El cine (y la vida) según Berlanga
Alianza Editorial reedita ampliado y ampliamente ilustrado 'El último austrohúngaro', conversaciones con Luis García Berlanga que publicaron Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les en 1981
13 noviembre, 2020 11:07“En alguna ocasión he dicho que mi cine y yo navegamos en el mismo barco de esta sociedad. Lo que yo hago es, dentro de ese barco, mear siempre en el mismo sitio, de manera que quizá llegue a abrir un agujero que termine hundiendo el barco”.
Con estas palabras Luis García Berlanga ofrecía un perfecto colorario para que Manuel Hidalgo (Pamplona, 1953) y Juan Hernández Les (La Coruña, 1959-2019) sellaran la edición de una larga serie de entrevistas que habían mantenido con el autor de Plácido (1961) para el libro El último austrohúngaro, publicado por primera vez en 1981 y que ahora vuelve a ver la luz bajo el ala de Alianza Editorial. La fecha para su lanzamiento no puede ser más propicia: hoy se cumplen diez años de la muerte del director y estamos a las puertas de un 2021 en el que, con o sin vacuna, habrá que celebrar su centenario.
Hidalgo y Hernández Les eran dos talentosos y jóvenes críticos de cine a finales de los 70 cuando detectaron la escasez de bibliografía rigurosa sobre el director valenciano. Decidieron proponerle una experiencia similar a la que dio lugar a El cine según Hitchcock (1966), de François Truffaut. Durante cerca de un año los tres se reunieron en distintos escenarios (la casa del entrevistado, su despacho en la Filmoteca Nacional -que dirigía entonces-, su oficina o diversas cafeterías) para abordar, una a una, las doce películas que el director había rodado hasta ese momento, desde Esa pareja feliz (1951) a La escopeta nacional (1978).
El resultado fueron 40 horas de grabaciones en las que el director, a tumba abierta, con grandes dosis de humor y sarcasmo, ofrecía impagables anécdotas sobre sus vivencias en la industria del cine (por algo era conocido como un gran boxeador de rodajes) al tiempo que abordaba cuestiones peliagudas de la condición humana como la religión, la libertad, la soledad o la tensión entre el individuo y la sociedad. En definitiva, un documento tan berlanguiano como sus películas o Berlanga mismo.
La nueva edición del libro recupera intacta esta divertidisima y adictiva conversación, que ocupa cerca de 150 páginas, así como una presentación escrita por Francisco Umbral y un reportaje que ambos autores, Hidalgo y Hernández Les, realizaron sobre el rodaje de la película número 13 de Berlanga, Patrimonio Nacional (1981). Sin embargo, Hidalgo ha decidido enriquecerla con diversos materiales para conseguir un libro “global, total, con el que no se necesite más”. Así, aparece con un nuevo prólogo, un estudio crítico -“fluído, no académico”- sobre las seis películas que se quedaron fuera de las entrevistas -Patrimonio Nacional (1981), Nacional III (1982), La vaquilla (1985), Moros y cristianos (1987), Todos a la cárcel (1993) y París-Tombuctú (1999)-, una cronobiografía detallada del cineasta y una filmografía mejorada y completa con los carteles de las películas. Además, el libro aparece ilustrado con casi un centenar de fotografías.
Lejos del acercamiento hagiográfico o la adulación, Hidalgo y Hernandez Les no se dejan nada en el tintero a la hora de interrogar al sujeto de estudio: desde su fama de vago irredento a su misoginia, pasando por su sospechosa ambigüedad o sus infinitas dudas en los rodajes. “Pero nunca hubo ningún problema con él”, recuerda Hidalgo, que inició una relación muy cercana con Berlanga a partir de esta experiencia, llegando a colaborar con él en el guión de Viva Rusia, película cuyo rodaje se frustró en algún momento. “Desde el principio adquirimos un nivel de confianza recíproca y él era además un tío muy simpático, al menos en la distancia corta. Le planteamos muchas cuestiones, cómodas o incómodas, pero nunca le acosamos porque tampoco se trataba de una entrevista política sino de una conversación. Y él respondía con la misma claridad y libertad con la que nosotros preguntábamos, aunque es cierto que a veces jugaba a hacerse el despistado o al ‘no me acuerdo bien’. La dificultad, entre comillas, fue que era muy caótico hablando, divagaba mucho y eso complicó el montaje de la conversación para que tuviera ritmo sin perder todo lo que nos parecía interesante”.
La miserabilidad de los personajes
Emerge en esta conversación, en varias ocasiones, un concepto que el propio Berlanga considera trascendental en su cine y que adquiera categoría de postura vital: la miserabilidad de las personas. “Para él la miserabilidad significaba reducir cualquier ideal o cualquier presunta intención noble de los personajes de sus películas”, explica Hidalgo. “Berlanga pensaba que en realidad los seres humanos nos movemos por deseos y pasiones de la tripa -una palabra muy suya-, de nuestra condición casi animal: todos somos egoístas, todos vamos a lo nuestro y la alianza con los otros en sociedad no sirve para nada”.
