José Luis Temes, el hombre que rescata a los compositores del olvido
Entre las últimas recuperaciones de este personaje imprescindible de nuestra vida cultural están las sinfonías de Carlos Baguer y la ópera 'Becqueriana', de María Rodrigo y los hermanos Álvarez Quintero
Me lo dice siempre un amigo mío compositor: "Hay que procurar no morirse. ¡Se olvidan de ti en seguida!". Y es verdad: la puerta de la fama es estrecha. Entran pocos y no siempre los mejores. Tampoco es que les vaya a importar mucho. En el cementerio no hay penas y las que haya no creo que duelan. "Arcta via est", estrecho es el camino, escribía siempre Luis de Pablo debajo de su firma, volviendo a lo laico la frase de Jesús.
Pero divago. Lo que quería decir es que en la cuneta de la historia ha quedado mucha música buena. Mi profesor de botánica solía decir que lo interesante está siempre en la cuneta, donde operan semillas y pólenes inesperados, que los coches traen de lejos.
Divago de nuevo. Lo que quería es alegrarme de que algunas de esas flores olvidadas hayan sido rescatadas de la cuneta y traídas a la plaza pública por José Luis Temes, un imprescindible de nuestra vida cultural.
Temes es y ha sido de todo: percusionista, fundador del Grupo de Percusionistas de Madrid y del Grupo Círculo, director de orquesta, valedor de los compositores (nadie, creo, tiene más estrenos absolutos en su haber), pedagogo, gestor, escritor, investigador y videoartista y se me escapará, seguro, algún otro arte en el que José Luis Temes haya entrado con talento y eficacia.
Él ha conseguido que esté sobre la mesa del programador la obra sinfónica de compositores (¡y compositoras!) españoles importantes: Francisco Calés, María de Pablos, Arturo Dúo Vital, José María Franco Bordóns, Ángel Arteaga, Jesús Bal y Gay, Luis de los Cobos, Fernando Remacha, Evaristo Fernández Blanco, María Teresa Prieto y muchos otros. En el horno tiene ya la grabación de la obra completa de Rosa García Ascot y las sinfonías de Miguel Marqués.
Entre sus últimas recuperaciones están las sinfonías de Carlos Baguer (1768 – 1808), organista de la Catedral de Barcelona, ¡que son diecisiete!, y suenan muy bien. Gracias a Temes, a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, con la que las ha grabado, al musicólogo Josep Maria Vilar y a la editorial Tritó, las 17 sinfonías de Carlets Baguer están desde hace unas semanas en las plataformas, al alcance de todos. Yo nunca hubiera imaginado en la España de cambio de siglo XVIII a XIX una asimilación autóctona del sinfonismo de Haydn así de refinada.
Por otra parte, la Escuela Superior de Canto de Madrid acaba de tener el acierto de poner en escena en su precioso teatro de la calle San Bernardo la ópera Becqueriana, de María Rodrigo, con libreto becqueriano de los hermanos Álvarez Quintero. Temes la había grabado y presentado hace cinco años en el Auditorio Nacional en versión semirrepresentada. Esta vez, la han cantado alumnos de la ESCM (José Antonio Tejero, Belén Herrero, Sona Gogyan, Candela Pumares y Beatriz Cuéllar), con dirección musical de Mariano Rivas y de escena de Raúl Arbeloa.
Iba en programa doble con Adiós a la bohemia, de Sorozábal/Baroja, aprovechando que ambas se presentan como quejas de poeta. El de Baroja protesta porque le obligan a hacer realismo –"cosa amarga y triste"– cuando a él lo que le va es vivir en el sueño. A su vez, el poeta de los Quintero, que es el Bécquer de la Rima XI, se pregunta si busca la pasión o la ternura y resulta que ninguna de las dos: lo que persigue es un fantasma de niebla y luz que no podrá amarle.
Me impresionó el talento musical de María Rodrigo (Madrid, 1884 – Puerto Rico, 1967). Los primeros 10 minutos de Becqueriana son magníficos. Es música ambiciosa técnica y estéticamente que, sin dejar de tener raíz española, suena más europea que la de la mayoría de sus compatriotas de ese tiempo. En Rodrigo, que había sido enviada a estudiar fuera por la Junta de Ampliación de Estudios, suenan las dos Europas, la alemana y la francesa, entonces enfrentadas a muerte. Becqueriana se estrenó en 1915, en el Teatro de la Zarzuela, y ha habido que esperar siglo y pico para su reposición.