se preparan fichas acerca de los lugares que crees que va a elegir el adversario para así tener respuestas en caso de que la conversación viaje a esas zonas”.
–¿Cuáles son las fortalezas de Feijóo para afrontar el cara a cara?
–Aunque suene a Perogrullo, tiene mucha experiencia política. Ha pasado por trances similares a este debate, aunque a otra escala. No hablo tanto del debate en sí, sino del proceso de preparación. Sabe en qué consiste y cómo debe ser el entrenamiento. La experiencia también es una fortaleza si se mira desde el punto de vista de la gestión.
–Explíquese.
–No siempre se tiene experiencia de gobierno cuando se llega a la jefatura de la oposición. En caso de no tenerla, la debilidad del candidato es grande porque sólo puede decir “yo haría”. Feijóo, aunque a nivel autonómico, puede decir: “Voy a hacer esto porque yo ya hice esto en Galicia”. Y luego está la moderación.
–El carácter reposado.
–Es una virtud interesante porque brillará en contraposición a la agresividad que viene desplegando Sánchez desde que adelantó las elecciones. El presidente del Gobierno adoptará un tono más brusco para movilizar a los suyos y reactivar a la izquierda. Feijóo debe hablar a los españoles en general. Eso lo hacía muy bien Rajoy: parecía que, en vez de hablarle al contrincante, hablaba a todos los ciudadanos.
–¿Y qué hay de sus debilidades?
–Una debilidad que, además, tratará de explorar Sánchez será la falta de experiencia política nacional e internacional de Feijóo. Cuando el presidente hable acerca de sus reuniones con los actores políticos y sociales más relevantes, Feijóo no tendrá con qué responder en ese campo.
–¿Qué me dice de los lapsus a los que nos tiene acostumbrados?
–Pueden ocurrirle en un debate parlamentario, pero un cara a cara es distinto porque habrá estudiado muchísimo. No tendría por qué pasar.
Hablamos ahora de Pedro Sánchez. Ayllón coincidió con él en el Congreso como diputado. Se da la circunstancia de que fueron vecinos. Ha tenido un trato cordial con el hoy presidente, que va más allá del conocimiento a través de la televisión.
Destaca como virtud de Sánchez lo que ya apuntaban MAR y Contreras: “El presidente es el sujeto activo de la política. Él estaba allí, nadie tiene que contárselo. Los fondos europeos, la pandemia… Es testigo de los sucedidos más importantes. Él mismo ha construido los escenarios sobre los que se va a debatir”.
A juicio de Ayllón, la mayor desventaja que tiene Sánchez es la “falta de representatividad”: “Va a tener muchísimas dificultades para hablar en nombre del PSOE. Porque muchísima gente en el partido no comparte su proyecto político. Este factor podrá ser explotado por Feijóo”.
También cree que el presidente tendrá dificultades para ejercer ese “autocontrol” tan importante en estas lides: “Sánchez es hoy incapaz de no meterse en un charo. Me parece audaz, pero no es lo mismo ser audaz para salir de los problemas en los que le han metido a uno que de los problemas generados por uno”.
Ayllón no concede demasiada importancia a la telegenia de Sánchez, mucho mayor que la de Feijóo: “Lo de ser apuesto y guapo le sirvió a Kennedy frente a Nixon porque los americanos no estaban acostumbrados entonces a ver sus líderes tanto tiempo seguido por la tele. Además, no fue solo eso. Kennedy se había preparado mucho mejor el debate. Eso de la apariencia como vector de voto está bastante superado. O por lo menos así quiero creerlo”.
–Pongamos que usted tuviera que preparar a Feijóo para el cara a cara, ¿qué le diría?
–Que defina bien el terreno de juego y que haga lo posible por dirigirse a los indecisos. También le aconsejaría que no hablara de muchas medidas concretas porque, en mi opinión, no suenan creíbles cuando se exponen en los debates. Mi tesis sería más o menos esta: “Señor Sánchez, usted ha conseguido que en España estén enfrentados los empresarios con los trabajadores, la izquierda con la derecha, los ricos con los pobres… Yo tengo la fórmula para romper ese círculo. No hace falta ser iguales para estar de acuerdo”.
