François Ozon: "Debemos aceptar nuevas formas de familia"
Anaïs Demouster y François Ozon en el rodaje de Una nueva amiga
Prolífico, imaginativo, esteta y narrador de raza, el galo François Ozon regresa a las pantallas con Una nueva amiga, en la que una vez más se propone subvertir los modelos tradicionales de la sociedad. A partir de hoy en salas españolas, el autor de En la casa nos habla de un filme que se presenta como suma y destilación de su obra.
Podríamos asegurar que todo Ozon está en Una nueva amiga. Gran retratista de las miserias de las clases burguesas y provincianas, la agudeza del director para la sátira social surge aquí de nuevo al desafiar los valores convencionales. Como el adolescente entrometido de En la casa o la estudiante de buena familia que se prostituye en su último filme, Joven y bonita (2013), la figura de ese viudo que se viste de mujer pero que sigue amando a las mujeres pone en la picota incluso los valores "progresistas" de una nueva generación de profesionales que se cree muy por encima de los prejuicios de sus padres: "Es un cliché que el travestismo y la homosexualidad sean sinónimos. Hice una encuesta y el 80% de los hombres a los que les gusta vestirse mujer son heterosexuales. Quienes son gays son los drag queens o los transformistas, pero la mayoría de los travestis son hombres casados y con una familia. Abordo el travestismo como un juego y un placer. Es como el carnaval, a la gente le gusta disfrazarse. Yo he querido ver el asunto desde esa óptica. El protagonista no tiene ningún problema, es la sociedad la que lo tiene. Se supone que los niños deben ir de azul y las niñas de rosa. ¿Dónde queda la libertad? Él tiene todo el derecho del mundo a vestir como una mujer si le gusta. No hace daño a nadie. No está loco".
-En medio de una situación peculiar surge el amor. ¿Sabemos enfrentarnos a él cuando no tiene el rostro que desearíamos?Uno tiene derecho a tener secretos. La trasparencia absoluta es la dictadura y la anulación de la persona"
-El amor es siempre la mediación de muchas cosas. Cuando uno se enamora es un sentimiento que tiene mucho que ver con nuestra infancia: con nuestro padre, con nuestro hermano... El amor es una idealización por lo que es siempre una reconstrucción de algo que conocemos. Ella se enamora de Duris en su papel de Virginia porque es la manera de reencontrarse con su amiga perdida. Es ella la verdadera protagonista de la película, es ella la de que verdad se está buscando a sí misma y la que al final se convierte en una mujer. No estamos en los años 50, su infidelidad no es un problema insalvable con la sociedad, es un conflicto interior que tiene que ver con su identidad.
Una imagen de Una nueva amiga
-Esa pasión a contracorriente se contrapone a las cortapisas de esa burguesía de provincias que tan bien retrata, ¿por qué vuelve una y otra vez a ella?-Me resulta más fácil hablar de unas personas que no tienen problemas económicos pero sí de identidad. Es el discreto encanto de la burguesía, de una clase a la que le gusta esconder sus secretos y eso siempre es fascinante para un cineasta. De todos modos es una visión idealizada, rodamos gran parte de la película en Canadá para que tuviera esos suburbios y jardines que están en todos los países y para que tuviera ese aire de que podría pasar en cualquier parte. Utilizo todos los clichés de Hollywood para construir un cuento de hadas en el que surge una clase de familia completamente nueva.
-De todos modos, los orígenes humildes del protagonista son el gran tabú. No se habla de ello, pero...
-Es importante. Si el protagonista se sintiera más seguro consigo mismo no ocultaría sus secretos. Él tiene miedo de perder a su bebé porque es el pobre de la familia, depende de sus suegros. El dinero genera dependencias y en este sentido puede ser un obstáculo para la libertad.
-¿Cree que la sociedad está preparada para una familia así?
-Creo que la sociedad está obligada, que debemos aceptar nuevas formas de familia porque ya existen. Aun no son aceptadas, pero no pasará mucho tiempo hasta que lo sean.
El cine de Ozon busca siempre en los claroscuros de lo cotidiano las aristas de una realidad poliédrica en la que lo extraño es normal y donde el amor es la única fuerza noble. Esas nuevas formas de familia aparecen en un filme como Cinco veces dos (2004), en el que una pareja culminaba su sueño de ser padres gracias a la aparición de un tercero o en la encantadora Ricky (2009), donde vuelve a reflexionar sobre la maternidad a través de la figura de un bebé con alas en la espalda.
-La idea del secreto vuelve a estar muy presente como en casi toda su filmografía, ¿qué le interesa de él?
-Me gusta que los espectadores sean cómplices de los personajes y cuando comparten un secreto con ellos esa implicación emocional se vuelve más clara. El secreto es también el principio de la libertad. Uno tiene derecho a tener secretos, a tener un espacio de intimidad. La transparencia absoluta es la dictadura, es la anulación de la persona. Tenemos necesidad de ocultar cosas, de tener nuestros propios deseos y perseguir nuestros fantasmas.