El término zona muerta se refiere a una terrible realidad para los océanos y, por extensión, para toda la vida del planeta. También conocido como hipoxia, este fenómeno es fruto de una reducción del oxígeno disponible en el agua, lo que reduce drásticamente la posibilidad de albergar vida en ella, ya que son muy pocos los organismos capaces de sobrevivir en un entorno así.
Una zona muerta puede tener una causa natural. Así, por ejemplo, una de las zonas muertas más grandes del mundo se encuentra en las capas profundas del Mar Negro. Este mar solo cuenta con agua con oxígeno en su parte superior, donde sus aguas se mezclan con las mediterráneas, las cuales fluyen a través del estrecho poco profundo del Bósforo. No obstante, otras muchas, y estas son las que realmente preocupan, sí están relacionadas con la contaminación generada por nuestra especie.
El culpable: la eutrofización
El cambio climático, con el aumento de las temperaturas de las masas de aguas, y, sobre todo, la eutrofización son los dos grandes culpables de la aparición de nuevas zonas muertas. Esta última es un fenómeno causado por un aporte excesivo de nutrientes (de hecho, este término es de origen griego y significa “bien nutrido”) como el fósforo o el nitrógeno al agua que provoca un incremento descontrolado de especies que se alimentan de ellos, como cianobacterias y algas.
Cuando esto sucede, no solo consumen gran parte del oxígeno disponible, sino que, al bloquear la entrada de luz en el interior del agua, impide que otras especies vegetales realicen la fotosíntesis.
[De la atroz sequía a la crecida destructiva del mar. El verano que se nos cayó la venda (III)]
El ser humano ha jugado, en muchos casos, un papel clave en los procesos de eutrofización. El desarrollo de la agricultura intensiva y los plaguicidas de la industria, el uso de los combustibles fósiles y el crecimiento urbano, han incrementado las cantidades de nitrógeno y fósforo que, al ser vertidos, arrastrados por la lluvia y otros cursos de agua o por deposición, acaban contaminando extensas masas de agua.
En Norteamérica y Europa, donde la industria y la agricultura intensiva tienen una presencia importante, el uso de estiércol animal y fertilizantes comerciales son los principales factores que contribuyen a la eutrofización. En cambio, en América Latina, Asia y África, la eutrofización se encuentra vinculada, sobre todo, a las aguas residuales sin tratar del alcantarillado y de la industria.
Un fenómeno en expansión
El problema de la eutrofización y las zonas muertas se está extendiendo por todo el mundo. En la década de 1960, los científicos habían identificado solo diez zonas muertas. Una cantidad ínfima comparada a las más de setecientas que, según la Comisión Oceanográfica Intergubernamental, sufren problemas relacionados con la hipoxia en la actualidad.
A pesar de este considerable número, la mayor parte de ellas se encuentran a lo largo de la costa este de los Estados Unidos y el Golfo de México, así como en las costas de los Estados bálticos, Japón y la península de Corea.
En España, tenemos un caso que ha dado mucho que hablar en los últimos tiempos: el Mar Menor. Si bien no es el único ni ha sido el primero, su situación se ha considerado tan grave que ha sido objeto de debate para movimientos sociales, instituciones y medios de comunicación, tal y como contamos en ENCLAVE ODS.
Un objetivo para 2025
El marco de las Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo Sostenible reconoce los efectos dañinos de la eutrofización en los entornos marinos y ha establecido un cronograma para la creación de un índice de eutrofización costera y densidad de desechos plásticos flotantes (ICEP).
De hecho, el Objetivo de Desarrollo Sostenible 14 tiene específicamente como meta prevenir y reducir significativamente la contaminación de todo tipo, incluida la contaminación por nutrientes (eutrofización) para 2025.
Del mismo modo, las instituciones de la Unión Europea han mostrado su preocupación. Así, el Parlamento Europeo aprobó una Resolución sobre las medidas contra la contaminación del agua causada por nitratos, incluidas mejoras en los distintos sistemas de medición de nitratos en los Estados miembros.
Con ella, llama a éstos a “intensificar las acciones para hacer frente a la eutrofización del agua, tanto dulce como salada, causada por el nitrógeno y el fósforo de cualquier origen, especialmente agrícola y municipal, como en el caso de las plantas de tratamiento de aguas residuales y las aguas residuales no tratadas o tratadas de forma inadecuada”, al tiempo que exige a la Comisión una posición más estricta y “ambiciosa”. Incluso, la Comisión denunció a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea por la deficiente aplicación de la Directiva sobre nitratos y los riesgos de eutrofización asociados.
Entre las posibles medidas, la más señalada es trabajar para reducir el exceso de uso de fertilizantes en el campo. Ello implica un trabajo arduo para modificar las prácticas de cultivo, apostando por modelos agrícolas más sostenibles y respetuosas con el medio ambiente, sin olvidar el tratamiento de las aguas residuales en plantas EDAR (Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales) que incluyan tratamientos biológicos y químicos que eliminen el fósforo y el nitrógeno.
Por tanto, la buena noticia es que las zonas muertas son reversibles, como demuestra que el 10% de esas setecientas áreas afectadas "se clasifican actualmente como en recuperación". Pero, para ello, es necesario ponerse manos a la obra cuanto antes, ya que según alerta Naciones Unidas, si no se logra una actuación rápida, conjunta y coordinada por parte de todos los agentes implicados, se espera que la eutrofización costera aumente en un 20% en los grandes ecosistemas marinos para el año 2050.
Si no se logra el objetivo, no solo los daños ambientales y ecológicos serán inmensos, las repercusiones también serán económicas y sociales por su efecto sobre el sector pesquero y la acuicultura, poniendo en riesgo miles de puestos de trabajo y la subsistencia de muchas comunidades en todo el planeta.