Image: El asesino ciego

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Novela

El asesino ciego

MARGARET ATWOOD

31 octubre, 2001 01:00

Premio Booker. Trad. Dolors Udina. Ediciones B, 2001. 627 págs, 3.494 ptas

Nos llega esta última novela de Margaret Atwood con la vitola de haber conquistado el prestigioso premio Booker del 2000, tres años después de aquella Alias Grace que había logrado atraparnos con igual fuerza que una buena novela de Hammet o Chandler.

Escribía en la reseña de Alias Grace, publicada en EL CULTURAL en 1998, que continuaba considerando Cat’s Eye como la mejor obra de Atwood. Ahora sin embargo pongo en cuarentena tal afirmación, cautivado por las exquisitas sensaciones e impresiones que me ha causado la lectura de El asesino ciego. Las seiscientas veintisiete páginas de la novela se leen con la avidez de un relato breve y uno hubiera deseado que la autora hubiera continuado encandilándonos tanto por la intrigante historia -o historias, como veremos a continuación- como por el lirismo de una prosa hermosísima, sugerente y envolvente, con toda la sensualidad de la poesía narrada: "Lluvia; es la lluvia fina y moderada de principios de abril. Los jacintos azules empiezan a florecer, los narcisos asoman sobre la tierra y los nomeolvides empiezan a retoñar y se disponen a acaparar la luz. Se acerca un año más de actividad y empuje vegetativo. Las plantas parecen no cansarse nunca. Es porque no tienen memoria. No pueden recordar cuántas veces han hecho lo mismo."

Estos pasajes se potencian al compararlos con otros descarnados y directos, sin concesiones, como el crudo inicio de la novela: "Diez días después de terminar la guerra, mi hermana Laura se despeñó con el coche desde un puente en reparación: se llevó por delante la señal de peligro.[...] De Laura no quedaron más que restos calcinados." Quien narra este pasaje es la anciana Iris Chase Griffen, que ahora, desde la perspectiva de sus más de ochenta años, trata de poner orden a la historia de su vida, en una sublime catarsis cuyo desenlace resulta tan atractivo como inesperado. Porque su vida, la vida de la familia Chase, fue un cúmulo de despropósitos. Desde el matrimonio de sus padres hasta las defunciones más recientes, iremos conociendo las miserias de esta familia, que evocan las de aquella otra, los Wapshot, que inmortalizara el genial John Cheever en La crónica de los Wapshot y El escándalo de los Wapshot. Así, la referida muerte de Laura, cuando tan sólo tenía veinticinco años, no fue un accidente; como tal vez tampoco lo fuera el de la pobre Aimee Griffen, la hija de Iris que tuvo problemas con el alcohol y las drogas... La propia narradora, Iris, fue obligada por su padre a casarse para así salvar el negocio familiar, con Richard Griffen, un hombre de treinta y cinco años, cuando ella tan sólo tenía dieciocho.

Pero no ésta la única trama de la obra. La malograda Laura dejó escrita una novela de tintes futuristas, El asesino ciego, que se incluye, intercalándose con la narración de Isis, dentro de la novela. Los protagonistas en este caso son dos jóvenes anónimos, obsesionados por el sexo y que intentan (re)crear una especie de mundo feliz tomando como referente el imaginario planeta Zircón. Se trata por tanto de una novela dentro de la novela, y en la obra, en su conjunto, se conjugan magistralmente distintas proposiciones genéricas, desde el goticismo hasta la ciencia ficción pasando por el realismo, el romanticismo y el periodismo (gran parte de la información de la familia se conoce mediante artículos de Prensa). En esta obra, sin duda la más ambiciosa en la decena de novelas de Atwood, se tratan además temas de toda índole, la justicia social, la historia, el feminismo ... Quien no se desaliente ante las primeras dificultades, derivadas de la singular estructura narrativa, tiene garantizadas horas de apasionante lectura.