La rueda de las generaciones
David Moliner, con la naturalidad con que combina sensualidad y forma, y el Trío Arbós, que acaba de cumplir 25 años, encabezan un nuevo tomo de la historia de nuestra música
Las generaciones pasan y son sustituidas. Es lo propio, pero, a veces, el cambio viene tan de golpe que nos deja tocados y un poco huérfanos, porque la que pasa es siempre la generación de los mayores, con la cual —o contra la cual— han crecido las siguientes. El año 2021 tumbó en tres golpes a las figuras principales de la Generación del 51, la de los compositores españoles que salieron a la palestra en esa década: en marzo murió Antón García Abril, en mayo, Cristóbal Halffter y, en octubre, Luis de Pablo. Ellos y sus compañeros abrieron al mundo la España musical entristecida y aislada que habían heredado.
Con sus dones y obsesiones particulares, cada uno de ellos supo construir un universo musical propio: el de Antón, hecho de las melodías y armonías de siempre que, a su modo de ver estaban necesitadas de defensa y cultivo; el de Cristóbal, de expresión abierta, arrolladora, y musicalidad innata; el de Luis, de expresión contenida y mucha finura intelectual. Junto con Tomás Marco, que se les adelantó con Selene (1974), los tres hicieron realidad un viejo anhelo de los maestros del siglo XIX: la consolidación de una ópera española. Abrió el fuego De Pablo con Kiu (1983) y siguieron García Abril con Divinas palabras (1987) y Halffter con Don Quijote (2000). Bajo el ala de estos tres gigantes, y de algunos de sus compañeros, como Bernaola o Soler, se criaron sucesivas generaciones de compositores que han podido ejercer sin complejos nacionales (y sin excusas).
Los tres eran académicos de la Real de Bellas Artes de San Fernando. Poco antes de acabar el año, la Academia ofreció un acto solemne en recuerdo de Cristóbal Halffter, con actuaciones de Iagoba Fanlo, violonchelo, y Pedro Halffter, piano. Me impresionó el elogio fúnebre que leyó Tomás Marco, dirigido en segunda persona a su amigo Cristóbal y cargado por igual de emoción y de humor. Días después, hubo un concierto homenaje a Halffter y a García Abril, con el guitarrista Rafael Aguirre, la Orquesta de Cuerda de la Universidad Alfonso X el Sabio y el director y académico José Ramón Encinar, que tantas obras de los tres ha dirigido.
El hecho es que 2021 nos dejó con la tristeza de haber cerrado un tomo de la historia de nuestra música, pero también con la ilusión de tener abiertos los siguientes. Junto a los adioses a los del 51, el mes pasado trajo la presentación en la sede de la SGAE de un CD del percusionista y compositor castellonense David Moliner (1991), discípulo de Pascal Dusapin y Jörg Widmann en Ginebra y Berlín. Su carrera es ya brillante: publica en sellos y editoriales de prestigio, como NEOS y Universal Edition (la de Cristóbal Halffter y Mauricio Sotelo), y sus partituras están en los atriles de los principales ensembles. El disco que se presentaba, Physical Sound, consta de cinco piezas de cámara interpretadas por el Plural Ensemble de Fabián Panisello separadas por cuatro solos de percusión a cargo del autor.
Como su título indica, el disco celebra de diversas maneras la fisicidad del sonido, la capacidad de penetración con que nos llega la música cuando está concebida y realizada con talento y con ese propósito. Impresiona la naturalidad con que Moliner combina sensualidad y forma. Casi me lo puedo imaginar como un cruce de Halffter y De Pablo. Su música es sólida y parece surgir de un pensamiento elaborado, pero entra. Toca. Ya lo decía el viejo Yehudi Menuhin, mezclando lenguas: "In other languages, music is played, pero ustedes dicen tocar. ¡Hay que tocar!".
El fin de año nos dejó otra muestra de que la contemporánea está viva y abierta a abierta a lo que la rodea. El Trío Arbós, el grupo de cámara que ha impulsado a escribir música a docenas de compositores, ha cumplido 25 años. La fiesta concierto de aniversario, convocada por la Fundación BBVA en su sede de Recoletos, fue una celebración de la música abierta a diversos géneros y variantes. Los dos miembros fundadores del Trío, el pianista Juan Carlos Garvayo y el violonchelista José Miguel Gómez, junto con el violinista Ferdinando Trematore, recién incorporado, tocaron tríos de Cristóbal Halffter, Luis de Pablo y Chick Corea, además de una pieza enloquecida de Bernhard Gander.
Para abrir aún más la ventana, invitaron a Juan Carlos Chornet, Eduardo Martínez y Vicente Alberola para tocar con ellos el Concierto de Falla. Después se subió al escenario Sandra Carrasco, para cantar con los Arbós bonitos boleros con arreglos de Garvayo y Ricard Miralles. El concierto giró al final hacia el flamenco, con la voz de Arcángel, limpia, desgarrada por dentro, no por fuera. De Mauricio Sotelo, el compositor que más lejos ha llevado la hibridación del flamenco con la clásica, Arcángel cantó la Bulería Arbós: ritual, que fue en su día encargo del Trío. Arcángel terminó por alegrías: Sobre la arena. Se acompañó del Trío Arbós y de dos percusionistas: Carlos Merino y el gran Agustín Llasera.