Image: Tom Stoppard

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Escenarios

Tom Stoppard

“Por más que la vida se hace difícil, el sueño del idealismo sigue vivo en mí”

22 enero, 2010 01:00

Tom Stoppard. Foto: Miguel Ángel Fonta

Madrid se rinde al fin a Tom Stoppard. El guionista de Shakespeare in love es, sobre todo, artífice de una sólida obra teatral que el Centro Dramático Nacional se ha propuesto difundir con un ambicioso programa: el estreno, el día 28, en el María Guerrero, de 'Realidad', dirigida por Natalia Menéndez; la lectura dramatizada de tres de sus obras radiofónicas; y la publicación en español de su trilogía 'La costa de la utopía', que él mismo presentará el 3 de marzo. Además, en las Naves del Español se escenifica, a partir del 25 de febrero, 'Rock'n' roll', dirigida por Rigola. El autor recibió a El Cultural en Londres para hablar de su obra y de su vida.

La noticia es que Tom Stoppard está fascinado con Calderón. Lo descubrió viendo La vida es sueño en el Donmar de Londres y promete seguir indagando sobre él. "¿Ha visto usted alguna de sus obras?", inquiere del periodista con curiosidad infantil. Así es Tom Stoppard: un tipo que no da la impresión de estar a punto de cumplir 73 años. Llega a la cita tarde pero no importa: no tiene prisa y le gusta conversar. Viene con un té en la mano derecha y un cigarro a medias en la izquierda y lo precede el desaliño inherente al varón que vive solo. Hay tiempo para hablar de la vida y del teatro y de indagar en su obra Realidad (The Real Thing). Tom Stoppard se rasca mucho la espalda cuando habla. Y a veces pregunta él.

-¿Recuerda la primera vez que fue al cine o al teatro?
-Recuerdo perfectamente las dos. Mi primera película fue Pinocho. Yo tenía tan sólo cuatro años y vivía en Singapur. Al teatro no fui hasta que cumplí los nueve años. Ya en Inglaterra, cerca de Sheffield. Era una obra de aficionados. Luego, en el internado representábamos obras de teatro pero sólo hasta que cumplí los 13 años. Más tarde, dejé de ser una persona desinhibida y me aterrorizaba. No tenía talento.

-¿Por qué se metió a periodista?
- Porque no quería ir a la universidad. Era una forma de escapar.

- ¿Y por qué el periodismo?
-No lo sé. Supongo que porque quería ser como usted. Tener un trabajo interesante y con glamour. Primero, trabajé en un periódico de Bristol y luego me reciclé como crítico para una revista. Pero creo que no entendí muy bien lo que debía hacer un crítico. No confiaba demasiado en mis opiniones. Pero me lo pasé bien. Sobre todo porque ganaba lo suficiente y no tenía demasiadas obligaciones. Y Londres en los años 60 era un lugar excitante.

-Y entonces decidió que quería escribir.
- Sí. Nunca pensé en actuar o en dirigir, pero sí en ser dramaturgo. Supongo que había amainado la excitación inicial del periodismo.

- ¿Y creía que el teatro podía darle para vivir?
- Quería creerlo. Sobre todo después de que mi primera obra la retransmitiera por la radio la BBC. Precisamente, la noche del asesinato de Kennedy. Y luego algo maravilloso ocurrió. Alguien me eligió para pasar un tiempo con otros escritores en Berlín, en una especie de misión para mantener la cultura de la ciudad viva durante la Guerra Fría. Corría el año 1964 y recuerdo que aquello me marcó.

- ¿En qué sentido?
- Bueno, yo sabía lo que ocurría en Berlín por los periódicos, pero aquel viaje me dio un sentido físico de lo que ocurría a los dos lados del muro. La Guerra Fría flotaba en el aire.

