Vista de ‘isla acorazado’ o Gunkanjima.

Vista de ‘isla acorazado’ o Gunkanjima. iStock

Historias

Cómo es la vida en la ‘isla acorazado’ del Pacífico: antes vivían 139.100 personas por km² y un malo de James Bond

El villano de 'Skyfall' tomó prestada esta isla en forma de buque de guerra como guarida. Durante décadas, albergó una de las mayores densidades de población del mundo.

28 mayo, 2024 01:45
Raquel Nogueira Mariana Goya

Un clima de lo más complejo para su habitabilidad y las acciones de una empresa internacional resumen la historia de esta curiosa isla situada a 15 kilómetros de la ciudad de Nagasaki, en Japón. Aunque comúnmente conocida bajo el alias de Guankajima, término japonés que hace referencia a 'Isla Acorazado' debido a su parecido con un barco de guerra, este lugar tiene el nombre de Hashima

Fueron 84 los años que llevaron a este lugar de un extremo a otro, de alcanzar la mayor densidad de población jamás registrada en el mundo, al abandono absoluto del territorio. Pero, ¿qué fue lo que pasó en Hashima? ¿Qué llevó a abandonar su hogar a 139.100 personas?

Para comprender es preciso retroceder algunos años en la historia, en concreto, a 1890, cuando se descubrieron ricos depósitos de carbón bajo la isla y la compañía Mitsubishi, propiedad de una familia descendiente de un samurái, adquirió el territorio. Fue entonces cuando comenzó la cuenta atrás, hasta convertirse en un lugar completamente desértico. 

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Con el auge de la revolución industrial japonesa, el carbón se convirtió en un recurso esencial, alimentando tanto la industria nacional como la maquinaria bélica. Con el propósito de facilitar la extracción de este material y albergar a los trabajadores, Mitsubishi desarrolló una infraestructura alrededor de la isla con el objetivo de responder a estas necesidades. 

La vida en Hashima

Se construyeron bloques de apartamentos con habitaciones de menos de diez metros cuadrados. Estas constaban de una ventana, una puerta y un pequeño vestíbulo y, a pesar de las condiciones en las que vivían, esto suponía un gran avance respecto al estilo de vida anterior. Baño, cocina e instalaciones sanitarias eran compartidas y tenían pequeños balcones de madera. 

La isla se volvió una comunidad autosuficiente en un espacio extremadamente limitado, ya que, originalmente, medía apenas 6,3 hectáreas. Sin embargo, su estructura fue modificada en varias ocasiones, a través de la construcción de rompeolas de hormigón con la intención de protegerla del mar salvaje. 

Vista aérea de la ‘isla acorazado’. Wikimedia Commons

Vista aérea de la ‘isla acorazado’. Wikimedia Commons

Un día a día duro y algo claustrofóbico marcaba la cotidianidad de la vida en Hashima. Los edificios, diseñados para resistir a tifones, especialmente comunes en aquel territorio, así como la furia de océanos, contribuían a un ambiente opresivo. Junto a ello, una humedad constante del 95%, combinada con el polvo del carbón, hacía difícil respirar con normalidad. 

La vida cotidiana se desarrollaba en un entorno de alta presión y ruido constante de la maquinaria minera, sin embargo, el atractivo del empleo atrajo a miles de trabajadores. En 1959, eran más de 5,000 personas viviendo en aquella isla, alcanzando una densidad de población de 139,100 personas por kilómetro cuadrado, una de las tasas más altas jamás registradas. 

Clima turbulento

Situada en una región propensa a tifones y tormentas violentas, el clima jugó desde el inicio un papel crucial en esta historia. Estructuras robustas y rompeolas de hormigón fueron algunas de las consecuencias de estas inclemencias, que afectaron especialmente a los habitantes del territorio e, incluso, siguieron haciendo de las suyas tras el abandono de la población. 

La isla fue ampliada en varias ocasiones mediante la construcción de rompeolas de hormigón para protegerla de las inclemencias meteorológicas del Mar de China Oriental, pero estas medidas no fueron suficientes. 

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La constante exposición a la humedad y la salinidad del mar han acrecentado la descomposición de las estructuras. Los edificios han comenzado a desmoronarse y la vegetación ha empezado a reclamar la isla. Una situación a la que se suma el cambio climático y el aumento del nivel del mar, siendo una amenaza más a la que hacer frente.

Declive del carbón

Pero la historia se empezó a torcer en la década de 1960, cuando Japón y el mundo entero empezaron a cambiar su principal fuente de energía del carbón al petróleo. Esta transición energética redujo drásticamente la demanda de esta material, haciendo que las operaciones mineras en Hashima fueran cada vez menos rentables. 

A este varapalo, se sumaba la disminución de las vetas de carbón accesibles en la isla, aumentando aún más los costos de extracción. 

El golpe final llegó el 20 de abril de 1974, cuando Mitsubishi anunciaba el cierre de la mina, momento en el que, sin alternativas variables y con todas las infraestructuras bajo la propiedad de la empresa, los residentes se vieron en la obligación de abandonar la isla, prácticamente de inmediato. De la noche a la mañana, Hashima quedó desierta y sus edificios y escasas calles, se congelaron en el tiempo. 

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A pesar de su abandono, este pequeño y curioso territorio no ha sido olvidado, y no hablamos solo por su aparición en Skyfall (2012), siendo la guarida del villano de James Bond. En 2002, la compañía japonesa donó la isla a la ciudad de Nagasaki y en 2009 se abrió al turismo. 

Más adelante, en 2015, la UNESCO incluyó a Hashima como parte del Patrimonio de la Humanidad bajo los 'Sitios de la Revolución Industrial Miji en Japón: Acero, Construcción Naval y Minería de Carbón', reconociendo la importancia histórica y cultural del lugar.