Mario Vargas Llosa y Perú, historia de una pasión: crítica de 'El país de las mil caras', su último libro
Esta selección de crónicas, ensayos, columnas y conferencias, que abarca más de seis décadas, posee todas las cualidades narrativas del escritor.
8 julio, 2024 01:13Casi todos los seres humanos aman y aborrecen a la vez su país natal. El vínculo con los orígenes suele estar impregnado de ambivalencia, como sucede con los padres, a los que inicialmente se adora, más tarde se repudia y, finalmente, se acepta con sus virtudes e imperfecciones, con la certeza de que somos un eco de sus peculiaridades. Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) no es una excepción. "El Perú es para mí –escribe– una especie de enfermedad incurable, y mi relación con él es intensa, áspera, llena de la violencia que caracteriza a la pasión".
El país de las mil caras. Escritos sobre el Perú, selección de crónicas, ensayos, columnas y conferencias que abarca el período comprendido entre 1958 y 2023, corrobora esa relación apasionada del escritor con una nación que aún se debate entre tradición y modernidad, autoritarismo y democracia, unidad y dispersión. La fructífera miscelánea de textos es una especie de suma cultural que incluye crónicas de viaje, estudios literarios y artísticos, análisis políticos y notas autobiográficas.
Vargas Llosa nos cuenta su niñez en Cochabamba, Bolivia, la ciudad a la que se trasladó su familia después de que su padre abandonara a su madre en pleno embarazo. Cochabamba es el paraíso perdido. Allí el pequeño Mario leyó a Salgari, Alejandro Dumas, Mark Twain y otros autores de literatura infantil y juvenil. Aprender a leer fue el mayor acontecimiento de esa época y el hallazgo que determinaría su porvenir.
Vargas Llosa confiesa que prefiere la costa al paisaje de los Andes, pese a ser "serrano" por su condición de arequipeño. Sus dos años en Piura encendieron su imaginación. En esa ciudad descubrió el lado más cálido del Perú, con sus bailes, jaranas y promiscuidad social. Los "cholos" y los "blancos" mantenían allí una relación más fluida y en el desierto que bordeaba el entramado de calles y viviendas se alzaba la Casa Verde, un prostíbulo que inspiraría su segunda novela y que fascinaba a un niño aún lejos de la consumación sexual.
Vargas Llosa admite que trasladarse a Lima le causó una enorme infelicidad. La reaparición de su padre conllevó instalarse en un apartamento de La Magdalena, un barrio de clase media, pero su iniciación juvenil no se produjo en ese escenario, sino en el próspero barrio de Miraflores, donde aprendió a fumar, bailar el mambo y cortejar a las muchachas. Su paso por el colegio militar Leoncio Prado, saturado de machismo y brutalidad, le proporcionó el material para escribir su primera novela, La ciudad y los perros.
Más tarde, la dictadura del general Odría sería la fuente de Conversación en La Catedral, una de las novelas más deslumbrantes del siglo XX. Durante sus años universitarios en San Marcos, Mario abrazó el marxismo movido por el anhelo de justicia social, pero el dogmatismo de sus correligionarios enfrió su entusiasmo, especialmente cuando sus críticas al realismo socialista provocaron que un camarada y amigo le llamara "subhombre". El desencanto con la Revolución cubana impulsó el abandono definitivo del socialismo y la adopción del liberalismo como credo ideológico.
Se agradecen las críticas de Vargas Llosa al gobierno corrupto de Fujimori y su firme defensa de la libertad y los derechos humanos, pero muchos hemos contemplado con estupor su apoyo a Javier Milei. El Nobel peruano sucumbió al "opio de los intelectuales", por utilizar la expresión de Raymond Aron para referirse al marxismo, pero su fervor ultraliberal no está muy alejado de la mística revolucionaria.
El aspecto más interesante de 'El país de las mil caras' se halla en sus textos autobiográficos y en sus apuntes sobre literatura, arte o arqueología
No desdeño los análisis políticos de Vargas Llosa sobre el Perú, pero creo que el aspecto más interesante de El país de las mil caras se halla en sus textos autobiográficos y en sus apuntes sobre literatura, arte o arqueología. Es particularmente hermoso el artículo "Una doncella", publicado originalmente en El País, que describe el hallazgo y la exposición de una momia inca: "Tiene la edad de la Julieta de Shakespeare y, como ésta, una historia romántica y trágica. […] Ahora vive en una urna de cristal [y] se mantiene silente e inmóvil, como un personaje de teatro japonés".
Aunque no ha cultivado la poesía, su pluma siempre ha albergado un aliento lírico y una enorme capacidad de seducción. Es imposible leer su prosa y no experimentar el poder hipnótico de su estilo elegante y preciso. Incluso cuando no se comparte su punto de vista, resulta inevitable continuar leyendo.
Cuando Vargas Llosa evoca el cumpleaños de su abuela centenaria o traza semblanzas de Ribeyro, César Vallejo, José María Arguedas, Luis Loayza o Fernando de Szyszlo pone de manifiesto su versatilidad, revelando una finísima sensibilidad y una aguda comprensión de la vida, la literatura y el arte. No se ha destacado bastante el talento de Vargas Llosa como crítico literario y periodista cultural. Una pregunta sobrevuela todos los textos: ¿Por qué escribir? ¿Por qué urdir ficciones, mentiras que no ocultan su impostura y que llegan a usurpar el vasto ámbito de lo real?
Julio Ramón Ribeyro, genial cuentista y brillante diarista, sostiene que "el acto creativo está basado en la autodestrucción. Escribir significa desoír el canto de sirena de la vida". Por el contrario, Vargas Llosa cree que "las ficciones se escriben y se leen para poder tocar, gustar, oler, ver y oír aquello que, de otro modo, permanecería –como las sirenas– irremediablemente fuera de nuestra vida".
Es imposible leer la prosa de mario vargas llosa y no experimentar el poder hipnótico de su estilo elegante y preciso
El país de las mil caras no es ficción, pero posee todas las cualidades de Vargas Llosa como narrador: prosa cautivadora, sentido de la composición, grandes dotes para la introspección. ¿Cuál es el legado del Nobel peruano? Por supuesto, su obra, una riquísima telaraña que envuelve al lector como un hechizo, invadiendo el mundo real y suplantándolo con arrebatadoras "mentiras". Mentiras que nos ayudan a comprender la realidad y a bucear por nuestro interior.
Pero, sobre todo, Vargas Llosa, al que pude entrevistar con 85 años y que, a pesar de su edad, desbordaba vitalidad y clarividencia, nos transmite una enseñanza que nadie sensato puede impugnar: vivir es una fiesta. El universo quizás es puro azar y ciega necesidad, pero poder contemplarlo y recrearlo es un privilegio: "Aunque carezca de finalidad y de lógica, la vida es una maravillosa fuente de goce y plenitud".
Con su obra cerrada, Vargas Llosa hace tiempo que pertenece al terreno de los clásicos. Se ha puesto a la altura de sus admirados Flaubert, Victor Hugo y Faulkner. El sueño del cadete que sufría la garúa peruana en el Leoncio Prado se ha materializado y en el porvenir alumbrará sueños similares en jóvenes felizmente infectados por la manía de escribir.