Intelectuales y comunismo
-¿Usted cree que los intelectuales de izquierdas fueron demasiado blandos con los crímenes comunistas?
- Supongo que mi versión de la Historia era la buena (se ríe). El fenómeno del que usted habla data de los años 20 y 30 pero empeoró después de la II Guerra Mundial, cuando supimos que los comunistas eran nuestros aliados contra Hitler. A nuestro alrededor había gente muy ambivalente en torno a la moralidad del sistema soviético. Pero luego empezó a fluir la información y la izquierda empezó a ser consciente de lo que ocurría al otro lado del Muro. Aquello no era defendible. No se podía abordar desde un punto de vista relativista.

-¿Cómo fueron sus primeros encuentros con el sistema comunista?
-La primera vez que visité Moscú y San Petersburgo (entonces Leningrado) fue porque habíamos oído que el régimen había encerrado a intelectuales en instituciones psiquiátricas. Fue una visita terrorífica. Me daba miedo que me golpearan los policías. Y luego fui a Praga en 1977 y conocí a muchos escritores checos. Incluido Vaclav Havel. Estuve también en la Revolución de Terciopelo. Y hace unos meses para celebrar el décimo aniversario del cambio.

La función del arte
-Usted conoció Praga en tres momentos distintos. ¿Cuál es su diagnóstico de la Praga actual?
-La República Checa poscomunista está lejos de ser el sueño idealista de los disidentes. Pero los defectos lógicos del capitalismo no se pueden comparar con el cinismo sistemático de los comunistas. Por desgracia, la República Checa es hoy un país corrupto y hay gente que dice que los checos han heredado del sistema soviético la indiferencia por la corrupción. Y eso no es una buena noticia.

-Dijo en una ocasión que el arte sólo se justifica por sí mismo. Sin embargo, sus obras suelen abordar problemas de la sociedad.
- Supongo que lo dije en una época en la que los dramaturgos parecíamos obligados a escribir obras comprometidas con la realidad. Se trataba de defender la posibilidad de escribir obras como La importancia de llamarse Ernesto. Obras despreocupadas donde el teatro tuviera su función más simple: entretener. Hablo sobre todo de los años 70. Un momento en el que aún no había escrito nada que tuviera que ver conmigo. Quizá la primera vez que lo hice fue con Realidad. Estaba presente intelectualmente en mis obras pero no personalmente.

- ¿Sigue pensando que el teatro no tiene por qué desempeñar un papel en la sociedad?
- Supongo que sí. Yo quiero que el teatro sea una forma de entretenimiento, no un evento didáctico. Pero ésta es la visión de un ciudadano inglés. Hace unos meses estuve en Bielorrusia y estuve charlando con jóvenes escritores locales. Y cuando les di esta misma respuesta, ellos la vieron como un lujo que me podía permitir porque vivía aquí. Quizá si viviera en Bielorrusia pensaría de otra manera. Supongo que es peligroso generalizar cuando uno habla de teatro.

-Entre otras cosas porque le gustan muchos tipos de teatro.
-Desde luego. Y algunos de los que me gustan no tienen nada que ver conmigo.

-¿Tiene algún escritor favorito?
- No diré nombres. Sí intento estar al tanto de lo que ocurre a mi alrededor y ver todo lo que me parece interesante. Amaba a Simon Gray y a Harold Pinter. Y no se puede decir que tuvieran mucho que ver conmigo.

- ¿Es más fácil o más difícil para usted escribir ahora?
- Mucho más difícil. He estado un año escribiendo una adaptación muy larga para la BBC y luego he estado en Rusia y en Japón. Ahora acabo de llegar a Londres, desesperado por encontrar un tema para una nueva obra y por el momento no veo que aparezca.

