Desde el pasado 29 de julio estamos en déficit ecológico. Esto significa que en sólo siete meses la humanidad ha consumido ya todos los recursos naturales que la Tierra es capaz de regenerar en un año.

La pandemia, con todas sus trágicas consecuencias, retrasó el día en el que entrábamos en números rojos a nivel ecológico y reconozco que, como a muchos otros, me dio la impresión de que dábamos un pequeño respiro al planeta.

Albergaba la falsa esperanza de que la ansiada nueva normalidad viniese acompañada de un ritmo de vida más acorde al de nuestro entorno y recursos. Pero fue un espejismo.

Hemos podido comprobar cómo, en 2021, la necesaria recuperación económica vino acompañada de un aumento de las emisiones medias de un 6,6% respecto al año anterior. Y no solo eso: también de una disminución del 0,5% de la biocapacidad forestal mundial, ligada fundamentalmente a la imparable deforestación del Amazonas.

Albergaba la falsa esperanza de que la nueva normalidad viniese acompañada de un ritmo de vida más acorde al de nuestro entorno y recursos

En Europa, conscientes de la necesidad y urgencia de avanzar en una recuperación económica sostenible, se están aprobando planes y medidas concretas que, desde el Green Deal, pasando por la taxonomía verde y social, buscan impulsar y financiar una transformación ecológica y justa.

Ahora que a nivel político se avanza de forma decidida hacia una economía más sostenible, veo como una imperiosa necesidad que empresas y ciudadanos aceleremos nuestras propias transformaciones hacia una producción y un consumo más consciente, más verde y con menor impacto.

Es el momento de asumir nuevas estrategias corporativas, pero también de asimilar el efecto que, como individuos, nuestras decisiones tienen en nuestro planeta.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicaba a principios de agosto su informe en el que anunciaba que “a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento a cerca de 1,5 °C o incluso a 2º C será un objetivo inalcanzable”.

En Correos, como operador logístico con la mayor red de distribución en España, somos conscientes del impacto de nuestra actividad en el medio ambiente. Por ello, hemos incorporado una visión de triple impacto -económico, social y medioambiental- en nuestras decisiones.

Ello nos ha permitido, por ejemplo, incorporar en los últimos años más de mil vehículos eléctricos -la mayor flota eléctrica del sector-, desarrollar nuevos modelos de entrega sostenible -Citypaq, Correos Modify, entrega en oficinas-, apostar sólo por la compra de energía eléctrica 100% de origen renovable e incorporar modelos de conducción eficiente, consiguiendo ahorros de hasta un 15% de combustible.

Veo como una imperiosa necesidad que empresas y ciudadanos aceleremos nuestras propias transformaciones hacia una producción y un consumo más consciente

Así, el rápido crecimiento del comercio online en nuestro país ha impulsado nuestra transformación como empresa logística. Pero los nuevos modelos de consumo instantáneo, con envíos urgentes, devoluciones en masa y entregas gratuitas, tienen un impacto directo en nuestro planeta que nos obliga a reflexionar sobre ello.

Un día, en nuestro Centro Automatizado de Vallecas, observé cómo los camiones de reparto salían a un ritmo vertiginoso en hora punta, pero iban con la carga a medio llenar. Ese hecho se venía produciendo por el auge de los pedidos urgentes, que obligaban a salir a los vehículos independientemente de su carga.

Pensaba en cómo, de esta forma, el coste en términos medioambientales de un envío urgente es superior al del resto, ya que estos últimos permiten esperar a llenar un camión entero, optimizar rutas y realizar una entrega de última milla sin emisiones. Un envío urgente supone camiones medio vacíos circulando y, en consecuencia, mayor número de desplazamientos menos eficientes.

Durante la pasada Cumbre del Clima que se celebró en Madrid pude compartir con todos los asistentes esta reflexión. En aquellos momentos era solo personal, pero actuó como germen de una idea que queremos compartir con la sociedad: elegir el envío urgente solo cuando el envío es urgente.

Así, desde hace meses, en Correos hemos incorporado en nuestra web los envíos responsables, invitando a nuestros clientes a valorar si un envío es realmente urgente y a decantarse por la opción ‘envío responsable’ cuando no lo es.

La posibilidad ya la tenemos disponible. Sólo necesitamos empresas, clientes y consumidores conscientes dispuestos a optar por una movilidad adaptada a sus necesidades y a las del planeta. Porque el coste de la impaciencia, también es medioambiental.

El coste en términos medioambientales de un envío urgente es superior al del resto: no permiten realizar una entrega de última milla sin emisiones


En la COP 25 presentamos los compromisos de Correos para 2030: ser neutros en carbono, liderar la movilidad logística verde e inteligente y seguir contribuyendo a generar valor local y empleo de calidad. En ese sentido, también reconocimos que esos objetivos no los podríamos conseguir nosotros solos.

De hecho, el verdadero cambio reside no solo en las grandes decisiones logísticas sino también en nuestros pequeños actos cotidianos que adquieren una gran relevancia en términos medioambientales. Si mi familia lee esta columna podrá dar fe de cómo les persigo en casa con los mantras ‘apaga la luz al salir de la habitación’ y ‘¿qué hace la televisión encendida si nadie la está viendo?’.

El reto es de todos: de proveedores y empresas comprometidas; empleadas y empleados implicados, clientes conscientes y una ciudadanía responsable.

***Juan Manuel Serrano es presidente de Correos.