Las 'esposas a la fuga' de Boko Haram se salvaron del horror, pero no del olvido: "Aún sueño con las lapidaciones que vi"
10 años tras el secuestro masivo de Chibok, estas mujeres comparten sus historias y piden al gobierno nigeriano que actúe contra los ataques.
9 junio, 2024 23:08"Un día, vinieron a nuestra casa. Dijeron a nuestro padre que éramos infieles, le dispararon en la nuca y la bala salió entre sus ojos. Empezamos a llorar, pero dijeron que si no callábamos matarían también a mi madre". Estas palabras son de Chioma [nombre ficticio], secuestrada hace ya una década por Boko Haram en el ataque a un colegio femenino en Chibok, en el noroeste de Nigeria. Con 13 años, su vida cambió para siempre, como lo hizo para las 276 niñas capturadas y expuestas a crímenes que han dejado una huella en su identidad.
El destino ha sido, de algún modo, benévolo con las alrededor de 180 que lograron escapar del horror en algún momento desde los secuestros de 2014, pero aún se cree que casi un centenar de alumnas permanece en cautividad. Las fugadas piensan en sus compañeras, por las que rezan mientras tratan de construirles un hogar algo más cómodo para el día en que sean libres. No quieren que se las olvide, pero temen que su propio gobierno ya lo haya hecho.
"No nos dan nada, sentimos todo el tiempo que somos una carga para ellos", dice Zelia, refiriéndose a las comunidades de acogida a las que van a parar cuando escapan de la selva. "Los miembros siempre nos insultan" por ser las esposas de Boko Haram. El cautiverio vino acompañado de anillos puestos a la fuerza, y el grupo terrorista no hace distinciones por edad: el matrimonio infantil es una práctica habitual, dada su consideración de que las niñas están "en edad" para casarse incluso antes de que lleguen a la adolescencia.
Desde entonces se han producido rescates, facilitados tras las negociaciones del Gobierno de Nigeria, Cruz Roja y países amigos —como Suiza— con la banda, pero muchas estudiantes fueron encontradas en zonas rurales tras huir por su cuenta. Sin embargo, la falta de datos confirmados hace que el caso sea aún más complejo: las oenegés temen que varias decenas de las alumnas hayan muerto durante su cautiverio, aunque no se puede demostrar. Sus familias piden respuestas.
El mismo año en que se cumple el décimo aniversario de los secuestros, Amnistía Internacional (AI) recopila testimonios de las supervivientes en su informe Help us build our lives: Girl survivors of Boko Haram and military abuses in north-east Nigeria. En él, investigan cómo las víctimas, una vez libres, han tenido que soportar más sufrimiento —incluso detenciones militares ilegítimas, denuncian—ante lo que sienten como una latente falta de apoyo institucional.
"Les robaron la infancia y las sometieron a un sinfín de crímenes de guerra, de lesa humanidad y otros abusos contra los derechos humanos", recuerda Samira Daoud, directora regional de AI para África Occidental y Central, pero "ahora demuestran una valentía encomiable al intentar tomar el control de su futuro". Lo que intentan es enviar "un mensaje muy claro al gobierno y a sus socios internacionales", ya que necesitan "con urgencia" más ayuda especializada para rehacer su vida.
El éxito que tuvieron los ataques ha servido como trampolín para todos los demás que se han producido desde entonces. El estado de inseguridad al que se expone Nigeria desde hace una década pone en duda la capacidad del ejército para enfrentar estos "enormes desafíos", de los que incluso el propio jefe de Defensa, el general Christopher Gwabin Musa, habló en abril, coincidiendo con la efeméride, según recoge BBC.
Mientras el Estado asegura no perder la esperanza en rescatar a las 89 niñas de Chibok que aún siguen raptadas, las oenegés afean su trato a las víctimas. AI asegura que, tras remitir en abril las conclusiones de su investigación a las autoridades —y a oficinas de la ONU—, estas "negaron las acusaciones, dijeron que respetan los derechos humanos en sus operaciones y calificaron nuestras fuentes, principalmente sobrevivientes, de intrínsecamente no fiables".
'Niñas bomba', desposadas y detenidas
El 14 de abril de 2014, en plena época de exámenes, varios guerrilleros irrumpieron en el Government Girls Secondary School, disparando contra los guardias y capturando a alumnas como Ganet, quien recuerda cómo Boko Haram aplicaba castigos —físicos, como azotes o amputaciones, y a veces con largos períodos de prisión— públicamente para infundir miedo. "A veces sueño con los cadáveres que vi, o con las lapidaciones de mujeres. Cuando abro los ojos, ya no puedo volver a dormirme", confiesa a AI.
Pocos días después del secuestro, esta misma organización denunció que, según sus fuentes, el ejército nigeriano habían recibido información sobre el ataque cuatro horas antes, pero falló en el momento de enviar refuerzos para proteger el centro educativo. Las fuerzas armadas de Nigeria confirmaron las acusaciones de AI, argumentando que "se vieron desbordados" por la compleja situación.
Una vez secuestradas, el grupo utilizaba a las estudiantes para cometer ataques suicidas con bombas en gran escala. De hecho, entre 2014 a 2019, según la organización, la mayoría de los atentados suicidas con bombas de Boko Haram fueron perpetrados por mujeres. Boko Haram pone el foco precisamente en las escuelas porque perciben la "occidentalización" de la educación en Nigeria como un pecado y la principal vía de corrupción del país.
