El 31 de marzo de este año será un día que se quedará marcado en la memoria del equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Ucrania. En plena crisis humanitaria, la oenegé puso en marcha el primer tren medicalizado para la evacuación de heridos en tiempos de guerra. Y el 6 de octubre, todo su trabajo y esfuerzo ha sido reconocido el Premio Social de Fundación MAPFRE.
El galardón premia a una iniciativa que, como dice la presidenta de la organización en España, Paula Gil Leyva, surgió de “una necesidad”: la de transportar materiales. “A pesar de que el sistema de salud ucraniano es un sistema sólido que funciona relativamente bien, incluso en tiempos de guerra, hay unas disrupciones en el suministro lógicas por la situación”, explica la enfermera que lidera MSF en nuestro país.
Con esa problemática por delante, cuenta Gil a ENCLAVE ODS horas antes de recibir el premio en nombre del equipo en Ucrania, pensaron que sería “una buena manera era utilizar los trenes”.
En este menester, MSF no estuvo solo: contaron con la colaboración “excepcional” de la compañía ferroviaria nacional y del Ministerio de Salud ucraniano. “En conversaciones con ellos, surgió la idea de por qué no utilizar el tren para transportar personas”, apunta.
Así, la oenegé ha medicalizado por completo dos trenes ucranianos para poder transportar pacientes y heridos por la guerra desde el este del país, la zona más castigada por el conflicto, hacia diversos hospitales de Leópolis. Cada tren, cuentan desde MSF, lleva a bordo a un equipo de ocho o nueve personas, entre los que se incluye personal médico, de enfermería y psicológico capaz de atender a todos los pacientes durante todo el viaje.
De todo el personal sanitario que trabaja desde marzo en los trenes medicalizados, asegura Gil, solo dos personas son extranjeros. Algo que, como apunta la presidenta de MSF, no es de extrañar, pues globalmente el 80% de su fuerza laboral es personal nacional.
“En cada uno de los países en los que trabajamos, apenas un 20% es personal móvil internacional. Y es importante por muchas razones: la primera, porque el personal nacional es quien mejor conoce la situación del país, la cultura, el idioma. Aportan un conocimiento que el personal internacional no tiene”, explica.
E insiste en que esto brinda “más continuidad al trabajo” que hacen: “Ellos continúan mientras el personal internacional es más móvil. Por eso es fundamental basarnos en las personas del país. De hecho, es la tendencia; cuanto más trabajas con el personal local, muchísimo mejor”.
Pregunta: ¿Cuáles han sido los mayores retos a los que se han enfrentado a la hora de medicalizar estos trenes?
Respuesta: Por un lado, son trenes muy antiguos, de la época soviética, que requieren de mucha rehabilitación y de mucho mantenimiento; de vez en cuando hay que parar y repararlos. La otra es la cuestión, evidentemente, de la seguridad. Las estaciones no son lugares seguros. En esta guerra lamentablemente estamos viendo que hay una falta de respeto por el Derecho Internacional Humanitario y la población civil se está viendo afectadísima por el conflicto.
Las estaciones son un lugar que no es seguro. Por eso, intentamos que en el traslado de estos pacientes pasen el menor tiempo en la estación; algo que requiere de una coordinación enorme entre los hospitales desde donde recoges a estos pacientes hasta los hospitales donde los vas a recibir. Y todo eso tiene que estar muy bien coordinado para limitar al máximo el tiempo en el que estás en la estación, que no suele ser más de 40 minutos para evitar cualquier problema.
P.: ¿Han ayudado las infraestructuras ferroviarias existentes en Ucrania a que se pudiese llevar a cabo la medicalización del tren? Porque, entiendo, no es algo que se pueda hacer en todas las situaciones de emergencia.
R.: En la mayor parte de los países donde Médicos Sin Fronteras trabaja, la red ferroviaria o es muy precaria o no existe. Era una oportunidad utilizarla en Ucrania, porque nos daba la opción de poder transportar a mucha gente al mismo tiempo. Es verdad que no es tan sencillo porque a veces hay cortes de electricidad, tenemos que tener un sistema de back up para garantizar que los pacientes que están en la UCI no se queden sin electricidad. Es complicado, pero la muestra de que se puede hacer está ahí, con esos 1.800 pacientes trasladados.
P.: Como dice, en la mayoría de los países en los que actúan no hay estas infraestructuras, pero ¿se podría replicar de alguna manera en otros lugares?
R.: Sí, podría ser. Pero cada contexto es distinto y en cada contexto buscamos soluciones alternativas. Nosotros utilizamos trenes, pero también utilizamos helicópteros, coches, motocicletas, burros… todo lo que podamos con tal de poder transportar pacientes y acceder a esas poblaciones. En cada contexto tenemos que buscar la alternativa más adaptada a la realidad y a las posibilidades.
