José Luis Ábalos tiene una gran simpatía natural. Es un tipo afable, un buen narrador de sobremesa. Un pistolero curtido al candil de Mundo Obrero en la clandestinidad.
Un hijo de torero. Un nieto de Guardia Civil. José Luis Ábalos es España entera y hace política por soleares. Sólo alguien como José Luis se zambulle en los platós en cuanto le colocan en el centro de una trama de corrupción. "Vamos a pasárnoslo bien", que cantarían los Hombres G.
José Luis tiene una situación "complicada familiarmente". Muchos hijos de varias mujeres distintas. Esto lo contó El País, no la ultraderecha.
José Luis no se va porque quiere una salida digna, un trabajo a cambio que le permita seguir viviendo y cuidando de los suyos. También es una manera de declararse inocente. "Necesito un trabajo porque yo no tengo los millones de Koldo".
"Koldo" significa "Luis" en euskera, pero Ábalos, que sepamos, no significa "Paesa" en valenciano. El PP tiene suerte con sus casos de corrupción, les falta ese estilo 'verano de Torremolinos' que tienen los del PSOE. La corrupción de las putas y los calzoncillos.
José Luis no ha conseguido un trabajo en el PSOE y por eso se queda. Le han dejado sin la presidencia de la comisión de Interior (por eso cobraba más que un diputado raso), pero el acta de parlamentario no pueden quitársela porque le pertenece a él, y no al partido.
Nos lo vamos a pasar de maravilla. José Luis podría, por ejemplo, reclamar una prótesis para la amnistía. Que dejen por escrito que le beneficiará también a él si la trama le deja tocado. Total, qué importa otro más. José Luis ni siquiera ha dado un golpe. Como mucho, en el peor de los casos, un hachazo al tronco con su amigo Koldo.
José Luis es invencible. Piénsenlo. De veras podría reclamar la amnistía. Tiene un escaño y, en este Congreso de la fragmentación, si eres de izquierdas y tienes un escaño, eres invencible. José Luis Ábalos ya es, de facto, el líder de "Koldo existe". Un partido como varios de los que sostienen el Ejecutivo, con la corrupción como pecado original, que tendrá a Sánchez cogido por las pelotas.
José Luis como último verdadero defensor de la izquierda. "¡Amnistía para todos los españoles! ¿Por qué a los catalanes sí y a Koldo no? Si ha robado mucho menos y ha dado menos trabajo a los jueces. ¿Qué ha sido más peligroso para España? ¿Koldo o Puigdemont?".
José Luis, lo estoy viendo, llévame contigo a escribir discursos.
¡Con lo fácil que habría sido mandarlo de embajador a Paraguay o nombrarlo pareja de baile del mediador salvadoreño! Todo nos suena surrealista, pero los españoles somos elásticos. Tanto como para seguir sonriendo al sanchismo.
En ese Madrid republicano tan alabado por José Luis, los chavales se iban a bailar a las bocas de Metro durante los bombardeos. En este Madrid de la amnistía, nos hacemos columnas con el desastre. La tragedia, decía ese Marx que José Luis tanto admiró de chaval, siempre se repite como farsa.
Yo tengo muchas ganas de que empiecen las votaciones. José Luis, sé fuerte. ¡Aguanta! Lo imagino diluido en el grupo mixto, pero resucitado en la tribuna, con todos los periodistas mirándolo, intentando averiguar en el bolsillo de su traje el sentido del voto. Pasando por delante del escaño de Sánchez con esa sonrisa picarona.
José Luis sería el último episodio de la negociación. Convencidos Junts, Bildu, ERC... "Oye, ¿hemos hablado con Ábalos?". El mejor episodio de la venganza llegaría cuando Santos Cerdán, el negociador, tuviera que sentarse cara a cara con José Luis.
Porque fue Santos quien le encasquetó a Koldo a José Luis. Se lo presentó, le dijo que era un tío cojonudo, de fiar. Le convenció de que era una buena idea jugar a la política americana de los grandes equipos de seguridad. "José Luis, este tío te va a cuidar de puta madre, te va a abrazar con la misma pasión que abrazó los avales del presidente en las primarias".
Koldo tiene su encanto para los que son de fuera. Yo soy de Pamplona y lo he notado. Llegamos a cualquier parte y nos sonríen con cariño. La chistorrica, Osasuna, los garrotes de Beatriz, el acento cantarín. Somos rudos, brutos, pero inofensivos.
Así debió de ver José Luis a Koldo. Un hombre noble, sin maldad, pero capaz de partir un tronco en dos si atacan el corazón del PSOE. También le pasó a Sánchez cuando escribió en su Facebook el romance al "último aizkolari socialista".
José Luis es un tipo de veras simpático. No lo escribo con maldad. Tiene la ironía suficiente como para que "Koldo existe", la nueva bisagra del Congreso, se convierta en la mayor aventura de nuestra vida parlamentaria.
Puestos a atravesar esta "legisbasura" (expresión del mítico Pablo Castellano) llena de "enmierdas", ¿por qué no hacerlo de la mano de nuestro José Luis? Yo no sé si le creo, pero sí sé que le quiero. Le quiero como la guillotina eléctrica para Sánchez por la que apostó Valle-Inclán en la Puerta del Sol.
¡Adelante, José Luis!