Rubio: “Sánchez tiene que intentar dibujar a Feijóo como un político del siglo XX”
Angélica Rubio fue la sombra de José Luis Rodríguez Zapatero. Tras los dos debates González-Aznar de 1993, España volvió a quedarse sin cara a cara. Quince años de interrupción hasta que, en 2008, el socialista –y Rubio a su lado– se prestó a ello y aceptó el reto de Rajoy. “Fue un ejercicio de generosidad porque Zapatero no lo necesitaba. No tenía nada que ganar. Le estaba yendo muy bien”, relata Manuel Campo Vidal, el mítico moderador.
Cuenta Rubio que Zapatero era quien llevaba la vara de mando. No admitía injerencias en lo que se refería al “rumbo”: “Él decidía por dónde quería que fuera el debate. A partir de ahí, nos poníamos a trabajar”.
El principal problema de aquel presidente –igual que le pasaba a González e igual que puede pasarle ahora a Feijóo– era su incapacidad para sintetizar: “Esto en un debate es importantísimo y a Zapatero le costaba un montón. Lo entrenamos muchísimo”.
El cometido de Rubio en el grupo de entrenamiento, igual que el de Ayllón, fue la preparación de las famosas fichas: “Otras personas escribían los golpes y los contragolpes”. No hay que olvidarse –sonríe esta veterana periodista– de quienes “van a la imprenta a elegir los materiales para los gráficos”.
Decía Contreras que el reto de Sánchez va a consistir en “romper el muro” y deshacerse de esa imagen de hombre desprovisto de empatía. “A Zapatero le pasaba lo contrario –revela Rubio–. Transmitía tanta bonhomía que tuvimos que trabajar el colmillo. Buscamos que cuando golpeara, se viera una capacidad de mala leche”.
–¿Cuáles son las mayores desventajas de Feijóo?
–Sus despistes. Creo que los despistes te pueden matar en un debate. Sus problemas confundiendo datos, ciudades y hasta Comunidades autónomas… Se va a tener que emplear a fondo y estudiar muchísimo para transmitir la sensación de que domina la materia. Creo que su estrategia, de todos modos, no irá por ahí.
–¿Por dónde irá?
–Es difícil que estudie tanto en quince días. Evitará una confrontación con Sánchez sobre los datos. Intentará centrar sus críticas en la persona del presidente. Es decir: “Yo soy un hombre de Estado y usted es un radical. Yo soy tranquilo y calmado; usted quiere destruir España”.
–¿Y qué hay de Sánchez?
–Ha sido capaz de demostrar que no se rinde nunca. Transmite fortaleza, la gente sabe que no se le quiebra con facilidad. Sánchez debería trasladar esa imagen de… “Vivimos tiempos duros, hace falta al frente alguien como yo”.
–¿Y sus debilidades?
–Su debilidad se llama Podemos. De ahí le vienen los problemas. ¿Cómo defiendes tu gestión si tienes unos socios que te hacen la vida imposible? También le pesa la imagen de tipo frío y calculador.
–Si tuviera que entrenar a Sánchez, ¿qué le diría?
–Que transmitiera la idea de que él es un político del siglo XXI y que Feijóo lo es del siglo XX. Todo eso lo puede hacer notar a través del lenguaje, los datos y las ideas. Ayuso, por ejemplo, sí es una política del siglo XXI, pero Feijóo no.
Martínez Castro: “Si el otro comete un error, ¡magnifícalo!”
Carmen Martínez Castro tenía una gran ventaja como preparadora de debates. Su candidato, Mariano Rajoy, es quizá –junto a Fraga y Calvo-Sotelo– el político más disciplinado de los últimos cuarenta años. Todo lo que se pactaba en las reuniones… lo hacía.
“Lo fundamental es diseñar una estrategia y no dejarse llevar por los instintos a lo largo del debate. En eso, Rajoy también salía ganando porque su naturaleza es templada. Nunca se dejaba llevar por el calor del debate”, recuerda la que fue su secretaria de Estado de Comunicación.
