Teatro

De viaje hacia el matrimonio

La Compañía Nacional de Teatro Clásico estrena "entre bobos anda el juego"

4 julio, 1999 02:00

Gerardo Malla vuelve a la Compañía Nacional de Teatro Clásico para dirigir "Entre bobos anda el juego", un vodevil de Francisco de Rojas Zorrilla, considerado como la primera comedia de figurón. Se trata de una obra itinerante, ya que sus personajes recorren varios escenarios siguiendo el camino que une Madrid con Toledo. El reparto viene encabezado por un actor de la vieja escuela del verso como es Rafael Castejón y otros más jóvenes como su hijo Jesús, Cristina Marcos, Janfri Topera o Paloma Paso Jardiel.

"Entre bobos anda el juego" se usa cuando los que pretenden alguna cosa son tan diestros y astutos que difícilmente se dejarán engañar.

Fiel a su cita con Almagro, la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) estrena el próximo 8 de julio la que será su única producción durante este año: "Entre bobos anda el juego", de Francisco de Rojas Zorrilla, uno de los títulos más comerciales de su época (1638) y también el más destacado de su autor. Con su puesta en escena, la CNTC salda la deuda contraída con Rojas Zorrilla, ya que nunca antes había representado una obra suya y, además, según el director de la compañía, Rafael Pérez Sierra, ofrece un nuevo género: la comedia de figurón, es decir, aquella cuyo principal recurso cómico es el protagonismo de un personaje grotesco al estilo de la comedia de Molière.
El título supone la vuelta de Gerardo Malla al teatro clásico después de interesarse en los últimos años por textos contemporáneos como "La heredera", "Píntame en la eternidad" (en la que también actuaba) o "Los árboles mueren de pie", algunos producidos por su empresa Pentación. Ahora, le gustaría volver a saborear el éxito que obtuvo en 1991, cuando estrenó con la CNTC "El desdén con el desdén", de Moreto. Según dice, su experiencia con los clásicos -Malla comenzó en la compañía de José Tamayo y Nuria Espert y trabajó después con Marsillach- le ha servido en esta ocasión para conducir a sus actores hacia una buena declamación del verso.

Una antiloa
La representación de "Entre bobos..." tiene además otra particularidad: la de hacerlo al estilo del siglo XVII. Es decir, precedida de una loa, género menor pero muy habitual del teatro del Siglo de Oro, que se recitaba al principio de la función para agradecer o enaltecer al pueblo donde tenía lugar la representación, sus santos o sus personajes ilustres. Por lo general, las recitaba el autor de la compañía y con posterioridad a Lope de Vega se independizó de la pieza teatral.
La elegida para esta ocasión la firma Agustín de Rojas Villandrando, un autor especializado en el género que solía recitarlas él mismo. Como explica Gerardo Malla, "ésta tiene la singularidad de que más que alabar al público, lo vitupera. Es una antiloa, ya que al final se encara con los espectadores exigentes en vez de alabarlos". Versa sobre el mundo del teatro y de los actores que, tras padecer las inclemencias del tiempo en sus viajes, han de "contentar a tantos gustos/ y dar gusto a tantas gentes".

Don Lucas, el figurón
De la obra se dice que es la primera comedia de figurón conocida de nuestro teatro barroco, es decir, que el retrato de sus personajes es el principal recurso cómico. Algo novedoso en el panorama de un teatro que se apoya en la trama, en la acción. Cierto que hay obras que proponen un retrato de sus personajes pero lo hacen incidentalmente, porque no hay una caracterización completa de éstos. En "Entre bobos..." sí la hay. La acción gira en torno a Don Lucas, de quien su criado Cabellera hace un retrato grotesco a Doña Isabel de Peralta (mujer a la que pretende infructuosamente) nada más comenzar la obra: "Don Lucas del Cigarral/ cuyo apellido moderno/ no es por su casa, que es/ por un cigarral que ha hecho,/ es un caballero flaco,/ desvaído, macilento,/ muy cortísimo de talle,/ y larguísimo de cuerpo;/ las manos, de hombre ordinario;/ los pies, un poquillo luengos,/ muy bajos de empeine y anchos,/ con sus Juanes y sus Pedros;/ zambo un poco, calvo un poco,/ dos pocos verdimoreno,/ tres pocos desaliñado/ y cuarenta muchos puerco; [...]."
Al parecer la caricatura tiene algo del autor. Rojas era toledano, calvo y también sucio, rasgos por los que era objeto de burla en los llamados "vejámenes" o epílogos obligados de los torneos poéticos. En éstos, era habitual que el secretario del jurado sacara a relucir los defectos de sus compañeros de letras aumentados hasta lo ridículo. En uno de éstos, Rojas salió muy mal parado y decidió vengarse con una terrible sátira que provocó que sus enemigos le propinaran algunas cuchilladas, poniendo su vida en peligro. Precisamente, durante la convalecencia escribió "Entre bobos...".
La obra sucede durante un viaje que emprende un noble venido a menos y su hija, a la que quiere casar con un nuevo rico de pueblo. Pero la dama está enamorada de otro caballero, menos adinerado, y que a su vez es pretendido por la hermana del pueblerino.

