Beatriz Serrano, finalista del Planeta: "Es muy fuerte que los 200.000 € del premio no den para un piso"
- Su obra, 'Fuego en la garganta', que se publicará el próximo 6 de noviembre, cuenta la historia de una adolescente que crece en la Valencia de los años 90.
- Más información: Paloma Sánchez-Garnica gana el Premio Planeta con su obra 'Victoria' tres años después de ser finalista
La literatura gusta de revisitar el pasado. Aquel lejano, el no vivido, al que solo podemos acceder a través de la memoria ajena y la imaginación. Pero no solo ese. También el que se ha sentido en las propias carnes en una vida que se ha dejado atrás. Es el ayer de la infancia, de quien hemos sido, de lo que vimos con nuestros propios ojos pero que necesitamos revisitar con nuestra mirada adulta. Todo con la esperanza de que, esta vez sí, comprenderemos todo lo que estaba sucediendo entonces.
Este año el Premio Planeta de Novela ha premiado a dos historias que exploran estas dos clases de pasado. Fuego en la garganta, la obra con la que Beatriz Serrano (Madrid, 1989) se ha convertido en la finalista del certamen y ha ganado un premio en metálico de 200.000 €, se sumerge en el segundo tipo, el de los recuerdos fragmentarios de la niñez.
Es, eso sí, una revisita del pasado a través de un filtro más bien poco convencional. Blanca, la adolescente protagonista, se mueve por la periferia de la ciudad de Valencia vestida con camisetas de The Cure y con los ecos de los asesinatos de Alcácer aún retumbando en los miedos y precauciones de los adultos. Pero también sondea los albores de internet con el hambre y entusiasmo de un explorador recorriendo tierra ignota. Todo ello, además, aderezado con el ligero detalle de que en ocasiones siente un "fuego en la garganta" -lo que da título a la novela- tras el cual obra una especie de "milagros".
Pregunta. En poco más de un año ha ganado el Premio Ondas al mejor pódcast conversacional con Arsénico caviar, publicó el otoño pasado El descontento, su primera novela y ahora, con su segunda obra, ha logrado ser el finalista en el Premio Planeta. ¿Cómo está llevando este éxito tan abrupto?
Respuesta. Todavía no le encuentro mucha explicación. El descontento fue un gran éxito, tanto que se está preparando una serie. El Ondas sí que es algo que, aunque es genial, recompensa un trabajo que llevábamos haciendo durante mucho tiempo. Este reconocimiento sí que es algo que creo que está a otro nivel. Lo demás lo he ido viviendo como un proceso más paulatino, más natural, con algunos momentos puntuales de suerte, pero con mucho trabajo y tiempo detrás.
P. El domingo pasado se celebró en Madrid la manifestación por los precios abusivos de la vivienda. Con los 200.000€ que ha ganado -segundo premio literario con dotación económica más alta en España después del primer puesto en el mismo certamen-, ¿podría comprarse un piso en Madrid, donde reside?
R. No. Ni en Madrid, ni en Barcelona, ni en Málaga. Me atrevería a decir que tampoco en Valencia. Es muy fuerte que con 200.000€ no te alcance para comprarte una casa. Yo, al final, este año he tenido tres trabajos: el de escritora, el pódcast y mi trabajo de periodista de redacción de 9:00 a 17:00. En ese último empleo, el más "normal", la mitad de mi sueldo se me va en alquiler. Yo tengo una calidad de vida se podría decir que más alta que la de mis amigos porque, al fin y al cabo, soy pluriempleada. Pero es bastante fuerte que con un premio tan rotundo como el de finalista del Premio Planeta, que parece que te cae el dinero del cielo, no te llegue para comprarte una casa, pero bueno, para una buena entrada sí que da [ríe].
P. Su novela está ambientada en la Valencia de los años 90, pero usted es madrileña, ¿por qué el traslado a esta otra ciudad?