Rajoy no bajó al barro siquiera cuando Sánchez rompió el tono convencional y lo llamó indecente. El líder del PP quiso ser severo, pero ni así lo consiguió. En vez de “ruin”, le dijo a Sánchez “Ruiz”, lo que convirtió en un chiste una escena que amenazaba dramática.
Martínez Castro recuerda cómo se vivió ese momento entre bambalinas: “Si te fijas en la cara de Sánchez, se ve que se arrepiente. A partir de ahí, no estuvo cómodo en el debate”. Lo que intentó Rajoy –elevar a la máxima categoría el insulto de Sánchez– tiene que ver con una pauta habitual: “Cuando el otro comete un error, hay que estar avispado para magnificarlo”.
La hoy directora del Foro de La Toja reseña la gran diferencia de percepción del debate entre periodistas y políticos: “Nosotros creemos que se trata de un intercambio de golpes, pero ellos lo viven como una batalla estratégica para decir lo que han planeado”.
Rajoy, igual que Feijóo ahora, “exhibía autocontrol y contención”: “Tienen muy clara cuál es su imagen, se centran en los contenidos y no buscan golpes de efecto. Cuando van al choque, lo hacen con datos. Recordad lo de Rajoy y los pósits. Cuando entraba al cuerpo a cuerpo, también estaba preparado”.
–Feijóo en el cara a cara.
–Él mismo dijo en Sevilla estar acostumbrado a ser jefe del Gobierno y no de la oposición. Es un arma de doble filo. Positiva porque no participa de la política agresiva y eso aporta calma. Negativa porque, si el debate acaba en ese tono, estará muy incómodo.
–¿Y Sánchez?
–Dispone de un montón de datos y de asesores que se los preparan. Ese poder es muy superior al de la oposición. El mayor obstáculo que enfrentará Sánchez es su imagen, que está muy deteriorada por la falta de credibilidad. Es lo peor que te puede pasar en un debate. Asistir como alguien al que la gente no cree.
–¿Le ayudará la telegenia? La apariencia física.
–Algo ayuda, pero hasta un punto muy limitado. Si no, los que no somos guapos estaríamos jodidos toda la vida –suelta una carcajada–.
–Un consejo para Feijóo.
–Que sea él mismo y que no intente parecer otra persona [esta frase, que puede parecer obvia, cobra su sentido si se pone en el espejo de algunas de los últimos cambios de look de Feijóo].
Martínez Castro concluye la entrevista con un aviso a navegantes: “El debate no es tan importante. Lo es mucho más el pospartido. Eso lo controlaba muy bien Pedro Arriola. La gente se hace su composición del lugar acerca de vencedores y vencidos con lo que ve en los medios. Ahí entran los equipos, cuyo trabajo resulta fundamental”.
Arroyo: “Sánchez, cuidado con la risa, puede sonar arrogante”
En sus ratos libres, Luis Arroyo resucita el Ateneo. Es su presidente por amor al arte y ha vuelto a llenarlo de vida, como si el viejo edificio de la calle Prado hubiera viajado al pasado para coger lo mejor de entonces y fusionarlo con lo mejor de ahora.
Pero Arroyo vive de la sociología y la consultoría. Ha entrenado a Zapatero, también a candidatos autonómicos y municipales. Como reza el título de uno de sus libros, es especialista en “liturgias de la comunicación política”. Es el discípulo más aventajado de Miguel Barroso, aquel que se disfrazaba de Aznar para hacerle de sparring a Felipe González.
El método de las fichas parece el más habitual. Así fue en el 93 y así sigue siendo hoy. “No se trata de aprenderse todos los ríos de España por si te los preguntan, sino de hacer el cálculo de los bloques en relación al tiempo. Tantos temas, tantas fichas”.
El candidato debe hacer con su equipo “un análisis de cuál es la narrativa del momento y del personaje que se quiere reflejar”: “¿Quién eres? ¿El resistente, el seguro, el desafiante? En el caso de Sánchez y Feijóo está bastante claro”.