- ¿Hay algo que suela despertar en usted la inspiración?
- No estoy seguro. El otro día estaba intentando recordar qué fue lo que me llevó a escribir mi última obra y... ¡le juro que no recuerdo! En realidad, yo suelo leer mucho. Libros pero también periódicos y revistas. Hay cosas que me interesan y tengo cajas llenas de recortes sobre asuntos como Rusia y otras cosas. Así que ahora estoy abriendo esas cajas e intentando recordar esas cosas que me interesaron y que podrían ser la chispa de mi próxima obra. Pero no puedo porque no dejo de tener cosas que hacer.

-Hábleme de Realidad.
- Es una obra muy personal. Inventé la trama, pero debo confesar que todo en la obra tenía que ver conmigo. Los personajes tienen mucho que ver con mi vida. Después escribí una obra sobre un filósofo moral y en ella también había cosas sobre mí. Pero el protagonista de Realidad es un dramaturgo. Y supongo que eso lo hace estar mucho más cerca de mí. No es que sea exactamente mi vida pero algunos de mis problemas de entonces sí están ahí.

Parodia del feminismo
- Uno de los personajes de la obra dice que "el matrimonio es una cosa del pasado y una forma de colonización". ¿Comparte ese punto de vista?
- Intentaba parodiar lo que algunas personas jóvenes piensan sobre el matrimonio. Por supuesto, hay personas que nunca maduran y siguen teniendo esos puntos de vista. Pero supongo que cuando escribí eso, estaba haciendo una especie de parodia de las feministas.

- Pero Realidad trata sobre el amor y sobre el matrimonio.
-Así es. Aunque creo que tengo que volver a pensar sobre la obra porque van a volver a representarla de nuevo en Londres en primavera, en el Old Vic, el teatro de Kevin Spacey. Por lo que recuerdo, es una obra tremendamente romántica.

- ¿En qué sentido?
- En todos los sentidos posibles. Yo soy un idealista. Y no sólo en relación con el amor sino en relación con las posibilidades de felicidad en la sociedad. El idealismo es hoy un concepto vacío pero aún tiene un cierto sentido para mí. Cuando uno busca una sociedad ideal, sufre reveses. Pero al menos uno se puede consolar porque ese sueño no muere. Y por más que la vida se hace más difícil, el sueño sigue vivo.

- ¿Por qué dice que la vida se ha hecho más difícil?
- Quizás todo se reduzca a un problema de densidad de población. Somos demasiados seres humanos en el mundo y vivimos en un sistema urbano muy complicado. Hay una cierta nostalgia de mi generación por una humanidad que no existe. Y eso tiene que ver con la densidad de población en ciudades como Londres. Porque uno puede ver muy fácilmente que la densidad de población lleva a más y más normas para evitar el caos. Y las normas propician una reducción de las libertades.

- Supongo que esa visión tiene algo que ver con el hecho de que creciera en un lugar de la Inglaterra rural.
- Quizás. Desde luego, ésa fue la primera impresión de este país. Y cuando vuelvo a Derbyshire me da la impresión de que si un día me quedo, la vida volverá a ser igual que entonces.

- Volviendo al amor. ¿Es más difícil ser monógamo hoy que cuando escribió la obra?
-Permítame. ¿Es usted monógamo? ¿Tiene usted pareja?

- Sí.
- Por supuesto, no voy a entrevistarle. ¿Pero cree usted que es aún realista la idea de la monogamia?

-No lo sé. Usted es el entrevistado.
-Cuando dice monogamia, ¿quiere decir una mujer de por vida o una en cada momento? Porque son cosas distintas... Hay un modelo que he visto varias veces a lo largo de mi vida. Hay ciertas relaciones que pasan por un periodo en el que podrían romper pero que sobreviven. Y entonces sobreviven para siempre. Pero no es algo que suceda con todo el mundo. De todos modos, su pregunta no tiene una respuesta fácil porque hay personas que aman la soledad.

- Por ejemplo, usted.
- Por ejemplo, yo, es cierto. Yo valoro la soledad y vivo solo. No he vivido con nadie desde que me divorcié.

