La catarsis de las escritoras suicidas
Aldana Herrera Möller en una enloquecida aventura interior. Foto: Nacho Laseca
Una enloquecida aventura interior, montaje ideado y dirigido por Sheyla Niño, revive en el Kamikaze a Anne Sexton, Storni, Violeta Parra, Woolf, Pizarnik y Sylvia Plath. Juntas en un psiquiátrico encontrarán por fin su liberación.
Ella la ha leído a conciencia en los últimos cuatro años. Ella y las actrices embarcadas en este proyecto apadrinado por el Teatro Kamikaze, que las ha acogido a lo largo de su prolongado proceso de gestación. Son Aldana Herrera Möller, Sandra Holguín, Marta Maestro, Raquel Varela, Alba Enríquez, Raquel Verdugo y la propia Sheyla Niño, que, aparte de diririgirlo, encarna a Anne Sexton. El proceso de escritura ha sido colectivo. Cada una de las intérpretes escribió los pasajes correspondientes a sus personajes. Lo hicieron a partir de una profunda inmersión en la obra literaria de cada autora, aparte de en sus entrevistas, diarios, piezas periodísticas… Entresacaban pasajes que esclarecieran su drama y la combinación de causas (íntimas y sociales) que las empujó al suicidio. Luego elaboraban parlamentos de su propio cuño, algo para lo que fueron muy útiles las múltiples improvisaciones previas. Niño, al final, armó el puzle para darle un criterio y un sentido dramatúrgico. "Hemos querido buscar el primer impulso: qué vivencia creemos que es el origen para que estas artistas dejasen plasmados esos textos", señala.La obra de Pavese, Mishima y John Kennedy Toole no se empañó por su suicidio. La de ellas sí", dice Sheyla Niño
La maternidad, el sexo y la creatividad artística son los temas capitales de esta vindicación escénica. "Hay algo fundamental: lo brillantes que son todas y, a la vez, lo poco que se las lee a algunas". Niño se refiere sobre todo a Sexton, Storni ("más conocida por la canción de Mercedes Sosa que por su propia obra") y Violeta Parra ("se la conoce como cantante pero muchos creen incluso que Gracias a la vida es una composición de su hermano Nicanor"). En su montaje las recluye en una especie de institución psiquiátrica, una decisión que alude, claro, a los trastornos mentales que padecieron muchas de ellas. Tratados, por cierto, con métodos agresivos y pedestres. Y también al aislamiento que el entorno social de su época procuró a su hipersensibilidad. Aplicaron un cordón sanitario contra su ‘locura'.
La puesta en escena es diáfana hasta el extremo. Hay solo un sillón y las ventanas del ambigú del teatro evidencian el encierro. Es un espacio anclado en rutinas inanes que van transformando a sus moradoras en amebas carentes de voluntad. Pero al compartir sus vivencias desencadenan la catarsis y la redención. "Van manifestando pinceladas de su vida, ya que viajamos del presente-real a un mundo paralelo, ya sea pasado, imaginado o anhelado. A medida que se van ‘desnudando', van entendiendo lo que tienen que ver las unas con otras y realizan un viaje desde la anulación, desde la pérdida de la identidad, hasta la liberación de ser ellas mismas y volver a crear".