Xacio Baño: "En la Rapa das Bestas hay algo imprevisible que tiene que ver con la creación"
Director de cortometrajes avalados por festivales de cine como Locarno o Clermont Ferrand, Xacio Baño presenta su primer largometraje, Trote
14 diciembre, 2018 01:00La Rapa das Bestas es una fiesta cultural con cuatro siglos de tradición en Galicia que se prolonga durante cuatro días. El acto principal, que tiene lugar en la última jornada, consiste en reunir a los caballos salvajes de la zona en recintos cerrados para cortarles las crines. Un acto de tremenda exigencia física, una lucha entre el hombre y la naturaleza, que sirve de trasfondo para Trote, el debut en el largo de Xacio Baño. En este contexto, el director abre una mirilla para que veamos lo que ocurre en casa de Carme, una joven que trabaja en una panadería de pueblo y que vive junto a su padre Ramón, con el que apenas se comunica, y su madre enferma. Un ambiente opresivo del que necesita escapar, un acto en el que se interpondrá un acontecimiento inesperado. Hablamos sobre la película con Xacio Baño, director de cortometrajes avalados por festivales de cine como Locarno o Clermont Ferrand.
Pregunta.- ¿Cuál fue el origen de Trote y por qué se decidió dar el salto al largometraje con esta historia?
Respuesta.- El salto al largo no era algo que realmente ambicionara o ansiara. Simplemente ocurrió que una productora a la que le gustaban mis cortos llamó a mi puerta para ver si tenía algo en mente para rodar una película. Y realmente sí que tenía como el germen de una historia que estaba relacionada con mi abuelo. Él enfermó hace como 3 ó 4 años y de repente podríamos decir que se le vino la vejez encima. Tenemos una relación muy estrecha y yo le iba a ver a su casa o al hospital tres o cuatro veces por semana, y no vivimos precisamente cerca. Llegó un momento en el que me di cuenta de que había una parte de mí, que no tenía que ver estrictamente con el dinero sino con el desarrollo personal, que se estaba quedando rezagada. Y apareció ese dilema entre ser humano y acompañar a un ser querido o hacer caso a ese animal más salvaje y básico que tenemos dentro que quiere echar a correr y buscar su lugar en el mundo. Ese dilema entre o bien escuchar o bien acallar a nuestro animal interno es el germen de la película.
P.- Eso es más o menos lo que le ocurre a Carme, ¿no?
R.- Sí. Además la mujer sigue teniendo todavía ese rol de cuidadora en las familias, mientras que el hombre tiene como la obligación o el derecho de cazar fuera. Hay mucho en lo que avanzar todavía en ese aspecto. Pero llega el momento en el que Carme no puede más. Como decía W. H. Auden, el ser humano, a parte del alimento y el sueño profundo, necesita correr, necesita coger aire. No estamos preparados para ser sedentarios, aunque cada vez lo seamos más. Estamos hechos para conquistar y para buscar nuevos territorios y de esa manera es como realmente nos llenamos. Todo lo demás nos crea conflictos, placas tectónicas colisionando en nuestro interior, presiones… Muchas veces atendemos más a lo que piensan los demás que a lo que necesitamos.
P.- ¿Por qué decidió ambientar la película en una aldea gallega durante el rito de la Rapa das Bestas?
R.- La Rapa das Bestas me servía para hablar de los personajes. Se trata de la lucha del ser humano contra el animal y sacaba a la superficie ese contraste entre nuestro propio lado humano y nuestra vertiente animal. Además, es un marco hermoso para diversas imágenes: un sitio plástico, vivo, impredecible. Y por último me servía para hablar de cómo se hace cine, que es algo que me interesa mucho. En la Rapa das Bestas hay algo imprevisible que tiene que ver con mi trabajo como creador. Quería montar una película que fuera desde una ficción pura, con personajes enmascarados creando conflictos y silencios, a un lugar tan fascinante y tan real, tan poco ficción, como la Rapa. Llegar de un lugar a otro, doblar la forma y la narrativa para conseguir esa liberación en los personajes, era uno de los retos. Y por ahí podía aprender y crecer un poco más en la película.