-¿Y qué le da la soledad?
- Tiempo para pensar, para escribir, para leer. La soledad es no tener que hablar con nadie, no tener que hacer lo que otros dicen. No hablo solo sobre el amor. Hubo un periodo durante el cual tuve a mis hijos viviendo conmigo. Y yo les amo. Pero sabían que no tenían que hablar por la mañana, era mejor no hablar durante una hora. Es interesante aunque quizá también triste.

-En Realidad inserta una obra de teatro dentro de la obra, el mismo recurso de Calderón en La vida es sueño.
- En Realidad la primera escena está escrita por un personaje de la segunda. Y, por fortuna, me paré ahí. Porque otra opción hubiera sido seguir y que la segunda la hubiera escrito un personaje de la tercera. Y así sucesivamente.

-¿Es el matrimonio una forma de teatro?
-No lo sé. Es una pregunta que me suelen hacer muy a menudo y nunca sé qué contestar. Básicamente, porque yo no tengo ideas cuando escribo. No escribo para probar una teoría. Una obra es una historia que se cuenta a sí misma. La razón por la que no estoy escribiendo nada ahora es que no tengo una historia. Ideas me sobran.

-En paralelo al estreno de Realidad, se publica en España La costa de la utopía. ¿Por qué escribió sobre los revolucionarios en la Rusia del XIX?
-Fue por un detalle nimio. Belinsky era uno de esos revolucionarios. Estaba censurado y perseguido por la policía pero le dejaron que fuera al extranjero a curarse la tuberculosis. Allí conoció a Turgueniev y a otros intelectuales que le dijeron que no volviera a Rusia. Y Belinsky respondió: "En mi país, cuando escribo algo en una revista, los estudiantes lo discuten en los cafés a la luz de las velas. En París hay tantas cosas alrededor que nadie se da cuenta de lo que escribes". En otras palabras, quería ser un escritor relevante.

- ¿Qué aprendió sobre estos revolucionarios?
- Más o menos lo que ellos aprendieron. Que Occidente no tenía todas las respuestas. Que el populacho no quería votos, sino patatas. Y que no se podía empezar la casa por el tejado.

-¿Hay algún tipo de trabajo que le hubiera gustado hacer si no hubiera sido dramaturgo?
-He sido periodista y escritor. Supongo que son las únicas dos cosas que quiero hacer.

- ¿Volverá al periodismo?
- No lo creo. Quizá podría ser pastor. Así podría volver a Derbyshire. Y todo volvería a empezar.

Stoppard y Hare, en Madrid

La visita de Tom Stoppard a España se produce días después de que otro de los pilares de la dramaturgia británica actual, David Hare, venga a Madrid invitado por el Festival Escena Contemporánea. De Hare se representa en el Reina Sofía Vía Dolorosa (días 27, 28 y 30), un intento de racionalizar dramáticamente el conflicto israelo-palestino. Hace un lustro que este monólogo lo protagonizó muy dignamente Joaquín Kremel, uno de los más vehementes difusores del teatro de Hare en nuestro país (también montó El Lucernario). La producción del Festival lo interpreta Paco Vidal. Hare escribe teatro político de signo progresista, en el que enfrenta a personajes con ideas y formas de ser opuestas. Respecto a Stoppard, llega el día 3 de marzo para presentar su trilogía La costa de la utopía, en la que el autor deshilvana la historia de los prerrevolucionarios europeos. Ha sido traducida por Juan V. Martínez Luciano y editada por el Centro Dramático Nacional. Su presencia se arropa con dos estrenos en Madrid: Realidad, en el María Guerrero, y Rock'n' rolll, en las Naves del Español (el 25 de febrero). Además, el CDN ha organizado las lecturas dramatizadas de sus obras radiofónicas El puente de Albert (del 25 al 28 de febrero) y Tu serías pura, y yo franco y La disolución de Dominic Boot (del 4 al 7 de marzo), en la sala Princesa.