Flotats en su personaje
"El teatro de Guitry es de una elegancia inexistente en nuestros días"
19 noviembre, 2010 01:00Flotats, caracterizado de Beaumarchais
Beaumarchais es un estreno mundial, ya que la obra de Sacha Guitry jamás ha sido representada. Josep Maria Flotats la protagoniza en el Español de Madrid, pero en esta ocasión acompañado de treinta actores, entre los que figuran Pedro Casablanc, Carmen Conesa y María Adánez. Una ambiciosa producción que aplaza su estreno al martes 30 de noviembre y que estará hasta el próximo año.
La ocasión se la brinda ahora Beaumarchais, texto de Sacha Guitry (San Petersburgo, 1885-París, 1957) que relata la vida del fascinante autor de El barbero de Sevilla y Las bodas de Fígaro. Es un montaje inconcebible para estos tiempos de crisis económica, ya que el número de personajes que desfilan por él supera los 60. Producida por el Teatro Español de Madrid, Flotats se ha rodeado de tres artistas que deben su fama a sus trabajos en el Piccolo de Strehler: el escenógrafo Ezio Frigerio, su mujer, la figurinista Franca Squarciapino, y el iluminador Vinicio Celi. El elenco lo forman 30 actores, muchos de los cuales se doblan en dos y tres roles.
80 trajes para Beaumarchais. Flotats cita a El Cultural justo el día en el que tiene la prueba de vestuario con Squarciapino. La figurinista es una experta en la indumentaria del XVIII. Ha diseñado unos 80 trajes para el elenco y, como cuenta el propio actor, su labor es muy ilustrativa, ya que a partir de sus vestidos el público va a poder descubrir la evolución que experimentó el traje en el Siglo de las Luces.
La obra transcurre desde el reinado de Luis XV hasta la época de Napoleón, momento en el que Beaumarchais fallece. "Flotats ha querido unos trajes fieles a la época, muy franceses, muy Comedie Française. Lo que el público observará es que el traje femenino se va haciendo más sencillo y más ceñido, desaparecen los corsés y miriñaques, y acaba imponiéndose el estilo imperio. Y para los caballeros, los chalecos se acortan", explica la figurinista.
El actor luce en escena unas ocho vestimentas, entre trajes, batas y abrigos. Son de unas sedas lujosísimas, de un colorido hoy impensable para un caballero. Descarta unas medias blancas que le van por debajo de la rodilla porque "con ellas hasta Laurence Olivier haría reír", ironiza. Está en escena las dos horas que dura la obra y tan sólo sale para cambiar su vestimenta. El equipo de vestuario anda preocupado con el trabajo que le aguarda entre bambalinas, durante la función.
"Este abrigo y sombrero es de la escena en la que estoy en Londres, soy un espía enviado por Luis XV", explica, mientras un enjambre de ayudantes van tomándole medidas y corrigiendo errores; "la bata roja es para la escena de Sacha Guitry", añade, porque Flotats también da vida al autor de la obra: "Me divierte ser Flotats que interpreta a Guitry, quien a su vez monta Beaumarchais con su compañía", explica sobre el planteamiento dramatúrgico.
Cuando habla, Flotats se detiene más en Guitry que en Beaumarchais, como si le fascinara más el primero que el segundo: "Hay en torno a 60 biografías sobre Guitry, en francés y en inglés, lo que demuestra el atractivo que suscita un personaje que escribió 150 obras de teatro, de las cuales 120 las dirigió y protagonizó, sin contar las películas. Y siempre tuvo apoteósicos éxitos. En una de estas últimas biografías lo llamaban el Molière del siglo XX".
Pero tampoco desmerece al ilustrado: "Tuvo 40 barcos para comerciar, fue agente secreto de Luis XV y Luis XVI, comerciante, editor, duelista, mercader de esclavos, apoyó la Revolución y tuvo que huir de ella. Aventurero con talento y hombre brillantísimo que, además, escribió dos joyas del teatro como El barbero... y Las bodas..".
Estreno mundial. Admiración por dos personajes que le han llevado a concebir su espectáculo como un juego de muñecas rusas. "En esta obra te das cuenta de que Guitry escribe la biografía de Beaumarchais hablando de la suya. Lo que me apetece a mi es este juego de teatro dentro del teatro que siempre me ha gustado y que me permite rendir homenaje a dos hombres, dos escritores y dos enamorados del teatro".
