A vueltas con la cancelación
Hay quien parte moralmente elevado, con la sensación de que ha arreglado el mundo. Y es que no es fácil la vida del artista
Edu Galán acababa de publicar La máscara moral, una feroz crítica de la cultura de la cancelación. Entrevistado por Iñaki Domínguez (Ethic) asegura que “nunca una generación que se dijo tan comprometida molestó menos a los verdaderos poderes”. Critica a “una izquierda que se siente cómoda cuando en un anuncio de una multinacional sale una persona trans con el abuelo. Y esto es un espejismo (...) La gente se siente como el jurado o el juez de los procesos de las brujas de Salem. Se sienten moralmente elevados, con la sensación de que arreglan el mundo...”.
El título del último libro de Juan Soto Ivars es Nadie se va a reír. La increíble historia de un juicio a la ironía, en el que cuenta la condena de un artista que creó una web en la que se promocionaba un ficticio “tour de la manada”. En un artículo publicado en Zenda, el escritor explica que ha “tenido que escribir este libro porque no os dio la gana contar la verdad” (...) “La misma prensa que la web estaba parodiando se negó a aceptar la derrota, y esto se convirtió en la derrota total, absoluta, del artista”.
En la misma publicación cultural, la escritora Elisenda Roca habla de su primera novela, Animales heridos, sobre el drama de los malos tratos. Cuenta a Carlos H. Vázquez que “el problema es que ni la víctima se siente víctima ni el agresor se reconoce como agresor. Por tanto, es imposible cambiar”. También directora teatral, revela que para ella “ser actor o ser actriz no es subirse a un escenario: es mostrar verdad. Transformarte, convertirte… Hay muy pocos así. Teatro puede hacer todo el mundo, pero buen teatro, de aquel que te toca porque estás creyendo lo que ocurre allí, no”.
Edu Galán: “La gente se siente como el jurado o el juez de las brujas de Salem”
No es fácil la vida del artista. La cantante y compositora Rozalén asegura a Ana Arjona (Vanity Fair) que “no hay trabajo que no tenga una parte más regulera. Hay cierta pérdida de libertad, una crítica destructiva injustificada y sabes que no le vas a gustar a todo el mundo... pero hay tanto bueno que no es justo hablar de lo malo”. Se siente en una nube. “Cuando doy entrevistas y los periodistas me hacen una recopilación de todo lo que he vivido, siento que esa vida no me pertenece. Es como si estuvieran hablándome de otra persona”.
Recuerda Sergio del Molino (El País) que este año la obra de Stefan Zweig “pasa a ser de dominio público y se espera una gran riada de ediciones”. Opina que al escritor austríaco “se le hizo poco caso en los primeros años de la democracia, pues los lectores jóvenes lo relacionaban con las estanterías más plomizas de la biblioteca de sus padres”. Pero ahora “muchos de sus pasajes e ideas han devenido lugares comunes que salpican la discusión política e intelectual (...) Quizá nuestros hijos vean las ediciones de Acantilado (y las que van a venir) como antigüedades insufribles de las bibliotecas de sus padres, pero cuando un autor empapa tanto a tantas generaciones, ha alcanzado ya la eternidad…”.
P.S. La vida y la literatura son inseparables. Y si no, que se lo digan a Vargas Llosa. El periodista cultural Xavi Ayén (La Vanguardia) rememora una anécdota del premio Nobel. “Cuando cortejaba a su prima Patricia, esta dudaba y le dijo a su tía Bertha que ‘Mario se enamora un tiempo y luego se le pasa’. Al fin, se casaron en Lima en 1965, en lo que fue otro sonado escándalo familiar (Gabriel García Márquez describe, en Cien años de soledad, dos años después de aquella boda, a unos primos que se casan y les salen hijos con enroscadas colitas de cerdo).
»En 1974, cuando se fue de Barcelona (...), en el barco de vuelta a Lima, viajando con su esposa e hijos, se lió con otra pasajera, por la que abandonó a bordo a su familia. En ese período, García Márquez bromeó con ella [Patricia], insinuándosele y diciéndole que ‘si quieres que vuelva Mario contigo, tenemos que liarnos y así se pondrá celoso’. El peruano interpretó que esas palabras habían ido más allá de lo que podía ser una broma aceptable y el 12 de febrero de 1976 le propinó al colombiano un puñetazo en público en un cine de Ciudad de México. No volvieron a hablarse en la vida”.