El sábado, Mariano Rajoy podrá ser presidente del Gobierno con la abstención de algunos diputados socialistas. Hay que admitir que su análisis tras el 20-D se ha cumplido a rajatabla: dijo que sin el PSOE no había manera de formar un gobierno. Rajoy lo tuvo claro desde el comienzo.
Pero su claridad en diciembre no lo libra de haber hecho cosas criticables desde el punto de vista institucional en estos meses. Su pase negro frente al primer llamado del rey fue una de ellas. Su desprecio cuando Sánchez intentó formar gobierno con Ciudadanos y Podemos se negó a abstenerse, otro. Su calculada ambigüedad cuando el rey le encargó por segunda vez que lo intentara, otra. Ana Romero lo ha resumido aquí.
El llamado 'paradigma de Sigüenza' se estableció en septiembre de 2014. "La época de las mayorías absolutas ha terminado", se dijo en el comité ejecutivo del PP
Rajoy también fue uno de los primeros políticos que se dio cuenta de que en España las cosas cambiarían. Así se lo planteó a su comité ejecutivo -Cospedal, Arenas, Floriano, González Pons- reunido en el Parador de Sigüenza el 7 de septiembre de 2014. “La época de las mayorías absolutas se ha acabado”, se sentenció en aquella mesa.
Pero casi el único efecto concreto que tuvo esa alerta temprana fue acentuar los impulsos presidencialistas del PP. Se intentó imponer, contra todos los demás, la idea de que debe gobernar la lista más votada, como ocurre en los ayuntamientos. Pero para nada se intentó explorar la idea de una investidura constructiva, como la que existe en el modelo parlamentario vasco o asturiano y que citaba el lunes Pablo Simón en las jornadas de El Español, donde en la segunda sesión de investidura sólo cabe apoyar al candidato mayoritario o abstenerse.
El otro camino lógico era hacer pedagogía e intentar cambiar la cultura política. Si se acababan las mayorías absolutas, habría que pactar. En aquel otoño de 2014, Rajoy intentó entablar una negociación con Sánchez en torno a varios temas -reforma constitucional, Cataluña…-, pero enseguida se dio cuenta de que el nuevo líder del PSOE no quería nada con él. Tampoco el presidente se empeñó en romper el bloqueo ni favoreció estrategias alternativas. Sánchez se encastilló al frente del partido. Y Rajoy apostó porque maduraría por la fuerza, con la ayuda de Susana Díaz, con la que sí se entiende, pese a las diferencias.
En solo un mes, Rajoy ha pasado de deshojar su margarita personal a barajar listas de ministrables para su nuevo gobierno
Todo lo ocurrido en el PSOE en las últimas semanas, le da la razón a la visión de Rajoy expresada en Sigüenza. La asunción de la misma ha sido traumática para el PSOE, pero lo cierto es que en política se está para dialogar, para construir mayorías, a veces con los que son tus adversarios, y no para jugar a la construcción de fortines.
Rajoy ha sido extraordinariamente prudente ante la situación del PSOE. No hay que perder de vista que tras la derrota en la investidura de septiembre, se vio muy debilitado, no sólo por la nominación del candidato Soria y el aquelarre que se formó contra Guindos, sino porque hubo críticas a su continuidad como candidato del PP.
En poco más de un mes, su situación ha cambiado radicalmente.De deshojar su margarita personal ha pasado a barajar listas de ministrables. Lo más curioso de las últimas quinielas que trascienden a la prensa por el puro interés de los que figuran en ellas, es que parecen asumir que Rajoy estará al frente de un gobierno con mayoría absoluta. Tanto en el PP como en la prensa, el paradigma de Sigüenza es sistemáticamente omitido. Se habla del gobierno como si fuera un botín para el PP. Entran en las especulaciones personas que fuerzas políticas como Ciudadanos -que será imprescindible para reunir los 170 escaños necesarios- consideraron inaceptables para la Presidencia del Congreso.
Sólo cuándo presente su gobierno sabremos cómo interpreta Rajoy el hecho de que la era de las mayorías absolutas ya pasó
¿Modulará Rajoy su gabinete de cara al paradigma que él mismo defendió en Sigüenza? Una experta decía el otro día que, tras el caos en que se ha sumido el PSOE y lo fácil que ha terminado cayendo la investidura en su mano, el presidente en funciones no tiene ningún incentivo para buscarse problemas en su propio partido injertando independientes o personas que pudieran estar más cerca de la sensibilidad de Ciudadanos o del PSOE en su gabinete. Otro analista afirmaba que la competencia en el PP es feroz, sobre todo debido a la pérdida de poder territorial que se produjo en 2015.
El discurso que Rajoy pronunciará en su investidura permitirá escrutar, en líneas generales, cómo ha entendido el presidente que será gobernar sin mayoría absoluta, cómo conducirá la relación con los demás partidos (socios y no socios), y qué tan firme es su empeño en gobernar cuatro años. Y una de las claves más interesantes, que sólo se podrá apreciar en su integridad cuando anuncie la composición de su gabinete de ministros, es en qué medida transmitirá a su propio partido que los tiempos de las mayoría absolutas se han acabado.