Una "preocupante" mancha blanquecina y verdosa crece en el Mar Menor: “Es difícil predecir lo que va a ocurrir”
El Instituto Español de Oceanografía del CSIC ha avisado de la presencia de este curioso embolsamiento que lleva más de dos meses creciendo en el Mar Menor.
18 mayo, 2023 23:03Las aguas del Mar Menor llevan un tiempo sin asfixiarse. Los episodios de anoxia sufridos, con unos niveles de oxígeno desplomados, han llevado a la mayor laguna salada de Europa al borde del colapso en varias ocasiones. Ahora, la situación está estable, pero, como asegura a EL ESPAÑOL Pedro García, director de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), desde hace unos dos meses se está observando un “curioso” embolsamiento al suroeste de esta masa de agua.
“Es un bloom de fitoplancton”, comenta el naturalista, como denomina al florecimiento de “una gran mancha” que está tiñendo una pequeña parte de las aguas del Mar Menor de un color entre blanquecino y verdoso. Concretamente, entre la desembocadura de la rambla del Albujón y poblaciones murcianas como Los Alcázares, la isla Perdiguera y Los Urrutias.
Por el momento, cuenta García, “es muy difícil predecir qué es lo que va a ocurrir”. Desde que se detectó se puso en conocimiento de los investigadores del Instituto Español de Oceanografía (IEO), desde donde están realizando el seguimiento. “Sabemos que es un elemento de preocupación y habrá que ver su evolución a lo largo de las semanas”, señala.
En su informe de abril -recién publicado-, los científicos del IEO que han estudiado esta mancha indican que en esa zona de "coloración blanquecina y turbidez muy elevada", denominada estación M, "la concentración de clorofila llega a ser de hasta cuatro veces mayor que las obtenidas en el resto de la laguna, lo que indica la participación del componente fitoplanctónico". Aunque señalan que ese aspecto diferente "se debe probablemente a la presencia de gran cantidad de agregados orgánicos".
Esta última es una cuestión en la que profundizarán durante las próximas semanas los equipos del proyecto BELICH, los que están realizando el seguimiento del Mar Menor a través de un sistema de monitorización oceanográfica compuesto por boyas completamente sensorizadas. Lo que es cierto es que el fenómeno detectado es muy similar a lo que se ha descrito en otras zonas costeras del mundo (tanto marinas como lacustres): whiting, que se podría traducir como blanqueamiento del agua, pero aún se desconoce qué puede implicar para la laguna salada.
Por el momento, lo único que se sabe es que la zona donde ha aparecido esta mancha blanquecina de forma casi permanente coincide con las zonas del litoral del Mar Menor donde han aparecido grandes extensiones ocupadas por desarrollos masivos de macroalgas oportunistas, popularmente conocidas como “ova”.
Como señalan desde el IEO, este fenómeno es ya habitual en el Mar Menor en los últimos años y sin duda guarda relación con los aportes de aguas continentales ricas en nutrientes. Es una muestra de "la elevada inestabilidad del debilitado ecosistema lagunar tras su colapso en 2016, a consecuencia del proceso de eutrofización inducido por los excesos de aportes de nutrientes antropogénicos".
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No obstante, García cuenta que “la atención [por parte de la población] no está siendo mayor” porque “la gente no es consciente de lo que está ocurriendo, de esa gran mancha que llevamos observando los últimos dos meses”. Mientras que en un lado de la laguna las aguas permanecen cristalinas, en otro punto, la contaminación que sigue vertiéndose en el ecosistema continúa sembrando las bases de otra posible crisis. Sobre todo, bajo condiciones potenciadoras como las mayores temperaturas alcanzadas este año en plena primavera.
“En invierno, cuando la temperatura es muy baja, no se producen las condiciones para que el fitoplancton, esos millones de microalgas que se desarrollan, puedan hacerlo. Necesitan luz y necesitan calor”, explica García. Pero, una vez que lo hacen –con ayuda del exceso de nutrientes que reciben cada día por la actividad humana en su entorno–, pueden dar lugar a la formación de una bolsa con poco oxígeno (hipóxica) o nada (anóxica) en la laguna salada, y que, a su vez, derive en una elevada mortandad de fauna local, mal olor y turbidez del agua.
Los últimos datos que muestra la monitorización oficial reflejan que, a 20 de abril de este año, la temperatura es de 19,7 grados respecto a los 18,4 de 2022. Asimismo, el oxígeno también ha disminuido levemente, con 6,71 miligramos por litro frente a los 7,7 de hace un año. No obstante, en base a las mediciones base del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental (Imida), mientras los niveles de oxígeno se mantengan por encima de seis miligramos por litro, la laguna permanece “estable”.
El IEO, en su informe de marzo de 2023, señala que “el régimen a medio y largo plazo es el de un sistema altamente fluctuante y variable donde se alternan estos periodos de aguas transparentes con periodos de aguas más turbias, bien por la proliferación de organismos fitoplanctónicos o bien por otros factores que afectan las propiedades ópticas del agua (o ambas a la vez)”.
