Cómo sobrevivir a Wilder
Marilyn Monroe y Tom Ewell en La tentación vive arriba (1955)
En un periodo de clara confusión entre lo que es el cine y lo que algunos querrían que fuera, Wilder no es sólo un cineasta al que mirar, es una bandera que mantener ondeante en todas las formas en que el cine sea disfrutable hoy día.
Y en el otro lado: ¿Qué dirían las élites de su vulgaridad, de su declaración de principios: "me gusta lo sutil sólo cuando es obvio"? ¿De su capacidad para empaquetar películas convencionales, rítmicas y no estreñidas; emocionantes pero no líricas? ¿De sus finales sentimentales o de su acidez? ¿Qué dirían de sus saltos de género y estilo? La verdad, no veo a El apartamento de favorita en Cannes ni a Con faldas y a lo loco con cinco estrellas capitaneando la calificación de los opinadores si se se estrenaran hoy.
Los tiempos cambian. Suerte que las películas de Wilder no. Cuando me invitó a su oficina de Bedford Street en el año 1993, sólo porque mi hermano Fernando le había dicho que estaba viviendo en Los Ángeles, recuerdo que bromeó sobre su amigo Manckiewicz. "Me ganó el Oscar con Eva al desnudo, pero ¿tú no crees que Sunset Boulevard se conserva mejor?".
El tiempo es un crítico infalible. Ha desvelado que ciertas películas de Wilder pueden no ser magistrales, pero contienen casi siempre una construcción memorable, personajes irrepetibles, instantes perfectos. Y luego, pese al juego perpetuo de montaña rusa que se practica con la valoración de los directores, convence a cualquiera con rotundidad: Con faldas y a lo loco es una de las mejores comedias de todos los tiempos. Sunset Boulevard es la mejor película del cine dentro del cine, aunque mejor sería decir una película de los del cine fuera del cine. Perdición es una de las cimas del cine negro. La vida privada de Sherlock Holmes es la mejor película de Sherlock Holmes. El gran carnaval la más moderna película sobre periodismo. Y así hasta llegar a la unanimidad en considerar a El Apartamento una de las películas mejor escritas en la historia del cine.
Pero es en el disfrute de Berlín oriental, Bésame tonto, En bandeja de plata, Avanti, Uno, dos, tres, Irma la dulce, Primera Plana, Ariane o Sabrina donde se aprecia la libertad de Wilder, cómo presenta historias y personajes a su antojo. Ser Wilder sin que ser Wilder sea una imposición de estilo o un recurso de autor construyéndose el pedestal o la marca registrada. Con capacidad irónica, sentimental, acidez, cinismo. Construir un cine de consumo masivo sin temer los condicionantes, sino jugando con ellos a favor. En un periodo de clara confusión entre lo que es el cine y lo que algunos querrían que fuera, Wilder no es sólo un cineasta al que mirar, es una bandera que mantener ondeante en todas las formas en que el cine sea disfrutable hoy día.