Este concepto de la miserabilidad vertebra de alguna manera el cine de Berlanga, pero no aparece siempre con la misma fuerza y decisión. Se podría decir que Juan Antonio Bardem suavizaba esta postura en sus primeras películas, mientras que Rafael Azcona le daba un punto de acidez y crueldad. Ambos fueron, junto al guionista José Luis Colina, sus colaboradores más estrechos y marcaron distintas etapas en su trayectoria. “Bardem era comunista y Berlanga no, todo lo contrario”, asegura Hidalgo. “Discutían mucho y tenían una batalla constante en lo ideológico porque Bardem siempre quería redimir a las clases desfavorecidas y ofrecer un final esperanzador, ya fuera en Bienvenido, Mister Marshall (1953) o en Esa pareja feliz (1953). Berlanga, desde su idea libertaria y ácrata, no quería que la solidaridad triunfara ni que los burgueses fueran los malos y por eso estaban siempre a la greña, con envidias y recelos el uno del otro, aunque dentro de una amistad. Colina, que participó en Novio a la vista (1954), Calabuch (1956) y Los jueves, milagro (1957), da pie a una etapa más idealista, como de Arcadia feliz. Y con Azcona, con el que trabaja a partir de Placido, aparece una mayor tendencia al humor negro, a una mayor dureza de las situaciones y a un tono más esperpéntico. Fueron muy amigos, pero es cierto que al final la relación se resintió”.
En total, desde 1951 a 1999, Berlanga rodó 18 películas, lo que le granjeó cierta fama de vago. Pero lo cierto es que el director hace referencia en el texto a multitud de guiones que se quedaron en el tintero por distintos motivos. “Algunos los prohibió la censura y, después del franquismo, eran los productores los que no lo veían claro. Igual tenía 30 guiones que no se rodaron, por eso protestaba Berlanga por su fama de vago, porque aunque hubiera en alguna ocasión tres o cuatro años entre una película y otra, él había estado trabajando en proyectos que no salían adelante”.
Era además un soberbio inverso, una persona que acostumbraba a quitarse importancia. De manera que a lo largo del libro discute cualquier mención a su maestría como director. “Creo que durante los rodajes inventaba y se entretenía lo suficiente como para que le compensaran”, opina Hidalgo. “Al principio era más formalista y cuidadoso y ponía más empeño en los encuadres, pero luego cogió fama de más desmañado. Pero los famosos planos secuencia, con travellings en los que se pueden llegar a cruzar 8 o 10 personajes, eran un tinglado tremendo que había que preparar cuidadosamente y cuyo logro debía reportarle una gran satisfacción. Además, se divertía mucho viendo sufrir al resto del equipo en estas secuencias”.
En muchas ocasiones Berlanga tuvo problemas con la censura, como cuando el embajador de España en Italia Alfredo Sánchez Bella, tras un pase privado de El verdugo previo a su proyección en Venecia, escribió una carta a Madrid en la que denunciaba que la película era una maniobra comunista contra el Régimen. Cuenta la leyenda que por aquella época Franco, en un consejo de ministros, dijo: “Ya sé que Berlanga no es comunista; es algo peor, es un mal español”. “Él, en realidad, no quería hacer oposición política, sino dar rienda suelta a su humanismo, aunque seguramente no le gustaría esta palabra. Pero yo sí veo una mirada humanista en su cine, tamizada por la comedia. Puede que respecto a la censura a veces no calculara bien, pero tenía claro que le esperaban sobre todo en el tema del sexo y en la religión. Lo cierto es que también se llevó muchas sorpresas porque el censor a veces no reparaba en cosas que pensaba que le iban a cortar y, a veces, le cortaban cosas que él creía que eran tonterías”.
Incorrección política
En el mundo actual, dominado por la corrección política y la cultura de la cancelación, habría que ver cómo se podría desenvolver un espíritu tan libre como el de Berlanga. En el libro, entre otros temas conflictivos, expone su misoginia. “Cuando puse a punto la nueva edición del libro, tuve la sensación de que en relación al asunto feminista puede haber opiniones de Berlanga que hoy resulten chocantes para el pensamiento o/y la corrección política", opina Hidalgo. "Ya tuvo problemas cuando estrenó en Italia Tamaño natural (1974) y algunas feministas trataron de llevarlo ante los tribunales de Roma, aunque otras como Natalia Ginzburg le defendieron. Él dice ser un admirador de las mujeres, porque cree que son más inteligentes y poderosas que el hombre, pero también les tiene miedo por los mismos motivos. Habría que ver qué dice hoy una lectura feminista de su cine, sobre todo de películas como La boutique (1967), ¡Vivan los novios! (1970) o Tamaño natural. Pero aquí diría yo, y es ya meterme donde no me llaman, que él ponía en solfa a todo el mundo. Se metía igual con un ministro de La escopeta nacional que con un pobre de Plácido”.
La publicación de El último austrohúngaro abre de alguna manera las fastos que se celebrarán en su honor en 2021, año del centenario de su nacimiento. Será el momento de repasar sus películas y también de rastrear su impronta en el cine posterior. “Berlanga básicamente es admirado por todos los directores de las sucesivas generaciones, aunque hagan un cine muy alejado del suyo”, comenta Hidalgo. “Pero hay que tener en cuenta que su estilo procede de la tradición literaria y teatral española, del sainete, el astracán y el esperpento. Esa tradición se hace enorme y magistral en el cine gracias a Berlanga y continúa con unos grifos abiertos cuyos chorros se rastrean en algunos ingredientes de José Luís García Sánchez, Pedro Almodóvar, Jose Luis Cuerda, Álex de la Iglesia, Santiago Segura…”. Quizá esos chorros contribuyan a abrir el boquete en el barco y, felizmente para Berlanga, nos hundamos todos juntos.