El jardín de Newton
José Manuel Sánchez Ron
6 febrero, 2002 01:00José Manuel Sánchez Ron. Foto: Mercedes Rodríguez
Lujuriante es el jardín que Sánchez Ron pone bajo la advocación de Newton. Y nos lo va enseñando parcela a parcela pero cuidando que no perdamos la percep-ción global de su conjunto. Es el jardín de la ciencia vista a través de su propia historia, sabiendo que -lo dice él mismo- "no hay historia de la ciencia sin ciencia". Pero lo atractivo es el modo de contarla: no tema el lector tropezar con un atracón de leyes, teorías y fórmulas. No en vano la composición del libro es el desarrollo y ampliación de un ciclo de ocho conferencias pronunciadas por el autor ante un público heterogéneo y son precisas amplias dotes de comunicación para mantener el interés hacia unos temas mirados generalmente como abstrusos. Así va presentando los hitos más representativos de las principales disciplinas científicas, y la evolución que han experimentado, con sus avances y fallos. Todo ello en una exposición que, sin perder rigor, resulta tan comprensible y amenamente narrada que parecería novelada. Mucho ayuda a esta impresión el hacer pivotar los descubrimientos alrededor de unos cuantos personajes capitales de los cuales se nos ofrecen biografías elocuentes.Los ocho capítulos, que se corresponden con las conferencias, están dedicados a estudiar las distintas ramas científicas pero deben entenderse como entrelazados en áreas comunes que conforman la unidad de su historia. Son como los colores en que se descompone la luz. Y tengo para mí que a nuestro autor le gustaría que, percibidos esos colores, supiéramos amalgamarlos para que al terminar la lectura nos quedase como síntesis la contemplación de la luz, única y total, de la ciencia.
El primer capítulo traza un recorrido muy bien hilvanado de la historia de las matemáticas. Dos columnas acotan ese trayecto: Eucli-
des, cuyos Elementos marcan el momento más alto de la historia del pensamiento griego, y Güdel, que nos veda la posibilidad de encontrar seguridad ni siquiera en el único lugar donde creíamos que existía, en la matemática. El dueño del jardín, Newton, la mente más poderosa de que tiene constancia la humanidad, protagoniza el segundo capítulo. Es verdad que caben también en él las revoluciones científicas, Vesalio, Copérnico, Kepler, Galileo, y el comienzo del asociacionismo científico, pero las complacencias del autor se concentran en la gran figura que, junto con las tres leyes del movimiento, las que más que ninguna otra teoría científica han influido en la humanidad, nos legó la esencia del método científico moderno.
Durante el siglo XVIII, el de la Ilustración o de las Luces, se consumó la transposición de la Verdad desde los teólogos y sacerdotes a los filósofos y científicos, y terminó alumbrando una revolución científica que elevaría a la química al rango de ciencia comparable a las demás. El personaje representativo es Lavoisier, que compendia en sí mismo la grandeza y tragedia de la Ilustración. El siguiente es Darwin, con toda la estela de controversias que no privan a su teoría del carácter de modelo de investigación científica. El quinto capítulo está dedicado al desarrollo de la fisiología y sus relaciones con la medicina, química y física durante el siglo XIX: Bernard; Cajal; Pasteur, Koch...
Sigue un capítulo en el que el énfasis no está puesto en los científicos y sus ideas, aunque algunos como Faraday o Maxwell ocupen un lugar preeminente. Pero se ha buceado más en los procesos que atañen a la estructura y dinámica de la actividad científica: la química orgánica y la física del electromagnetismo en el XIX. La ciencia empieza a ser valorada por la sociedad, institucionalizada, considerada como un motor para el bienestar. Sí que hay un protagonista absoluto en el penúltimo capítulo: Einstein, "el espejo del siglo XX", ya que su vida y su obra se amoldan a la historia de ese siglo. Y, por último, la biología molecular, una profunda revolución científica por la cual percibimos que el futuro será diferente del presente.
Es éste un libro de la calidad a la que Sánchez Ron nos tiene acostumbrados. Apuntemos que la edición es espléndida y está cuajada de ilustraciones, como también de reproducción de textos de la más alta alcurnia científica.