Nobel de Medicina a la investigación contra el cáncer y el envejecimiento a través de los telómeros
El galardón reconoce a los estadounidenses Elizabeth H. Blackburn, Carol Greider y Jack W. Szoztak
5 octubre, 2009 02:00Elizabeth Blackburn y Carol Greider, dos de las investigadoras galardonadas con el Nobel de Medicina 2009. Foto: AP
elcultural.comLos estadounidenses Elizabeth H. Blackburn, Carol Greider y Jack W. Szoztak son los ganadores del Premio Nobel de Medicina 2009 por sus descubrimientos de cómo la enzima telomerasa protege los cromosomas.
Hacía más de un lustro que el Instituto Karolinska de Estocolmo no premiaba a científicos que han centrado sus estudios en el comportamiento celular; en esta ocasión tres expertos en el envejecimiento de las células y los efectos sobre el cáncer.
Blackburn, nacida en 1948 en Tasmania y con doble nacionalidad estadounidense-australiana, y Greider, nacida en 1961 en San Diego, descubrieron juntas la enzima telomerasa en 1985, cuando la primera dirigía el doctorado de su joven colega.
Con ello siguieron la línea investigadora propuesta un año antes por la propia Blackburn y Szostak, nacido en Londres en 1952 y formado entre Estados Unidos y Canadá.
El premio de Medicina está dotado con diez millones de coronas suecas (980.000 euros o 1,4 millones de dólares) y, como el resto de galardones Nobel, se entrega el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador, Alfred Nobel.
La enzima de la inmortalidad
por María A. Blasco
por María A. Blasco
Los seres vivos somos mortales, sin excepciones. Esto significa que eventualmente nuestro organismo deja de funcionar, y salvo enfermedad prematura, accidentes o catástrofes naturales, el deterioro sistémico y sus enfermedades asociadas, son inevitables. Podemos definir el envejecimiento como el desgaste progresivo del organismo provocado por la pérdida de la capacidad regeneradora de los tejidos y órganos vitales. En algunas ocasiones, esta pérdida de la capacidad regeneradora de las células normales se compensa con la proliferación aberrante de células dañadas (no sanas) pudiendo dar lugar a la aparición de lesiones tumorales y al cáncer. [...]
En torno a los años cuarenta, Barbara McClintock y Hermann Möller observaron que el final de los cromosomas estaba constituido por un material genético con propiedades protectoras, al que denominaron telómeros (del griego: telos, final; meros, parte). Era solo cuestión de tiempo el conectar el envejecimiento de las células con los telómeros.
En 1985, Elizabeth Blackburn, consiguió visualizar por primera vez la acción de una enzima, a la que denominó telomerasa, capaz de evitar el desgaste de los telómeros. ¿Era la telomerasa la ansiada enzima de la inmortalidad? Muy probablemente, ya que la telomerasa estaba presente en las células HeLa y los tumores pero no en las células sanas del organismo. Sin embargo, hubo que esperar a 1998 para que Jerry Shay y científicos de Geron Corporation demostraran que la telomerasa, por sí misma, podía convertir en inmortal a una célula normal, sin necesidad de que tuviese que transformarse en una célula cancerosa. Ahora sólo quedaba por demostrar que lo que había funcionado para las células cultivadas en el laboratorio, también podría ser determinante en el proceso de envejecimiento del organismo.
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Telómeros y envejecimiento
Uno de los descubrimientos más sorprendentes en relación a los telómeros fue publicado por Calvin Harley y Carol Greider en 1990, quienes vieron que las repeticiones teloméricas TTAGGG se perdían con la edad en todos los tejidos del organismo, con la excepción de la línea germinal. Harley y Greider propusieron que esta pérdida de telómeros limitaría la vida de las células del organismo, pues eventualmente desencadenaría una catástrofe cromosómica. Esta idea tiene profundas implicaciones en el entendimiento del envejecimiento como una consecuencia de la pérdida de telómeros con la edad. Pacientes de varios síndromes de envejecimiento prematuro, tales como el síndrome de Werner, la progeria de Hutchinson-Gillford, la Ataxia telangiectasia o la Disqueratosis congénita muestran una pérdida acelerada de telómeros.
En 1985, Elizabeth Blackburn y Carol Greider habían encontrado una actividad enzimática que era capaz de crear telómeros, a la que denominaron telomerasa. Harley y Greider vieron que la telomerasa estaba ausente en los tejidos del organismo adulto, excepto en la línea germinal que tenía altos niveles de telomerasa. Esto les permitió concluir que la actividad telomerasa era necesaria para que los telómeros se pudiesen mantener. Además, el hecho de que las células normales del organismo carezcan de telomerasa y que los telómeros se pierdan, es una de las posibles explicaciones de que seamos mortales. De hecho, la introducción artificial de telomerasa en células normales es suficiente para evitar la pérdida de telómeros y para permitir su crecimiento inmortal. Las implicaciones terapéuticas de estos descubrimientos son múltiples, por ejemplo, si conseguimos "refrescar" los telómeros de pacientes envejecidos prematuramente mediante la introducción de telomerasa, podríamos ser capaces de alargar su vida, o por lo menos de corregir algunas de las patologías asociadas a su enfermedad.
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