Matar a Camus
El ensayo de Olivier Gloag acusa al autor de colonialista y machista. Como dicen en mi tierra, en esta cacería el conejo me “desriscó” la perra.
Los tiempos que corren en este siglo aumentan día a día la jauría de estúpidos que nos inundan la vida. Tiempo de revisionismos históricos llevados a cabo casi siempre por imbéciles imberbes y ayunos de sabiduría e Ilustración.
Se trata de brillar y deslumbrar sin luz real en un universo oscuro del que se han hecho con cargo y mando —en todo el mundo— los más imbéciles de la manada. Entre las minorías ilustradas que ya se apiñan en el extrarradio de este universo de imbéciles se ha instalado una histeria paranoica que pregunta a cada minuto cuándo nos tocará a nosotros.
Cuando lo hay, entonces se disimula por supervivencia y por miedo el sentido crítico, se cultiva el pensamiento débil, dócil e insolentemente simple. Las tropas bárbaras de la ñoñería se cobran piezas de caza importantes cuando estas se les ponen a tiro.
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Cuando en las razias cotidianas perpetradas por estos policías de la nueva Inquisición no encuentran pieza apetecible a la que abatir, miran entonces hacía atrás y sacan la guillotina para descabezar a algunos intocables de la Historia.
Ahora la toca a Albert Camus, según noticias que llegan de Francia. Un ensayo de Olivier Gloag, a quien hasta ahora no tenía el gusto de conocer, ha levantado más polvareda en las calles de París que la legión de agricultores, camiones y tractores que invade en estos momentos la Ciudad Luz con sus farfollas reivindicativas.
En el centro del ruedo de ese ensayo, que no he leído aunque pienso hacerlo en cuanto el libro caiga en mis manos, hay una pieza mayor, un “cardenal ateo” del máximo nivel, un intelectual al pie de la letra, en el estricto sentido francés, un periodista intachable, un gran novelista y, finalmente, un ciudadano integral llamado Albert Camus.
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Sucede que, siempre según las noticias que llegan del mundo parisino, el ensayo de Olivier Gloag acusa al autor de El extranjero de colonialista y machista. Como dicen en mi tierra, en esta cacería el conejo me “desriscó” la perra.
En mi criterio de lector y conocedor de la biografía y la época de este gran personaje que fue y sigue siendo Camus, a pesar del ejército de imbéciles que se va a disparar al pianista, el escritor, pensador y periodista cultivó siempre los valores de la Ilustración, desde la justicia al esfuerzo personal, desde la libertad más amplia a la ética más absoluta, desde la hermandad humana hasta la estética más sólida.
Pero todo esto no parece calmar a quienes ya están otra vez pidiendo que su cabeza caiga en plaza pública bajo la implacable hoja afilada de la Medusa insaciable que maneja la guillotina de ahora en todas las partes del mundo.
Basta leer los artículos de Camus en Combat, que ya han sido editados traducidos al español, para darnos cuenta de la calidad humana del escritor, su honradez profesional como periodista y ciudadano, de la vigencia de su obra, de su ética política, de su capacidad de resistencia ante los bárbaros y el paso del tiempo.
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Alguien me preguntará con razón si este hombre, humano al fin, no tenía fisuras, errores, defectos. En la pregunta capciosa está la respuesta y ya está dicho: es humano y nada humano le fue ajeno, ni las pasiones amorosas, ni el entusiasmo político, ni su frenética valentía ni su formidable capacidad de polemista.
El tiempo no lo cura todo: que le pregunten a Sartre los largos y muchos pelos que se dejó en la gatera en la polémica sobre el totalitarismo y la Unión Soviética. Ahora, y con el recuerdo y el conocimiento del tiempo, ¿quién tuvo razón desde el principio al final? La respuesta está cantando en el tiempo con una claridad asombrosa.
Camus murió a los 47 años como dijeron algunas crónicas de la época, “en extrañas circunstancias” en un accidente automovilístico. La versión oficial e histórica es esa: fue un accidente del que escapó por los pelos su amigo y editor Gastón Gallimard.
Otras “fuentes”, sin embargo, catalogaron el accidente de atentado terrorista a manos de un comando del FLN argelino por la perseverante postura de Camus ante la independencia de Argelia.
Y “ahí está la baifa”, como dicen en mi tierra a la que me gima, o que se agarra Gloag para aplastar a palos la imagen impoluta de Camus, sin darse cuenta, me imagino, de que aquellos tiempos y aquellas situaciones históricas no son las mismas que ahora amenazan con saltarnos nuestras propias venas.
En cuanto a la acusación de machista, tengo para mí que es la primera vez que se lanza esta piedra contra Camus. Hombre era, pasional y lleno de amores humanos, amante de mujeres importantes y de otras secretas que vamos conociendo.
Pero, en fin, esperemos a leer el libro de Gloag cuanto antes para ver que modelo de guillotina utiliza el Robespierre de turno que vela por la salud moral de estos tiempos sin valores en donde la libertad corre peligro de ser secuestrada por los más canallas y miserables de esta nueva policía moral.
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