Tiene esta producción el carácter de estreno mundial. Nunca se ha representado. Y esgrime Flotats dos razones: "Ésta es la última obra que escribe Guitry, en el 50. Él escribía para protagonizar y dirigir sus obras, pero en este momento está ocupado con el cine. Siempre fue un productor privado, independiente, y duda de que la obra pueda representarse porque hay 68 personajes. Pero llega a hacer un reparto ideal, hipotético, en el que figuran todas las estrellas de la época: Madelaine Renaud, Jean Louis Barrault, Danielle Darrieux, Fernandell... todos los grandes, incluso Orson Welles. Creo que no se representó por lo costoso de la producción. Curiosamente él dejó en blanco el espacio en el papel de Beaumarchais, pienso que se lo adjudicaba".
La segunda razón está en relación con la condena al silencio que Guitry sufrió por la intelligentsia de la época: "Guitry no fue muy apreciado por las gentes del teatro que, a partir del 55, controlaron los centros dramáticos de provincia y los teatros oficiales, los que podían montar esta obra. Estaban controlados por hombres de izquierda y consideran a Guitry un autor de teatro burgués. Entonces estaba de moda Brecht y Sartre. Y claro, pesa esa calumnia enorme sobre Guitry que le acusa de colaboracionista con los nazis y que se ha demostrado que fue falsa, tanto que fue oficialmente rehabilitado por el Presidente de la República. Durante la ocupación alemana él siguió haciendo teatro, como otros, y por eso lo denunciaron. Pero es que, además, se demostró que ayudó a liberar a un buen número de judíos, como a Tristand Bernard".
Guitry, afortunadamente, ha sido rehabilitado y desde hace dos lustros figura todas las temporadas en la cartelera parisina. Flotats también se enorgullece de ver cumplido un viejo sueño, el de representarlo en España: "Su escritura es siempre brillante, de altura, muy francesa del XVIII, porque él es un hombre del XVIII. Es decir, forma y contenido exquisitos. Escribe siempre en clave de comedia, con distancia e ironía. Para mí, es primo hermano de Noel Coward. Hace ese teatro social, brillante, ingenioso, de una elegancia inexistente en el mundo que vivimos. Incluso en los momentos más crudos y difíciles, hay ironía, y eso me fascina . Me recuerda a la película La vida es bella, de Bellini".
Afrancesado de la escena.
Este año, antes del verano, a Josep Maria Flotats le fue impuesta la condecoración de Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, ascendiendo un grado en la orden, pues ya era caballero. Ante un público amigo, el embajador agradeció a Flotats ser el "afrancesado" de los escenarios españoles. Así ha sido desde que abandonó la Comedie Française y comenzó a actuar en nuestros teatros, allá por 1985, con su célebre Cyrano de Rostand. Un repaso a lo que ha hecho desde entonces -Molière, Musset, Labiche, Yasmina Reza, Jouvet, Brisville- revela la tradición de la que procede. Y es una suerte para el público español que un actor de su categoría haya buscado su encuentro.
Víctimas rehabilitadas
por Ignacio García May
El teatro del siglo XX está lleno de dramaturgos estupendos que fueron sacrificados al nefasto Moloch de la modernidad. Su delito imperdonable fue escribir textos comprensibles, personajes cercanos al espectador, y diálogos con sentido en una época en que la intelligentsia, siempre tan escasamente inteligente, decretaba la proscripción de todas estas cosas. Pero como el tiempo y el talento son implacables hoy la vanguardia parece un perro intentando morderse el propio rabo mientras que muchos de aquellos autores se redescubren tan frescos como el primer día. Ha sucedido este año dos veces con Eduardo de Filippo, ausente, durante años, de nuestras programaciones y ahora de moda gracias a El arte de la comedia y a la sobresaliente puesta en escena de Con derecho a fantasma. Y sucederá con Sacha Guitry cuyo Beaumarchais han tenido el buen gusto de recobrar Flotats y el Teatro Español.
Guitry fue un personaje fabuloso: actor, dramaturgo, cineasta, creció obsesionado por un padre, también estrella del teatro, con el que mantuvo una compleja rivalidad y al que llegó a parecerse físicamente de forma espeluznante. Fue también un trabajador inagotable: escribió alrededor de 80 obras y dirigió unas 40 películas. A mediados de los años veinte las carteleras parisinas programaban hasta cuatro textos suyos a la vez, para desesperación de sus rivales. Se le acusó, torticeramente, de colaboracionista durante la ocupación alemana pero utilizó la admiración que los oficiales alemanes le profesaban para ayudar a cuantos acudían a él. Aficionado a los personajes históricos (fue Napoleón, Mozart, Debureau, Talleyrand, Pasteur y hasta encarnó a su propio padre) no es extraño que se apasionara por Beaumarchais, relojero, espía, revolucionario y dramaturgo: hacía falta un artista proteico para encarnar a otro.