Fiesta barroca en la Compañía
Cuarto centenario de Rojas Zorrilla
4 octubre, 2007 02:00Los actores Miguel Cubero y Juan Messeguer en una escena de la obra
La Compañía Nacional de Teatro Clásico celebra el cuarto centenario de Rojas Zorrilla con el montaje de Del rey abajo, ninguno, una de sus piezas más populares. Dirigido por Laila Ripoll, se presenta hoy en el Teatro Pavón de Madrid.
Esta apología del monarca y de su poder absoluto es la base de la obra. Rojas presenta un Alfonso XI "buenísimo, que es poco menos que Dios", según Ripoll, pero que no se entera de las fechorías que cometen a su alrededor una cohorte de cortesanos. Para abrirle los ojos necesita una ayuda ajena, que procederá de un inmaculado, y supuesto, aldeano capaz de caer hasta en la deshonra por su señor.
La contraposición de ambos mundos es lo que más ha atraído a Ripoll del título de Rojas Zorrilla. Habitual de los clásicos españoles y entusiasta de Lope de Vega, la directora ha planteado un montaje donde chocan "luz y sombra, corte y campo, cortesanos sinvergöenzas con aldeanos noblotes y a veces brutotes".
Loa, entremés y danzas
Ripoll ha hecho también un viaje por el tiempo para zambullirse por completo en el teatro barroco. La directora ha respetado el texto de Rojas -excepto en el cambio de época y rey, que pasan a ser los del autor, el siglo XVII y Felipe IV, en vez de los originales- pero le ha añadido todos los acompañamientos de ese teatro. Así, Del rey abajo, ninguno viene precedida por una loa, género que servía a las compañías para ganarse al público alabando al pueblo donde actuaban, o a sus santos o personajes ilustres. En el intermedio se representa también un entremés, y luego se añaden partes cantadas y bailadas para las que los especialistas Alicia Lázaro y Marcos León han hecho un auténtico trabajo de campo por los Montes de Toledo. Con el vestuario ha ocurrido otro tanto, aunque para diseñar los trajes Almudena R. Huertas sólo ha tenido que desplazarse hasta el Museo del Prado y allí, de los cuadros de Velázquez, obtener la inspiración necesaria para recrear una época en la que "el teatro era la fiebre nacional" de un Imperio camino del ocaso. Pero al que le gustaba mucho divertirse en los corrales de comedias y en los teatros de la corte, del rey abajo, todos.