En 2015, los líderes mundiales acordaron adoptar una serie de objetivos globales con el fin de erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todas las personas. Es lo que conocemos como Objetivos de Desarrollo Sostenible. Lamentablemente, no todos los tienen tan presentes como deberían.
Estos objetivos se plantearon como una agenda de desarrollo sostenible que debía alcanzarse en los siguientes 15 años, es decir, para 2030. Cada uno de los 17 ODS tiene sus propias metas, 169 en total, por lo que debemos trabajar en diferentes ámbitos para conseguirlos. No obstante, existe una acción que nos permite cumplir más de un objetivo a la vez: la transformación del sistema alimentario hacia uno más vegetal.
Una transformación que supondría una producción y consumo de alimentos más sostenibles, saludables, éticos y justos. Es más, no tener en cuenta los sistemas alimentarios nos aboca a un posible fracaso, ya que mantener el creciente consumo de productos animales a nivel mundial, sumado al aumento poblacional previsto, sería como tirar piedras sobre nuestros propios tejados.
Ya lo dice la Comisión EAT Lancet, que recoge el papel de lo que comemos en el planeta: "Los alimentos son la palanca más potente para optimizar la salud humana y la sostenibilidad ambiental en la Tierra".
Sin embargo, la producción mundial de alimentos amenaza la estabilidad climática y la resiliencia del ecosistema y constituye el mayor impulsor de degradación medioambiental y transgresión de los límites planetarios. Si no pasamos a la acción, el mundo corre el riesgo de no cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo de París.
"Una alimentación basada en alimentos vegetales tiene una huella medioambiental menor"
Pero… ¿Por qué un sistema alimentario basado en plantas promete ser la gran solución? Una alimentación basada en alimentos vegetales tiene una huella medioambiental mucho menor que una que se basa en productos animales.
Si atendemos a los datos, vemos que la cría y el consumo de animales es una de las principales causas de la crisis climática, ya que es responsable de alrededor del 20% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Una transición proteica, por lo tanto, actuaría directamente sobre el ODS 13 (acción por el clima). Es más, según los estudios, adoptar una dieta basada en vegetales podría reducir hasta en un 50% las emisiones relacionadas con la alimentación.
Además, el 80% de la deforestación mundial está relacionada con nuestro sistema alimentario actual y casi el 70% de las tierras desbrozadas en el Amazonas se utilizan para el pastoreo de ganado, es decir, chocan frontalmente contra el ODS 15 (vida de ecosistemas terrestres).
"En Aragón no pueden beber agua de sus grifos debido a la contaminación por nitratos"
A su vez, un sistema alimentario que prescinda de granjas industriales, necesarias para satisfacer la demanda actual de carne y lácteos, contribuiría a conseguir el ODS 6 (agua limpia y saneamiento). No tenemos que irnos muy lejos para ver cómo hasta 6.000 personas, en Aragón, no pueden beber agua de sus grifos debido a la contaminación por nitratos procedentes principalmente de los purines de las granjas.
En cuanto al ODS 2 (hambre cero), hoy día está ampliamente aceptado que una alimentación basada en vegetales tiene mayores beneficios que una centrada en productos animales. Mientras que el consumo elevado de carne supone un grave riesgo para nuestra salud, de hecho, la OMS clasifica la carne roja y la carne procesada como probablemente carcinógenos para los humanos.
Una alimentación rica en vegetales puede también prevenir y tratar enfermedades relacionadas con nuestro estilo de vida como son algunos tipos de cáncer, la diabetes tipo 2 o la hipertensión. Esto es aún más preocupante cuando, en la actualidad, en España comemos seis veces más carne que la cantidad máxima recomendada.
Por supuesto, un sistema alimentario que evitara el consumo de animales beneficiaría al ODS 14 (vida submarina). También evitaría la acidificación de las aguas provenientes de actividades agrarias en tierra y evitaría la destrucción de ecosistemas marinos, imprescindibles para la salud humana y del planeta.
" No podemos pedir a la ciudadanía que adopte hábitos saludables [...] cuando carece de la información necesaria"
El cambio de fuentes de proteína a nivel mundial también supone un beneficio directo para la justicia alimentaria, relacionada con el ODS 2 (hambre cero). A nivel mundial, 768 millones de personas en todo el mundo están desnutridas y no tienen acceso a alimentos (2021).
Esto sucede porque la ganadería intensiva utiliza alrededor de un tercio de la producción mundial de cereales y dos tercios de la de soja, el maíz y la cebada, socavando la seguridad alimentaria. Si todos los cultivos se destinaran únicamente al consumo humano directo, habría alimentos suficientes para alimentar a 10.000 millones de personas en 2050 y dentro de unos límites respetuosos con el medio ambiente.
Ahora bien, son los gobiernos y las instituciones las que deben facilitar esta transición, son los que deben ponerse a la cabeza y fomentar una alimentación más vegetal. No podemos pedir a la ciudadanía que adopte hábitos saludables, sostenibles y conscientes cuando carece de la información necesaria, de concienciación y de alternativas accesibles y asequibles.
Son muchas las iniciativas que se pueden llevar a cabo, como impulsar el sector plant-based y cultivado privado, programas de educación en el propio colegio o una estrategia de incentivos (o desincentivación) fiscal, como diferentes tipos de IVA en función de la sostenibilidad del producto.
Un claro ejemplo de que este apoyo no está ocurriendo es el de las leches o bebidas vegetales que cuentan con un IVA un 150% mayor que la leche animal. Para hacernos una idea, si comparamos la huella medioambiental de un litro de leche de vaca y un litro de leche de soja (muy similares en términos nutricionales), en todos los sentidos, la alternativa vegetal es la opción más sostenible, y aún así, es la que nos sale más cara.
Por eso, desde ProVeg pedimos a los responsables políticos que alineen las políticas globales y nacionales de clima y desarrollo y su implementación para promover dietas y sistemas de producción de alimentos sostenibles basados en proteínas alternativas para lograr una reducción acelerada de las emisiones y cumplir con los ODS.
*** Verónica Larco es directora de comunicación de ProVeg