Viviendo entre enigmas
por José Antonio Marina
21 abril, 2005 02:00La inteligencia inconsciente, los mecanismos de la memoria, el efecto placebo, los rayos cósmicos ultra-energéticos y las incógnitas del cosmos son algunos de los enigmas que preocupan al filósofo José Antonio Marina.
Vuelo hacia Santiago para participar en unas jornadas sobre neurología y ciencias de la computación. El cielo está firmemente azul. Tal vez por ello se llame firmamento. Mi ponencia trata un tema que me preocupa desde hace años:la inteligencia inconsciente. Cada fenómeno consciente va precedido de acontecimientos neuronales no conscientes. Es decir, nuestra conciencia va siempre un poquito retrasada. Ochocientos milisegundos antes de que tomemos una decisión, se han activado los centros cerebrales correspondientes. No pienso yo. Piensa mi cerebro, y esto plantea insidiosos problemas. Rimbaud dijo en un famoso verso Je est un autre. Yo es otro. Y Forster, gran novelista, comentaba más en serio que en broma: "¿Cómo voy a saber lo que pienso antes de haberlo dicho?" Esto me parece un enigma cotidiano. Henri Poincaré, el gran matemático, defendía la existencia de un "inconsciente matemático" que, por su cuenta, resolvía los problemas, y Einstein le daba la razón: "La mayor parte de nuestros pensamientos se desarrolla inconscientemente".Durante el viaje leo Sobre la Inteligencia, de Jeff Hawkin, un conocido informático metido a neurólogo. Quiere presentar una nueva teoría sobre el córtex, al que define como "una memoria capaz de hacer predicciones". Desde hace tiempo defiendo una teoría parecida, aunque más amplia (debe ser por mi inevitable megalomanía). La inteligencia humana es una memoria que inventa posibilidades, algunas de las cuales son predicciones y otras son proyecciones. No creo que los estímulos que nos llegan viajen para encontrar los filones de la memoria, más bien creo que los tentáculos de la memoria agarran los estímulos adecuados. Es decir, la magdalena de Proust no buceó en el mar de las neuronas para encontrar la magdalena infantil, sino que el mundo infantil de Proust captó la magdalena presente.
Los mecanismos de la memoria son, sin duda, otro gran enigma. Acabo de leer dos artículos que lo confirman. Uno, de Javier Mostaza, sobre los nuevos buscadores en la Red. Otro, de Douglas Fields, sobre los mecanismos de fijación de la memoria. Los buscadores son los mecanismos que permiten, por ejemplo, que Google nos presente en pocos segundos el resultado de revisar millones de páginas. Pueden hacerlo porque previamente otros programas (los crawlers) han organizado la información. ¿Hace algo parecido nuestro cerebro? ¿Tenemos algún motor de búsqueda que revise la información dispersa por las sinapsis y la organice? No lo sé. Fields ha estudiado el mecanismo químico que permite convertir un recuerdo a corto plazo en un recuerdo a largo plazo. Desde hace tiempo se sabía que para lograrlo la neurona tenía que producir una proteína, lo que implicaba la activación de algún gen. Fields cree haber descubierto el proceso mediante el cual, a partir de la producción de un potencial de acción, es decir, de una respuesta, se activa el gen, y la proteína de la memoria se fija en la sinapsis adecuada. La neurología me produce una impresión paradójica: cuanto más se sabe del detalle, menos se entiende el conjunto.
Vivimos entre enigmas
En el último número de New Scientist, Michael Brook ha enumerado 13 fenómenos que la ciencia no sabe explicar. Mencionaré los que el espacio me permita. En primer lugar, el efecto placebo. Fabricio Benedetti (Universidad de Turín) ha estudiado, a nivel neuronal, el efecto placebo producido por una solución salina en enfermos de Parkinson. La actividad neuronal decrecía realmente. "Hay que admitir, comenta, que la mente afecta a la bioquímica. La relación entre las expectativas y la acción terapéutica nos permite estudiar la interacción mente-cuerpo.
Segundo: el problema de los rayos cósmicos ultra-energéticos. Al viajar por el espacio, sometidos a múltiples interacciones, los rayos cósmicos van perdiendo energía, por lo que al llegar a la Tierra su potencia no puede sobrepasar el llamado "límite Grisen-Zatsepin-Kuzmin". Sin embargo, los detectores de la Universidad de Tokio han detectado rayos cósmicos que sobrepasan ese límite.
Tercero: La eficacia homeopática. Madeleine Ennis (Universidad de Belfast) lleva mucho tiempo atacando implacablemente a los remedios homeopáticos. Ninguna sustancia química en un estado de dilución tan grande puede producir ningún efecto. Sin embargo, ha comprobado que una ultradisolución de histamina, en la que tal vez ya no haya ninguna molécula de esta substancia, continúa produciendo efectos antiinflamatorios. Los homeópatas dicen que las substancias dejan alguna huella en el agua donde han estado presentes, lo que a mí me suena a chino. Ennis no sabe explicar su descubrimiento, pero recomienda seguir investigando.
Cuarto: El planeta desconocido. Más allá de Plutón sucede algo extraño. Tras el cinturón de Kuiper, una región del espacio transitada por numerosísimos bloques de hielo, no hay nada. El cielo aparece tan limpio como el que veo por la ventana del avión. La única respuesta parece ser la existencia de un gran planeta, que atraería todo ese cascajo cósmico, pero no se ha descubierto aún. Lo que les decía. Vivimos entre enigmas.