Image: El Lebrijano: “Gabriel García Márquez no es de este mundo”

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Música

El Lebrijano: “Gabriel García Márquez no es de este mundo”

5 junio, 2008 02:00

Juan Peña el Lebrijano. Foto: M. Peña

Vuelve Juan Peña el Lebrijano a hundir su arte en la literatura. Tras Caballero Bonald y Félix Grande le toca el turno a García Márquez con Cuando Lebrijano canta, se moja el agua. Hoy lo presenta en el Instituto Cervantes de Madrid.

No ha sido fácil para Juan Peña el Lebrijano elaborar una obra tan compleja, intrincada y a veces laberíntica, como la que acaba de publicar. En Cuando Lebrijano canta, se moja el agua, que se presenta hoy en la sede madrileña del Instituto Cervantes, el autor se lanza a la difícil tarea de trasladar al ámbito flamenco nueve textos de Gabriel García Márquez, un empeño que por su propia naturaleza ya requiere un dominio total de los distintos estilos, así como una resuelta predisposición a flexibilizar sus estructuras clásicas con el fin de acomodar a un territorio artístico diferente el mundo onírico y muchas veces mágico de las historias del Nóbel colombiano.

Juan Peña ya había interpretado a otros escritores, como José Manuel Caballero Bonald en ¡Tierra! o Félix Grande en Persecución, pero eran composiciones especialmente hechas para ser cantadas, y a su indudable calidad se agregaba la afortunada circunstancia de que ambos poseían un profundo conocimiento de todo lo que es el flamenco y su mundo.

A pesar de que existe un considerable número de letras tradicionales que aún permanecen inéditas en las antologías, compendios y colecciones, muchos cantaores de hoy han descubierto el filón de la poesía culta y, últimamente, de la prosa, con varios ejemplos relativamente próximos, entre ellos, Morente sueña La Alhambra, donde el granadino incluye la famosa carta dirigida por Miguel de Cervantes al Conde de Lemos poco antes de morir. En el disco de Lebrijano, aparecen fragmentos de El coronel no tiene quien le escriba, La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada, Ojos de perro azul y Doce cuentos peregrinos. "Conozco los libros de Don Gabriel, pero no tanto como para atreverme a resumirlos y ajustarlos literariamente, un trabajo que ha efectuado con enorme paciencia, respeto y eficacia Casto Márquez", dice Lebrijano, destacando también la imprescindible colaboración de sus sobrinos, el pianista David Peña Dorantes y el guitarrista Pedro María Peña. "El misterio radica en que nosotros estamos acostumbrados a manejar la rima como factor esencial y esto es prosa, sin la apoyatura y el poder sonoro de las asonancias o las consonancias. Pero me sentía en la obligación de mostrarle mi gratitud por la frase que me regaló y que he utilizado como título para mi disco".

Amigos españoles. Resulta que a partir de 1986, García Márquez solía visitar un par de veces al año a sus amigos españoles, una circunstancia propicia para que Felipe González, fervoroso partidario del creador de Cien años de soledad, le preparase reuniones donde, por regla general, cantaba Lebrijano. En 1994, a lo largo de una de esas fiestas, en las que se alternaban la música y la literatura, hablan de Tagore, con el que el cantaor tiene una especial vinculación. "Murió el día que yo nací", afirma Juan, que terminó interpretando algunos versos del poeta de Calcuta acomodados al género flamenco. García Márquez, presa de un súbito deslumbramiento, pide unas cuartillas a los anfitriones, y en una de ellas escribe: "Cuando Lebrijano canta, se moja el agua", que hace llegar a Juan. "Al principio no lo entendí y me quedé sorprendido, pero después, con más tranquilidad, comprendí la metáfora y en ese momento decidí que tenía que corresponder de la manera que yo podía y sabía: cantando. Don Gabriel pertenece a esa raza de genios que no son de este mundo, que vienen de otros planetas".

Uno de los pasajes más poderosos y conmovedores del disco es la seguiriya. "Musicalmente he escogido las que hicieron dos artistas flamencos no profesionales del siglo XIX: Paco la Luz y Frasco el Colorao, para el final. Porque este estilo tiene su propia estructura rítmica y su diseño melódico: Mírame gitana,/ mírame por Dios, /que con esa miraíta tuya/ me conformo yo. Pero, claro, el problema estaba en que si cogía un trozo de El coronel no tiene quien le escriba, me faltaba música y me sobraba texto, por lo que sin perder el ritmo tuve que alargar los tercios: Su pelo suelto se derrama por la espalda/ y los brazos abiertos con las manos preguntando… En fin, es algo bastante complicado, y a la vez fascinante, que exige un tenaz proceso de adaptación".