P.- El filme está dividido en cuatro partes por tres fundidos a negro. ¿Por qué eligió esa estructura episódica?
R.- Durante el proceso de documentación para la película, encontré un libro con un pequeño dibujo sobre los movimientos del trote del caballo. Son cuatro y pensé que ahí estaba la estructura para el filme, que además coincidía con la estructura básica de la narrativa: inicio, nudo, clímax y desenlace. Y trazamos como un camino en el que empezamos con planos muy pensados, muy pulcros, como si fueran cuadros que quieren contar algo, para llegar a un lugar mucho más imprevisible. Muchos de los planos de los paseos que hay a lo largo de la película pertenecen a las primeras tomas de cámara porque nos ayudaban a emborronar, a jugar, a ir rompiendo esa estaticidad y poca respiración que había en los personajes y en la ficción que queríamos. Y para darle también importancia al momento final de la Rapa.
P.- ¿Qué vio en María Vázquez para otorgarle el papel de Carme?
R.- María literalmente se comió el personaje. Yo tenía todas las dudas del mundo porque me imaginaba a Carme de otra manera, con otro físico y otros condicionantes. Pero vino a hacer la prueba y me di cuenta de que era ella, no había mucho más que discutir. Además María es completamente diferente a cómo es Carme. María es una persona pizpireta, rápida, un culo inquieto, y el personaje es por contra todo contención. Pero ahí también encontramos algo hermoso, porque percibimos ese movimiento contenido de María en las imágenes de la película. Además su trabajo fue prácticamente solo. En estas primeras películas, que son siempre difíciles de levantar, muy ajustadas, María lo tenía todo muy claro y fue un lujo poderme desentender de la creación del personaje.
P.- ¿Ha sido duro sacar adelante su primera película?
R.- Yo quiero pensar que no. Obviamente es otro sistema de producción. Hasta este momento me había autoproducido y ahora tenía una productora por encima con sus propios intereses. Una película es un trabajo colectivo y quienes se la están jugando al final también son ellos. Lógicamente hay que ceder. Más que duro fue excitante y emocionante. Yo no veo mucha diferencia entre crear en largo y crear en corto, pero he de reconocer que la larga distancia proporciona un espacio para perderse y para jugar con el espectador que es muy goloso para un creador. Además, hay una especie de contrato más exigente con el espectador porque no es lo mismo pedirle 15 minutos de su tiempo que una hora y media. Al final no sentí tanto lo malo como lo bueno de la larga distancia.
P.- En los últimos años han surgido directores gallegos muy interesantes como usted o Oliver Laxe, Diana Toucedo, Lois Patiño… ¿Cómo valora esta realidad?
R.- Lo primero que tengo que decir es que la administración pública gallega, la Xunta de Galicia, sacó hace unos años unas ayudas destinadas al creador. Por primera vez se saltaban a la productora e iban dirigidas directamente al creador individual, y no era necesario ser una SL o un autónomo. De esta manera, se multiplican las posibilidades de encontrar gente que merezca la pena ya que las ideas pasan a ser lo importante y no el dinero. Además, eran unas ayudas sin justificación, no hacían falta facturas. Es maravilloso que confíen en ti de esta manera. Esto ha creado un caldo de cultivo de gente que por primera vez entiende que no tiene que hacer lo que el público quiere sino lo que quiere decir. Yo he estado en las comisiones de las ayudas y se nota cuando un proyecto es necesario, cuando el creador o creadora se la juega y realmente tiene algo que le arde dentro. Al final estas películas son las que viajan, las que flotan, las que de verdad tiene sentido que se hagan realidad. Y así aparecieron Oliver, Lois, Diana… Además nos apoyamos entre nosotros, vemos las películas de unos y otros y nos las criticamos. Y esto más o menos se ha trasladado a las productoras que funcionaban a la vieja usanza. Han entendido que hay que buscar lo original y lo auténtico y no los preformatos.