R. Nací en Madrid, pero me he criado en Valencia por el trabajo de mi padre. Desde los tres a los diecicocho años estuve viviendo en Valencia. Luego ya volví a Madrid a estudiar periodismo. Cuando decidí escribir un Coming of age -novela iniciática- y empecé a pensar en infancias, no se me ocurría una infancia madrileña. Mi juventud la he estado viviendo en Madrid, y por eso mismo me era más cómodo ambientar El descontento allí. En el caso de Fuego en la garganta ocurre lo mismo: como esa etapa de mi vida la pasé en Valencia, era más sencillo reconstruir una infancia en ese lugar.
»Cuando imaginaba las calles por las que se mueve Blanca, pensaba en un lugar muy parecido al barrio en el que yo me crié en Alfafar.
P. La periferia de una ciudad, entonces...
R. Sí, es la realidad de los que volvíamos del cole y teníamos que pasar por descampados. Es una ambientación completamente distinta a lo que sería una ciudad al uso o un pueblo. En el libro no digo exactamente dónde es, pero imaginaba un lugar que, aunque es periferia, puedes llegar al centro de la ciudad andando, como Mislata o el barrio de Malilla.
P. ¿Hay un interés especial entre los millennial por revisitar los años 90?
R. Lo que creo que está sucediendo es que las personas que tenemos entre 30 y 40 años estamos empezando a publicar con más asiduidad. Igual que la generación X glorificaba los 80, la generación millennial tiende a pensar en los 90. Este libro apela mucho a la nostalgia. A esos primeros pasos en internet donde todo era mucho más inocente, más colaborativo y amistoso. Recuerdo conocer a otras chicas en webs y que se hicieran mis mejores amigas. Me pasaba horas metida en una habitación frente al ordenador inmersa en ese mundo, y eso mi madre no lo podía comprender.
»Los escritores al fin y al cabo tendemos a recuperar nuestro propio pasado. La infancia es un territorio muy literario y muy importante. Nos marca, nos hace ser quienes somos. El pasado de mi generación es ese, los 90 del miedo porque lo de Alcácer se volviera a repetir mezclado con el descubrimiento de la comunidad de internet.
P. ¿Es por ese motivo por el que ha decidido hacer un coming of age? ¿Para explorar cómo se desarrolla una niña ante una realidad nunca vista en otras generaciones?
R. Creo que sí. Es un género que siempre me ha gustado mucho. Entre visillos de Martín Gaite, Nada de Laforet o los libros de Elena Ferrante son novelas de formación brillantes que admiro. Me apetecía jugar con eso, empezar a acompañar a un personaje adolescente y dejarle libre cuando tiene entre 18 y 19 años.
»Con este libro me he permitido jugar mucho. Juego con los formatos, con los cambios temporales... También con la idea del milagro: ¿Blanca puede hacer de verdad milagros o todo el mundo a su alrededor se empieza a sugestionar y a convencer de que puede hacer milagros? Es algo que quiero que responda el lector, no yo.
P. ¿Qué tipo de espacios visita Blanca en internet?
R. Visita sitios como los creepypasta, esas webs con fondo negro y letras chillonas donde se compartían leyendas urbanas e historias de terror. También entra en páginas de crímenes. A ella no le comentaban qué había pasado con las niñas de Alcácer, los niños de esa época notábamos que había pasado algo, pero los adultos no lo compartían con nosotros. La forma de entender la realidad que los mayores no querían explicar era a través de estos lugares.
P. Hoy en día internet y las redes sociales son un campo de batalla... ¿El mundo virtual que visita Blanca está desprovisto de esa agresividad?
R. Los de Blanca eran años en los que las redes eran una vía de escape. Era un lugar donde conectar con gente con tus mismos gustos que de otra manera no podrías haber conocido porque vivía a muchos kilómetros de ti. Era un mundo que, pese a ser vastísimo, era mucho más sencillo, más amigable. Es normal que haya cierta nostalgia en el recuerdo de aquel internet.