En el Reino Unido postbrexit los conservadores torys están removiendo los principios esenciales del neoliberalismo clásico. Acaban de cargarse las teorías conservadoras sobre los impuestos. Antes tuvieron que terminar con el frívolo Boris Johnson, después liquidaron a la Sra. Truss por su osadía al bajar impuestos. En España, aún resuena la alegría tosca de la Sra. Ayuso por las medidas de la Sra. Truss y el eco ronco del Sr. Feijóo. Ahora el nuevo mandatario inglés, Rishi Sunak, enmienda las trasnochadas recetas y anuncia subida de impuestos generales, aumento de impuestos a los sueldos medios, impuestos extraordinarios y temporales a las empresas energéticas, así como impuestos sobre los llamados beneficios caídos del cielo. Sube los salarios hasta un mínimo de un 9% y asegura el incremento de las pensiones en función de la evolución del IPC. Lo mismo que ha hecho Sánchez en España y el resto de países de la Unión Europea. ¿Se habrán convertido los conservadores ingleses en comunistas, bolivarianos y otras sandeces que repite la derecha española?
En Inglaterra existe una derecha patriótica dispuesta a hacer lo que tenga que hacer, incluido el aumento de la deuda pública hasta cifras exorbitadas, controlar la recesión, ya evidente, y mejorar el país. ¿Qué pasa en España? La derecha española se ha quedado muda por la conmoción. Sus recetas tradicionales se han convertido en naftalina en los viejos manuales neoliberales, con olor rancio y consecuencias desastrosas, como se pudo comprobar en los tiempos del Sr Rajoy o bajo las decisiones sobre la sanidad pública de la Sra. Ayuso. ¿Y qué pensar de esa zona de la izquierda que se alinea con la derecha contra los impuestos? Cada vez que la izquierda incorpora a su política los principios arcaicos de la derecha sobre los impuestos le están dando la razón a sus argumentarios falsos. Están reforzando el discurso de la bajada impuestos contra los servicios públicos, que es la bandera orgullosa de la socialdemocracia. ¿Serán bolivarianos y comunistas los torys, que quieren arreglar el deterioro de los servicios públicos comunitarios, en grave proceso de deterioro, como está sucediendo en España, tras la crisis del 2008 y su incremento por la pandemia y la guerra cercana?
Tendremos que admitir en España que la sanidad pública ya no es la joya que fue, como lo demuestra el incremento exponencial de las aseguradoras sanitarias privadas. O las listas de espera interminables. Habrá que admitir que la enseñanza privada hace tiempo le ganó la partida a la pública y que la asistencia a los mayores se ha convertido en negocios particulares, nutridos con fondos públicos. El discurso perverso sobre las ventajas del dinero en el bolsillo de los ciudadanos como más beneficioso para la economía ha sido rebatido por los conservadores ingleses tras una carnicería, cierto, de sus dirigentes. Es lo que tiene aferrarse a viejos principios neoliberales, cuando el mundo está girando hacia situaciones de imprevisiones vertiginosas.
Madrid a la cabeza, y otras Comunidades Autónomas, optaron por bajar impuestos como forma de combatir la inflación. Cualquiera que lea algo, no mucho, sabe que esa no es la fórmula adecuada. La mejor forma de combatir la inflación y sus efectos nocivos sobre los ciudadanos no consiste en regalar cheques o perder ingresos públicos, sino en dotar y mejorar las eficiencias y eficacias de los servicios públicos. No se combaten las desigualdades si no es con la solidaridad de todos – más, los que más tengan – que se consigue con los impuestos. Tendremos que agradecer a los conservadores ingleses que nos recuerden lo que sabemos sobre los beneficios de los impuestos, pero que, por impulsos oportunistas, demagógicamente, se olvidan.