Arroyo advierte, no obstante, del peligro de ser desbordado por las fichas: “Zapatero y Rajoy, en el primer debate, se enzarzaron en un cruce de gráficos que acabó resultando absurdo. Por eso decidimos algo que funcionó muy bien. En el segundo, cuando se llegó a ese punto, Zapatero invitó a la audiencia a consultar en un enlace de internet las cosas de las que estaba hablando. Nadie lo iba a hacer, pero reforzaba la credibilidad”.
Indica este sociólogo que los datos empleados por unos y otros casi siempre son ciertos. De ahí que los debates se muevan más en el terreno del “enfoque” que en el de la verdad y la mentira.
Arroyo, en contra de la opinión mayoritaria, no cree que Sánchez se pasara de la raya al decirle a Rajoy que no era una persona decente. Aquel día, comentó el debate en directo junto a Iván Redondo: “Iván dijo que era un error, pero yo defendí lo que había pasado. Me pareció una forma eficaz de dibujar toda esa corrupción que cercaba al PP”.
Un tiempo después, Sánchez le contó a Arroyo que había decidido pedir perdón, un extremo que tampoco apoyó este sociólogo: “Creo que se sacó de quicio, no me pareció para tanto. Además, cuando pidió perdón, ya había pasado tiempo desde el debate. No le encontré un sentido”.
–Fortalezas de Feijóo.
–Parte como claro favorito porque tiene a la mayoría –según las encuestas– de su lado. Es muy difícil revertir esa opinión con un debate. Recuerdo cuando preparé en Murcia a Pedro Saura (PSOE) frente a Valcárcel (PP). Saura ganó por goleada, pero dio igual. Valcárcel le sacaba mucha ventaja antes y eso cristalizó luego en las elecciones. Por eso, es muy difícil ganar un debate. Lo que sí es más peligroso es perderlos. Un error, una metedura de pata…
–Más.
–Feijóo no inspira hostilidades. Podríamos decir que es un hombre limpio. Fue presidente de la Xunta de Galicia durante muchos años y no arrastra grandes rémoras. Además, no es un recién llegado, como puede ocurrir a quienes encabezan la oposición. Tiene experiencia.
–Antes hablaba de meteduras de pata, errores… ¿Son los despistes un obstáculo para Feijóo?
–Desde luego. Sus pifias son sorprendentes. Se ha equivocado de lugar cuatro veces en una campaña. Podemos decir que Feijóo es un hombre propenso a la pifia. Pueden faltarle reflejos en el debate. Ese riesgo se incrementa cuando tienes enfrente a un killer como Sánchez.
–Hablemos, entonces, de Sánchez. ¿Cuáles son sus virtudes para un cara a cara?
–Es un hombre muy metódico, muy tenaz. Un resistente. Me parece adecuado ese paralelismo que se hace a veces: “Es como un jugador de baloncesto”.
–Debilidades.
–Tiene el riesgo de sonar arrogante y altanero. Yo no creo que lo sea, pero suele hacerse esa caricatura de él. Y la risa esa… No le ayuda.
–Si tuviera que encerrarse con él a preparar el debate, ¿qué consejos le daría?
–Varios.
–El primero.
–Es previo al debate. Le recomendaría que rebajara las expectativas. Si estás diciendo que quieres debatir seis veces porque te sientes superior y porque puedes destruir al contrario… ¿Qué pasa si no lo consigues? O te lo meriendas o sales muy mal parado.
–El segundo.
–Precisamente por la debilidad que comentábamos antes. Le recomendaría que intentara no parecer arrogante. Que buscara constatar la falta de solvencia que le critica a Feijóo, pero sin arrogancia. Le diría que lo hiciera reforzando la gestión del Gobierno. Pero sin risitas ni desprecios. Con mucha dureza argumental, pero hasta ahí.
–¿Eso cómo se traduce?
–“Señor Feijóo, con todo el respeto, acaba de decir que… Y eso no es así. Alguien que aspira a presidir el gobierno de España debería saberlo. Quiero suponerle buena fe, pero empiezo a sospechar que no la tiene”. En esa línea, con ese tono. Y si hay sarcasmo, que sea muy, muy medido.