Europa se vuelca con Ucrania
Desde Médicos Sin Fronteras se han volcado con Ucrania, pero eso no quiere decir que hayan desatendido el resto de países en los que se despliegan. Eso sí, Gil reconocer que esta guerra es diferente porque “evidentemente para la población de Europa, tener un conflicto a las puertas de tus fronteras, en tu territorio, te remueve, y es lógico que la gente se haya querido volcar de la manera en que lo ha hecho”.
Como también es lógico, asegura, “que se haya permitido a la población ucraniana entrar en Europa y facilitar visados”. Y añade: “La pena es que esto no se haya dado para personas de otras naciones que son víctimas también de conflictos armados, como es el caso de Afganistán o de Siria, y que sigan en campamentos en situación irregular cuando se encuentran exactamente en la misma situación: son personas que huyen de un conflicto armado”.
Gil reconoce que la solidaridad de la gente es loable, pero que hay que poner el foco, sobre todo, en la responsabilidad de los Estados. “Europa ha utilizado un doble rasero de medir a la hora de facilitar el acceso; eso es una vergüenza que nos indigna y que nos hace preguntarnos realmente cuáles son los valores que hay detrás, qué es lo que motiva a unos y a otros”, lamenta.
Porque, recuerda, “la población ucraniana lo necesita y lo merece, pero hay otras poblaciones que también lo necesitan y merecen”.
Criminalizados y sin “espacio humanitario”
P.: ¿Cuáles son las situaciones de emergencia humanitaria más complicadas para Médicos Sin Fronteras?
R.: Son complicadas para nosotros, pero sobre todo para las personas que las sufren. Nosotros nos adaptamos a ello. Ahora mismo tenemos muchos retos por delante y estamos trabajando en la franja del Sahel, en Nigeria, en Burkina Faso, en Mozambique… en un montón de países donde están resurgiendo muchísimos grupos armados islámicos, donde tenemos muchas limitaciones. Hay Estados que criminalizan el trabajo que estamos realizando y no nos permiten trabajar en condiciones favorables, lo que limita mucho nuestra capacidad de reacción.
En general, explica Gil, “se está perdiendo mucho el espacio humanitario”. Esto, asegura, no es algo que vean solo desde MSF: “Lo ven también otras organizaciones que terminan por tener que irse de determinados países, ya no solo por los grupos armados, sino porque los propios Estados nos asocian con grupos armados. Esto repercute en nuestro trabajo”.
P.: Con la guerra de Ucrania se ha acelerado esas crisis energética y alimentaria en las que estamos inmersos. Muchos países están sufriendo ya escasez de cereales, por ejemplo. ¿Cómo se están preparando desde MSF para lo que se nos viene encima?
R.: No solamente es por el impacto de Ucrania, también es por la crisis climática que ya estamos viendo aquí y en lugares como el Sahel está afectando de manera terrible. Nosotros lo que hacemos es preparar a nuestros equipos para dar respuesta a esas situaciones. Tenemos proyectos nutricionales en muchísimos países, como Mali, Níger, Burkina Faso… El componente de nutrición está transversalizado en muchísimos proyectos y tenemos que estar ahí, con los más vulnerables.
Porque, asegura Gil, “hay muchísimos fondos que no se están destinando realmente a sostener a esas poblaciones que dependen de la ayuda humanitaria para poder sobrevivir”. La presidenta de MSF insiste en que hay fondos “que no están llegando” y que se han utilizado para el Covid, por ejemplo, “que es importante y sigue siéndolo, pero no se están consiguiendo financiar otros aspectos”. Por ejemplo, explica, “el Programa Mundial de Alimentos no consigue realmente acceder a esa financiación y hay una crisis muy importante en ese sentido”.
Sin embargo, Médicos Sin Fronteras, que funciona gracias a fondos privados, no se están enfrentando a esa problemática. Eso sí, insiste Gil, “aquellas organizaciones que necesitan fondos institucionales han entrado en una situación muy difícil en estos momentos”.
P.: En este contexto de emergencia climática, se celebra en noviembre la COP27 por primera vez en África, uno de los continentes más afectados por la crisis. ¿Hay esperanza para que esta cumbre del clima sea diferente y se ponga encima de la mesa las necesidades de los más vulnerables?
R.: Hay que recordar una cuestión esencial: los países que más contaminan no son los países más pobres. De hecho, los países más pobres son los que sufren las consecuencias de la contaminación que producen los países más ricos. Y, sobre todo, en esos países, las poblaciones que está en una situación de vulnerabilidad. No sé cuál será el resultado, pero espero que el hecho de que la cumbre se realice en África permita a todas esas delegaciones de países africanos estar presentes –que muchas veces no consiguen llegar a las cumbres que se organizan en otros lugares– y que haya realmente una discusión franca. No soy muy optimista.