Basta de trabajar para los demás. María Dolores Cospedal se hace autónoma y ha puesto en Madrid un despacho de mucho postín, como entonaba Carlos Cano en una de sus inolvidables coplas. Nada menos que en la calle Velázquez, la milla de oro de los bufetes de este país. Y lo hace tras despedirse hace unos meses como socia del departamento procesal y arbitraje de CMS Albiñana & Suarez de Lezo, debido a su implicación en una de las piezas del caso Villarejo. Una participación que el magistrado Manuel García Castejón, con el aval de la Audiencia Nacional, decidió no investigar posteriormente, imputada junto a su marido que igualmente ha resultado exento de responsabilidad.
Sigue así la expresidenta de Castilla-La Mancha el ejemplo de algunos políticos que han abierto su propio despacho como José María Michavila o Ángel Acebes, al frente de MAAbogados, o de Alberto Ruiz Gallardón que preside el bufete que lleva por nombre su apellido. También de otros donde su grado de implicación es menor que el del socio. Un despacho unipersonal especializado en asuntos administrativos, civiles, y mercantiles que en ningún caso actuará como lobista, como puso de manifiesto la propia Cospedal en El Confidencial, una “travesía del desierto” que va a requerir de mucha paciencia no exenta de dificultades.
Un cabildeo que niega ejercerá la que fuera secretaria general del Partido Popular, aunque su trayectoria política y extenso currículo en el sector legal pueda parecer una contradicción con lo que declara. Como abogada del Estado desde 1991, Cospedal ha desarrollado su actividad en distintas Administraciones públicas, así como en diversas organizaciones españolas y extranjeras. Ahora tan sólo ostenta el cargo de vicepresidenta de la Real Fundación Elcano, un organismo del que ya formó parte anteriormente durante más de cuatro años. Un retiro dorado para quienes como María Dolores Cospedal han dejado la política, si bien no debe olvidar la expresidenta que aquí al lado, en Castilla-La Mancha, la siguen “venerando” como si siguiera en los altares de la política.
Una peana en este caso para recordarla continuamente lo aciago de su gestión presidiendo la Administración de esta tierra. También, añado a la comparación, para justificar en ocasiones la incapacidad de los sucesivos gobiernos autonómicos. Un soniquete con el que la tropa socialista de esta tierra nos brea con cansina insistencia.