De hecho, recuerdan que “la evidencia científica disponible indica que el sistema se encuentra en un estado significativamente alterado e inestable, respecto a su estado previo al colapso de 2016”. Fue entonces cuando proliferaron tal cantidad de microalgas en el Mar Menor por el exceso de nutrientes que se calificó de una “enorme sopa verde”. Fue un auténtico colapso ecosistémico.
Como apunta el informe, “el calentamiento progresivo de las aguas de la laguna parece haberse acelerado en los últimos años/décadas y, en sinergia con el exceso de nutrientes, podría haber estado implicado en los procesos disruptivos que llevaron al colapso del ecosistema lagunar”. De hecho, ese aumento de calor “podría estar llevando a determinadas especies muy cerca de sus umbrales de tolerancia a la temperatura, lo que podría traducirse en nuevos episodios disruptivos del ecosistema a corto, medio y largo plazo”.
Los ‘mil y un’ vertidos al Mar Menor
“Conforme va aumentando el calor y la luz a lo largo del año, se va produciendo un incremento de fitoplancton que depende de que llegue agua superficial cargada de nitratos”, explica García. Unos nutrientes que, como explicó en su día a este periódico Juan Manuel Ruiz, profesor de investigación del IEO-CSIC, llegan a la laguna de varias maneras.
La agricultura lo que hace es aportar materia orgánica y fertilizantes a los campos de cultivo que van drenando hacia el agua subterránea del acuífero y que acaban desembocando en la albufera. Además, cuando se dan episodios de lluvias, los sedimentos procedentes –en su mayoría– de parcelas agrícolas (con altos contenidos de materia orgánica, nitrógeno y fósforo) son arrastrados hacia la laguna por escorrentía.
Asimismo, las poblaciones urbanas también guardan parte de culpa en ese aporte extra de nutrientes. La infraestructura de aguas residuales está infradimensionada y cuando llueve, los sistemas de transporte de esas aguas se saturan y rebosan, por lo que vierten al Mar Menor. No hay redes separativas entre aguas residuales y agua de lluvia, comenta García, como en casi la totalidad de nuestro país.
A este respecto, y como recoge Efe, el colectivo Agroingenieros por el Mar Menor denunció hace unas semanas que la totalidad de los controles que se han llevado a cabo por la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) en las depuradoras del entorno del Mar Menor desde septiembre de 2021 detectaron vertidos por encima de los niveles autorizados en alguno de los parámetros a medir.
No obstante, como han confirmado a este periódico fuentes del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD), “existe un cumplimiento generalizado de los límites de vertido en todas las EDAR en tiempo seco”.
Este periódico ha podido acceder a los datos de los vertidos y los incumplimientos que exceden los límites autorizados coinciden con episodios de lluvias. Como cuentan desde el MITERD, es un dato “erróneo” y “desenfocado”, y remiten a la Directiva 91/271/CEE, sobre el tratamiento de las aguas residuales urbanas, que expresamente contempla para evaluar las EDAR que “no se tendrán en cuenta los valores extremos para la calidad del agua de que se trate cuando éstos sean consecuencia de situaciones inusuales, como las ocasionadas por lluvias intensas”.
Desde el ministerio añaden: “Es como si se quisiera evaluar la capacidad de una autopista de salida de Madrid el día de comienzo de las vacaciones: sin duda, la autopista será muy insuficiente y habrá retenciones, pero también es cierto que eso no refleja el funcionamiento ordinario de la misma”.
En este sentido, García apunta que el problema de las aguas residuales y su uso en la agricultura no es la carga orgánica, porque están razonablemente bien depuradas, sino que hay intrusión de agua salobre desde el subsuelo. Asegura que, como el nivel freático del acuífero ha aumentado mucho en los últimos años, hay filtraciones de agua desde el subsuelo a través del agua de alcantarillado que termina en las depuradoras. Esto lo que hace es que el agua se salinice y, si la salinidad es muy alta, no vale para riego a no ser que se desale.
“Se puede aprovechar una parte del agua residual porque se puede mezclar con parte del agua del trasvase y con el agua de las desaladoras legales, pero si no se tiene esa posibilidad o sobra agua porque se ha conseguido agua de lluvia, las mismas comunidades de regantes no la aprovechan y la tiran”, apunta García.
De hecho, el naturalista apunta que, desde ANSE, denunciaron hace un año que las aguas de la depuradora de Cartagena, que debería ir al Mediterráneo, estaban yendo a unos agujeros del Campo de Cartagena donde se estaba filtrando al subsuelo y, por consiguiente, al Mar Menor. “Supuso un expediente por parte de la CHS a la empresa que explota la depuradora” y “en el último año ha conllevado una propuesta para hacer un emisario submarino” que evite esa situación en caso de que ‘sobre’ agua.
Del mismo modo, se está llevando a cabo una estrategia de mejora de la situación del Mar Menor con 484,42 millones de euros que se ejecutarán en distintas fases hasta 2026. El plan incluye un abanico de medidas a corto y medio plazo en áreas esenciales como la ordenación del dominio público hidráulico, la restauración ambiental del perímetro lagunar con soluciones ‘verdes’, la reducción de la carga contaminante de las aguas que acaban en la albufera con mejoras en saneamiento, depuración y gestión del riesgo de inundaciones, y de conservación de la biodiversidad marina y terrestre, entre otras.