El mismo 2014, el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, se atribuyó la autoría del ataque a través de un vídeo donde afirmaba que "Alá me ordenó que las vendiese... y yo me encargo de cumplir sus órdenes" y apuntaba que "las niñas no deberían ser escolarizadas, sino servir como esposas". En junio de 2016, el ejército de Nigeria halló con vida a la primera secuestrada, confirmó su identidad, como comunicó un portavoz, de la asociación de padres, Hosea Abana Sambido, y desde ahí los rescates fueron en cadena hasta hoy.
Por su parte, casi medio centenar de mujeres jóvenes contaron a Amnistía Internacional que habían arriesgado su vida y la de sus hijos huyendo de los guerrilleros. Muchas realizaron angustiosos viajes de hasta 12 días, sobreviviendo con la escasa comida y agua que podían encontrar. Sin embargo, denuncian que los rescates por las fuerzas armadas o los miembros de la Fuerza Especial Conjunta Civil, la milicia respaldada por el Estado, fueron seguidos en muchos casos por procesos de detención ilegal.
Según el informe, 31 "contaron que habían estado bajo custodia ilegal durante periodos que oscilaban entre varios días y casi cuatro años entre 2015 y 2023, casi siempre por su relación real o supuesta con Boko Haram". Algunas "contaron que los soldados las insultaban, las llamaban 'esposas de Boko Haram' y las acusaban de ser responsables de los homicidios. Varias describieron palizas y condiciones terribles bajo custodia equiparables a tortura u otros malos tratos", que también han sido denunciadas en múltiples ocasiones por Human Rights Watch.
Pero no solo eso. Las organizaciones humanitarias advierten que, después de su liberación, la estigmatización persigue a las víctimas incluso en sus lugares de acogida. "Muchas fueron abandonadas a su suerte en campos de desplazamiento entre millones de personas más que necesitaban asistencia humanitaria", denuncia AI. Desde ahí, algunas supervivientes fueron reunidas con sus maridos, que estaban en un campo de tránsito dirigido por el gobierno después de rendirse.
Al igual que ocurre en otros países de continente, la reintegración después de estar en las filas de una banda terrorista es una tarea compleja. La apertura de campos para integrantes arrepentidos de Boko Haram —como el habilitado en 2017 en Goudoumaria (Níger), o el de Mowouré (Camerún) en 2018— ha contribuido en el proceso de desarme, pero muchas de las víctimas de Chibok se sienten desatendidas. "No le importamos a la mayoría del gobierno, necesitamos apoyo", lamentan.
Las entrevistadas por AI dijeron que en su comunidad las miraban con recelo y extendían el rumor de que podían matar o contagiar enfermedades. Pese a eso, lo más importante para ellas es el deseo de tener independencia económica para mantener a sus familias y matricular a sus hijos en la escuela. Esto último lo consideran una prioridad básica, pero tienen muchas otras peticiones que hacer a sus mandatarios. "Quiero empezar mi vida de cero, necesito tantas cosas que no sé por dónde comenzar", expresa una de ellas.
Los colegios, el blanco favorito
Desde la tragedia de Chibok, los colegios se han convertido en los blancos favoritos para los grupos armados. Solo en la última década, más de 1.680 niños han sido secuestrados en la escuela y en otros lugares debido a la violencia ligada a los conflictos. Según las organizaciones humanitarias instaladas sobre el terreno, las bandas ven en este tipo de acciones una vía lucrativa de financiar sus actividades y controlar las aldeas del noreste del país, zona rica en minerales a la vez que escasamente vigilada y protegida.
👉En 2024, Boko Haram sigue actuando en el nordeste de Nigeria.
— Manos Unidas ONGD (@ManosUnidasONGD) April 27, 2024
Esta situación obliga a miles de personas a abandonar sus hogares. Según varias ONG el número de desplazados podría llegar a los 3 millones en todo el país pic.twitter.com/YrGcqLQPQv
El representante de Unicef en Nigeria, Cristian Munduate, subraya la necesidad urgente de redoblar los esfuerzos para salvaguardar el futuro de los menores, reconociendo que la educación segura es un derecho fundamental y un elemento crucial para escapar de la pobreza, pese a que para muchos aún no resulte más que "un sueño inalcanzable". En este sentido, solo un 37% de los edificios educativos en diez estados del país cuentan con sistemas de alerta temprana para identificar este tipo de amenazas.
El análisis de la agencia para la infancia de Naciones Unidas también expone las disparidades en la implementación de las normas de seguridad escolar entre las distintas regiones del país, donde viven más de 218 millones de personas, casi la mitad menor de 18 años. En este sentido, mientras estados como Borno muestran un compromiso firme con un 70% de cumplimiento, otros como Kaduna y Sokoto se encuentran rezagados con alarmantes tasas del 25% y 26%, respectivamente.
Unicef resalta deficiencias en ámbitos como las infraestructuras seguras, la preparación ante desastres o la respuesta integral a la violencia contra los niños. La agencia de Naciones Unidas (ONU) insta a las instituciones a que garanticen que todos los centros dispongan de recursos para aplicar las normas mínimas de seguridad, refuercen las medidas de aplicación de sus normativas y prioricen la protección de la infancia en las políticas nacionales y presupuestos, a fin de crear un entorno más seguro para los pequeños del país.