El mejor teatro de 2022: en la muerte, la enfermedad y la locura
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La metaficción se apodera de la escena. La experiencia vital de los autores muta en obras que dialogan con una realidad líquida y cambiante, compleja de aprehender sobre la escena. Carolina África nos adentró en la cárcel, Pablo Remón en las bambalinas del cine, Gabriel Calderón en la batalla contra la muerte de su hermana... Teatro para levantar acta y para la catarsis.
1. El cuaderno de Pitágoras
Carolina África
Teatro Valle-Inclán
La prisión es un tema que ha dado un buen número de obras de teatro, películas y narraciones, casi siempre desde la vertiente dramática o de acción. Carolina África (Madrid, 1980), sin embargo, se inspiró en su experiencia personal como voluntaria en un módulo penitenciario para esta ficción dramática que presenta en forma de comedia liberadora. No solo es una tejedora de ficciones que conoce la cualidad de la acción para hacer avanzar el relato, también dosifica los momentos dramáticos, dialoga con verdad y es precisa y eficaz a la hora de componer tipos. Y sabe cómo contarlo: dispone escenas principales y otras secundarias que se suceden. Todo, con brotes de humor.
2. Los farsantes
Pablo Remón
Teatro Valle-Inclán
Como ya hizo en El tratamiento, Pablo Remón (Madrid, 1977), dramaturgo y director en racha en los últimos años (Mariachis, Doña Rosita, anotada), reincidió en hacer autoparodia del universo cinematográfico: guionistas, actores, directores, productores... Desternillante, surrealista, esperpéntica... El público pasó un rato estupendo y lo reconoció con sucesivos llenazos en el Teatro Valle-Inclán mientras estuvo en cartel. Fundidos con sus respectivos papeles Bárbara Lennie, Francesco Carril, Nuria Mencía y Javier Cámara, que volvió a las tablas después de muchos años alejado de ellas.
3. Là
Baro D'Evel
Naves del Español
El subtítulo del montaje, ‘Obra en blanco y negro para dos seres humanos y un cuervo’, da alguna pista de su naturaleza. Primera parte de un díptico, Là es un prólogo, un gesto bruto y desnudo que circula entre cuerpos y voces, entre ritmos, caídas e impulsos. En Là nada se fija, nada se instala, todo se precipita a un espacio sin fondo. Esta primera obra, avanzadilla de Falaise, muestra esa lengua sin palabras ni pausas que se desarrolla bajo nuestras existencias. Es un tributo a los gestos ignorados y a los impulsivos: los de la sacudida, los del espasmo o del grito. Los de la vida a cualquier precio.
4. La voluntad de creer
Pablo Messiez
Naves del Español
Para Pablo Messiez (Buenos Aires, 1974) lo de narrar historias es un asunto secundario cuando se remanga con un espectáculo. Lo que busca es regalar experiencias. Hacer sentir a los espectadores que han hecho un viaje y que no se vuelve igual del mismo. Con La voluntad de creer lo consiguió sin duda, igual que hizo con la catártica Las canciones. Una inmersión en una emponzoñada familia, con resquemores ancestrales, de la mano de un reparto en estado de gracia y con la película Ordet de Dreyer como motor inspirador. Poética y memorable. Para creer de nuevo en el teatro.
5. Elogio de la estupidez
Darío Facal
Naves del Español
Dos horas muy divertidas pasamos gracias al incisivo bisturí de Darío Facal (Madrid, 1978), que lo aplicó sin piedad a muchas de las derivas sociales. Sátira de nuestra propensión al ridículo por enmascarar la realidad con los preceptos morales de la corrección política. Basada libremente en Bouvard y Pécuchet de Flaubert y con título tomado de Erasmo de Rotterdam, Elogio de la estupidez se erigía en autodefensa del ciudadano confundido en un magma de corrientes ideológicas contrapuestas. Un territorio en el que es difícil perderse y no acabar convertido en un imbécil lleno de argumentos.
6. Pundonor
Andrea Garrote
Teatro La Abadía
Delicioso monólogo el que nos ofreció Andrea Garrote (Buenos Aires, 1972), autora, intéprete y codirectora, junto a Rafael Spregelburd, de Pundonor. Comedia intelectual en la que se aportaban las dosis exactas de levedad y profundidad combinadas con maestría. Servida como conferencia pronunciada por la doctora Pérez Espinosa que diseccionaba a uno de los pensadores de referencia de aquel Mayo francés del 68, Michel Foucault, pero lejos de un plomizo carácter sesudo y discursivo. Un texto ingenioso que engarzaba la historia personal que Garrote nos revela con las ideas del totémico pensador.
7. El viento es salvaje
Ana López Segovia
Cuarta pared
Las Niñas de Cádiz (Alejandra López, Teresa Quintero, Alicia Rodríguez, Rocío Segovia y Ana López Segovia) nos contaron una fábula sobre nuestro destino trágico. Desafíaron al mismísimo Aristóteles y se tomaron a risa lo que él sentenció. Demostraron que las desgracias decrecen con humor. La obra era una parodia de los mitos trágicos, una trasposición a la comedia de la peripecia que se cuenta en las tragedias de Fedra y Medea. Dos amigas se quieren como hermanas, pero Dios no ha querido bendecirlas por igual, ya que mientras una goza de fortuna, la otra tiene mal fario. Desternillante.
8. Silencio
Juan Mayorga
Teatro Español
Juan Mayorga (Madrid, 1965) empezó un año espléndido para él (Premio Princesa de Asturias de la Letras y nombramiento como nuevo director de La Abadía) con Silencio, una obra que subió al escenario su magnífico discurso de ingreso en la RAE. En el trasvase, que demostró que para el autor madrileño la distinción entre realidad y teatro es una convención insignificante, contó con una cómplice de altura. Blanca Portillo se metió en el personaje que era trasunto —en gran medida— del propio Mayorga. El valor de la palabra expresada contrastado con el del silencio en la historia del teatro.
9. Ana contra la muerte
Gabriel Calderón
Teatro La Abadía. Festival de Otoño
Gabriela Iribarren, Marisa Betancur y María Mendive protagonizaron un montaje en el que se mostraba el poder del verbo para influir sobre las emociones y el tiempo. Nos encontramos con una historia sobre una madre que confiesa que sería capaz de “robarle la enfermedad” a su hijo con tal de salvarle. Pero Ana contra la muerte no era un drama sentimental. Era un grito metafórico atravesado por cuestiones filosóficas, porque se plantea qué hay detrás del rechazo a la muerte, y cuestiones psicológicas, porque aborda todo lo que hay detrás de la manipulación de la memoria.
10. Lectura fácil
Cristina Morales
Dirección y adaptación: Alberto San Juan. Teatro Valle-Inclán
Andaba muy mosqueada Cristina Morales (Granada, 1985) con la serie elaborada por Anna R. Costa. Alegaba que perdía en el tránsito su radicalidad. Donde está claro que no lo pierde es en la versión que manufacturó Alberto San Juan, en la que la propia Morales participó en la confección del movimiento escénico con su compañía Iniciativa Sexual Femenina. El rigorismo legal y la doblez burocrática frente a la vida. Era la dialéctica de fondo del libro, un fenómeno de ventas doblemente premiado (Herralde y Nacional), que San Juan ha plasmado con sabio sentido del espectáculo.