El baño, brazo en alto, de los soldados franquistas en las playas de Vinaroz es una de las imágenes más representativas de la Guerra Civil. Tomadas las fotografías el 15 de abril de 1938, en Viernes Santo, inmortalizaron el éxito de la ofensiva rebelde sobre Aragón. La llegada al Mediterráneo abrió una brecha casi definitiva en el territorio republicano. El propio presidente Juan Negrín reconocería ya desde el exilio que aquella fue "la situación más crítica de la guerra".
Aunque lo que sucedía en los frentes parecía decantar irremediablemente la victoria hacia el bando insurgente, a principios de ese verano el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), la principal agencia de inteligencia franquista, trató de dar un "golpe de mano" para terminar las hostilidades de manera definitiva. En los primeros días de julio se ingenió un proyecto que pretendía "provocar determinados actos de violencia en zona roja"; es decir, desestabilizar con mensajes propagandísticos la primera línea y la retaguardia enemigas con el objetivo de desencadenar un levantamiento entre los propios republicanos.
La operación, denominada "Asunto Viernes" y que desvela el historiador Carlos Píriz en su libro En zona roja (Comares), le fue encargada a la Quinta Columna, las numerosas y potentes organizaciones clandestinas infiltradas en las principales ciudades todavía bajo dominio de la República. El día 21 de julio, el general José Ungría, el jefe del SIPM, envió a sus sucursales del Ejército del Sur (Sevilla), Norte (Zaragoza) y Centro (Valladolid) un documento en el que se detallaba la misión, aunque con instrucciones a priori contradictorias, de difundir los materiales "ampliamente por la zona roja" y con "la debida discreción".
A pesar de la inesperada ofensiva sobre el Ebro del Ejército Popular de la República, los servicios de espionaje de Franco fijaron el golpe para la madrugada del 14 al 15 de agosto de 1938. Además de la labor de los agentes quintacolumnistas reproduciendo en suelo hostil el manifiesto de llamada a la insurrección, el SIPM quiso avivar las posibles deserciones en la primera línea radiando consignas propagandísticas.
Ungría, que pretendía jugar la baza de la guerra psicológica, definió personalmente varias de las proclamas. Una de ellas decía: "Milicianos y soldados del Ejército Rojo: se acerca el día de vuestra redención. Todos podéis contribuir a lograrla actuando en el momento preciso. Cumplid ciegamente la consigna y veréis cómo con esfuerzo os llega el amanecer. ¡Arriba España! ¡Viva Franco!".
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La consigna era la siguiente: "En la noche del 14 al 15 de agosto próximo, en cada posición, cada puesto [de] mando, cada pueblo de retaguardia, cada parque, cada aeródromo, en todas partes, en una palabra, deberéis inutilizar fulminantemente y a la vez, sin reparar en medios, a vuestros Jefes y a sus hombres de confianza, aprovechando vuestra superioridad invencible de diez contra uno". A continuación debían tirar las armas, levantar la bandera blanca y pasarse a las filas franquistas.
Operación fallida
Pero el plan se torció muy poco antes de iniciarse. El 13 de agosto a las 20 horas los servicios de escucha del Estado Mayor de la Segunda Sección del Cuartel General del Generalísimo descifraron un telegrama del enemigo. El Subinspector General de Seguridad republicano comunicaba desde Albacete mediante despacho "urgentísimo" al Inspector General de Seguridad del Grupo Uniformado de Barcelona una "información indubitable": el "Mando faccioso" estaba preparando acciones de violencia en la zona leal al gobierno de la República.
El SIPM rápidamente remitió un mensaje a sus oficinas del Norte, Centro y Sur y por radio a sus secciones en los distintos ejércitos de que "Asunto Viernes" había sido descubierto. "Es urgente se avise a todas las unidades del frente, extremen precauciones caso de observarse banderas blancas u otras anormalidades en las líneas enemigas, por si pudieran encubrir un engaño", alertaba la agencia.
Lugares como Valencia, Alicante o Segorbe las autoridades republicanas adoptaron máximas medidas de seguridad —en la capital valenciana, de hecho, se llegaron a acuartelar las tropas, incluidas las de Asalto—. En Barcelona algunos jefes y subjefes de la Quinta Columna salieron a la calle el domingo 14, pero se dispersaron ante la ausencia de órdenes. El SIPM se enteraría más tarde que en la Ciudad Condal, en la mañana del día siguiente, circularon coches del Ejército republicano preguntando por "los jóvenes que esperaban las armas". Muchos conspiradores esquivaron la trampa, pero otros cayeron detenidos.
El proyecto "Asunto Viernes" se había originado a raíz de lo que el propio servicio de inteligencia franquista denominó internamente "Asunto 'Casa Ben Hamour'". Fue un proceso desconcertante y poco productivo nacido a raíz de la propuesta que José Moreno Galvache, un destacado político que había militado en Unión Republicana y desempeñado cargos como la alcaldía de Murcia o subsecretariado de varios ministerios, envió al SIPM a mediados de 1938: aseguraba poder rendir la región sureste peninsular. Aunque tampoco prosperó, hizo pensar a la agencia sobre dar un golpe lejos de los campos de batalla.
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El fiasco de la operación no solo se explica por el éxito del contraespionaje republicano, sino también por la detención de uno de los espías predilectos de Ungría, Julio Brocard, alias Leblond, y la actuación de Charles Duret, alias Pepe, un agente doble que se infiltró en uno de los grupos rebeldes y logró desmantelarlo. Si bien el SIPM celebró el fallido golpe consolándose con comprobar el "concluyente [...] estado de inquietud" del enemigo, se concluyó que no podría volver a repetirse "a gran escala". Desde entonces, la nueva hoja de ruta de la Quinta Columna consistió en extenderse, sabotear y asesinar con el mismo objetivo: acelerar el desenlace de la guerra.
Golpistas fracasados
La investigación de Carlos Píriz, basada en una veintena de archivos —es el primer libro que ha manejado en su totalidad el fondo documental del SIPM—, ofrece "un relato distinto" sobre la Quinta Columna, abordada por primera vez de manera global y problematizada. El historiador vierte luz sobre personajes trascendentes y desconocidos como José María Taboada Lago, un propagandista católico que creó en Madrid una organización clandestina para boicotear a la República, y episodios como los brutales bombardeos de Barcelona en marzo de 1938, cuyos objetivos habían sido marcados desde dentro.
El doctor en Historia Contemporánea y experto en el estudio de los servicios de inteligencia y las policías políticas de las dictaduras ibéricas del siglo XX derriba el mito de que la Quinta Columna fue una consecuencia del "terror rojo" y señala que en realidad se trató de la adaptación de los golpistas fracasados a un nuevo escenario bélico no esperado. También concluye que el servicio secreto franquista buscó siempre una conclusión temprana de la guerra y sus organizaciones infiltradas —algunas promovieron y controlaron los golpes de marzo de 1939— fueron su medio de fuerza para conseguirlo, como demuestra el "Asunto Viernes".