Teatro

Ibsen, solo contra todos

Gerardo Vera lleva al siglo XXI 'Un enemigo del pueblo'

25 enero, 2007 01:00

Francesc Orella, Olivia Molina, y Elisabet Gelabert

Gerardo Vega y el Teatro Valle-Inclán siguen con su empeño de revisitar los clásicos teatrales de los dos últimos siglos. A los estrenos de Divinas palabras y Así es (si así os parece), le sigue ahora el de Un enemigo del pueblo, que estará en cartel en la sala del Centro Dramático Nacional hasta el 25 de marzo.El montaje -con interpretación de un reparto de más de una treintena de actores, encabezado por Francesc Orella y Elisabet Gelabert- cuenta con dirección del propio Vera según una adaptación de Juan Mayorga.

Ambos han optado por convertir el texto decimonónico de Ibsen en uno del siglo XXI, aunque el montaje mantiene la trama original que presenta las consecuencias que tendrá para un doctor su denuncia de que las aguas del balneario del que vive el pueblo están contaminadas. Lo que sí han buscado Mayorga y Vera, en cambio, ha sido "refrescar el lenguaje, dar mayor peso a los personajes femeninos y reforzar la presencia de los medios de comunicación" que, tiempos obligan, no son ya un periódico de provincias como ocurría en el original de Ibsen , sino una televisión local.

El cambio permite realzar la visión de la ciudad como "antagonista colectivo del doctor Sotckman", continúa Mayorga. Asimismo, "subrayar en la obra aquello que tenía de profética", como la colusión entre el poder y los medios de comunicación o el sacrificio de la verdad y del individuo a la razón de Estado.

A ese motivo -la ruina del pueblo en caso de que se conozca la contaminación de las aguas- se acogen todos sus vecinos y los familiares del protagonista para protagonizar un enfrentamiento con su hasta entonces respetado doctor, que le llevará a quedarse sólo ante todos los peligros.

Vera subraya esta situación, con todas las contradicciones que existen. Para el director de Un enemigo del pueblo, Ibsen muestra el riesgo que corre un individuo al enfrentarse con la mayoría de sus compatriotas, pero la obra no se queda ahí, sino que también recoge "ese dibujo tan contradictorio del intelectual riguroso y comprometido con sus ideas" que puede llegar a estar "dominado por un absoluto egocentrismo". Incluso, continúa Vera, ese " idealismo, de nobles impulsos, puede ocultar sutilmente un real deseo de poder" por su parte.