Emparentarse con un gañán
Como explica Gerardo Malla "el tema no es novedoso, ya que plantea cómo el mundo arruinado de la ciudad debe recurrir a emparentarse con un gañán de pueblo hasta que es el propio burlado, Don Lucas, quien prepara su venganza". Pero, a su juicio, tiene dos aspectos curiosos: "lo habitual al unir dos clases sociales distintas es que el gañán llegue a la corte a enfrentarse con una aristocracia decadente. Aquí no. Es la familia noble de Madrid la que se desplaza al domicilio del nuevo rico", y lo hace siguiendo el camino que une la capital con Toledo, parándose en sus posadas y haciendo de la pieza lo que en el cine llamaríamos una "road movie".
Esta estructura de comedia itinerante permite a su autor construir una obra de intrigas y enredo, con muchas puertas y ventanas que se abren y cierran, equívocos y encuentros sorpresa en la oscuridad de la noche; en fín, una comedia ligera que, según Malla, "es un vodevil con todos sus aditamentos".
Estas numerosísimas escenas que se suceden a lo largo del viaje planteaban un problema escenográfico que Malla y Pedro Moreno han resuelto con brillantez. Han recuperado los telones pintados que usaban antaño las compañías, cuya mayor virtud es precisamente la facilidad y rapidez para ubicar al público en los ambientes de la obra. Pero también la de mantener la poesía del juego escénico que tanto defiende el director, porque si bien estos decorados buscan mostrar con fidelidad la realidad, no dejan de ser una abstracción que, como cualquier pintura, apela a la imaginación del espectador. Y eso es precisamente lo que Malla reivindica del teatro: "su capacidad de hacer visible lo invisible, es decir, que un actor sea capaz de hacer creer a su público que tiene piojos con la simple acción de rascarse o de que hay un río porque hace vibrar un cinta".
Hay también escenas de mayor complicación, que se suceden en dos escenarios a la vez y que han permitido al director ofrecer una concepción moderna de la obra, ya que para explicarlas se proyectan unas sombras chinescas y un tebeo. Sin embargo, aclara: "las dos proyecciones audiovisuales pueden tener un carácter trasgresor de las normas, pero lo que me interesa es reafirmar lo teatral. Hay una cierta tendencia en el teatro de hoy a buscar elementos cinematográficos o audiovisuales, pero yo creo que el teatro debe ganar su batalla en cuanto teatro. Y lo fundamental es el texto y los actores, lo demás debe arroparlos con sencillez aparente".

Actores de la escena
Aún así, Malla se ha rodeado de un equipo técnico notable para envolver a su actores. De éstos, señala que son "actores de la escena", con los que, según dice, ha trabajado el verso hasta la exasperación. Figuran Rafael Castejón, de la vieja escuela del verso, y su hijo Jesús, que interpreta al protagonista Don Lucas. Cristina Marcos (Doña Isabel), Mónica Cano (Andrea), Janfri Topera (Cabellera), Francisco Lahoz (Don Pedro), Jesús Fuente (Carranza), Rafael Ramos de Castro (Don Luis) y Paloma Paso Jardiel (Doña Alfonsa). La iluminación es de un habitual de la Comedia, Juan Gómez Cornejo, la música, de Miguel Malla y los figurines, de Pedro Moreno que, en su línea, persiguen poner una nota de fantasía y humor. La adaptación es obra del director y de Pérez Sierra, cuyo trabajo ha consistido en clarificar algunos pasajes del texto.