Juan José Millás: "Algunos escritores buscan un padre en su editor"
Juan José Millás, por Gusi Bejer
Pregunta: ¿Dos mujeres de Praga es un libro zurdo? Respuesta: Me gustaría que lo fuera en el sentido en el que en la novela se habla de libros zurdos, es decir, que estuviera escrito desde la parte de uno mismo que menos se conoce, y que investigara en la parte menos visible de la realidad. P: ¿Es habitual que sus personajes elijan el título de sus libros, como ocurre en este? R: No, me ha ocurrido en un par de ocasiones pero cuando sucede me tranquiliza mucho porque me da la seguridad de no equivocarme. P: Una vez más recuerda que las cosas no suceden unas detrás de otras. ¿Cuáles son los límites de realidad y ficción? R: Son difusos porque lo que llamamos realidad no es una constante. Mientras escribía la novela me fascinó que el modo en que se construye la novela y la biografía sea tan parecido, siendo ficción la primera y realidad la segunda. P: ¿No hay vidas que no merezcan ser narradas? R: No. La vida más gris podría ser apasionante si la contamos desde la cabeza de la biografiada. P: ¿Por qué necesitamos que nos cuenten, que nos escriban? ¿Para saber que estamos vivos, quizá? R: No sólo por eso, sino para saber que tiene sentido. En eso también la novela y la vida se parecen, porque las dos son una búsqueda del sentido. P: ¿Cuáles son sus fantasmas favoritos? R: No tenemos fantasmas favoritos. Somos los favoritos de algunos fantasmas a los que no podemos volver el rostro. P: ¿Existe la casualidad? R: Me gusta pensar que, como decía Borges, el azar no es más que un modo de la causalidad cuyas reglas ignoramos. Debajo de la piel más externa de la realidad hay conexiones inesperadas: esta novela intenta conectar con lo que hay debajo de lo real. P: Si todos llevamos un “lo que no”, ¿cuál es el suyo? R: Como escritor, el mejor libro, ése que nunca escribiré pero que siempre está ahí... con la esperanza de no alcanzarlo jamás. P: ¿Alguna vez fue un “autor dispuesto a cambiar dinero por halagos”? R: No, pero yo creo que mucha gente estaría dispuesta a darlo todo a cambio de afecto, que tenemos mucho de huérfanos, y que en la vida diaria vemos a gente que lo pierde todo por amor. P: Uno de los personajes de la novela asegura que el arte verdadero es el que rompe la norma... R: Sí, pero el arte verdadero necesita tener un pie en la norma para ser inteligible, aunque su función sea desarmar esa norma para crear un código nuevo. P: ¿Cuál es la norma que prefiere transgredir? R: Las absurdas, esas que estorbaban a la gente de mi generación en la vida cotidiana, con pasajes tan terribles como por ejemplo el servicio militar. P: ¿Y en literatura? R: A mí gustaría vivir siempre en la frontera, en ese territorio entre lo conocido y lo desconocido que te permite hallazgos nuevos. La transgresión de esa frontera explica lo que más me importa. P: ¿Está de acuerdo con Marthe Robert en que hay dos tipos de escritores, bastardos y legítimos? R: Sin duda. Ese es un punto nuclear de la novela, relacionado con la cuestión de la autoría y con la adopción. Hay dos percepciones de la realidad, porque no tiene nada que ver la que uno tiene de sí mismo cuando tiene la seguridad de ser legítimo o a la de quien cree que es bastardo. P: ¿Cuál es más interesante? R: La literatura del bastardo, porque es el que pone en cuestión la realidad. P: ¿Podría dar ejemplos? R: Preferiría no hacerlo, pero... le voy a dar un ejemplo que no puede ofender a nadie: Vargas Llosa es un escritor bastardo como novelista y legítimo como periodista. P: ¿Y usted, dónde está? R: Me gustaría ser un escritor bastardo. P: Uno de los personajes habla de los editores como la actual encarnación del diablo... R: No estoy de acuerdo, pero esa es la versión de algunos escritores muy necesitados de afecto que buscan un padre en su editor, que lo confunden incluso con la figura del padre, y que no reciben el cariño que creen merecer. P: Si, pero ¿qué ha pasado para que hoy editores, que antes ayudaban a los autores, “les arranquen trozos de alma”? R: No sé, nunca he trabajado con ningún editor que me arrancara nada. Siempre me han mimado. P: ¿Por qué está tan desordenado todo, los nombres, la realidad, los fantasmas? R: No sé, está en nuestra naturaleza. Luchamos, nos sentimos divididos. Hacemos una cosa y pensamos otra. Somos una combinación de luces y sombras. P: ¿Cómo se defiende uno de lo irreal? R: No hay que defenderse, sino abrazarlo. P: Escribió con Forges un libro sobre los números, pero ¿cuál es su favorito? R: Aunque es fácil fascinarse con los números, no tengo supersticiones con ellos.