En su tiempo, a Remedios Varo no se le consintió la consideración que su obra artística y su personalidad intelectual merecían. Tal vez haber sido española en México, y moverse con soltura entre los monstruos plásticos y literarios del momento, lastraron la presencia de una artista que no es, en mi criterio, inferior en ningún momento a Leonora Carrington, la reina de aquel y de este momento del tiempo en el que México era el mundo.
Pero, en fin, Remedios Varo también sigue ahí: viva, recorriendo sus cuadros, en los que la crítica descubre cada vez más detalles de inteligencia excepcional, donde Los Gatos se refugian metamorfoseados en dioses aztecas, donde los símbolos del bosque y del paraíso, de la soledad y la muchedumbre que respiran todo el aire del mundo para seguir subsistiendo. En fin, Remedios Varo ahora y entonces.
Luis Artigue la llamó "la mujer de nadie", y así tituló su espléndida novela sobre nuestra artista; Zoé Valdés se atrevió con ella y una nueva interpretación de su obra y su vida en una de sus mejores novelas. Hay ensayos que actualizan constantemente la sombra y el sol de esta mujer excepcional que ha aguantado el paso del tiempo y el olvido para plantarse ante nosotros como la rotunda artista que sólo discuten ya los que discuten a todo el mundo porque, entre otras cosas, el mundo los discute a ellos.
[El peso de escribir en la tierra]
Ahora, estos días de fiebre otoñal, he leído con fruición envidiosa la novela de Ara de Haro (Amparo Serrano de Haro) titulada La pintora pelirroja vuelve a París (Alianza), un relato en el que la escritora, gran conocedora de Remedios Varo, la pasea por su espejo (por el de la pintora) y por su propio espejo (el de la escritora).
Nada que objetar al modo en que Ara de Haro trata a Remedios Varo, con la admiración de la estudiosa académica y con la pasión de la escritora literaria. Hoy, ya sin los filtros necesarios de antaño, cualquiera puede lanzarse a lo que cree que es su aventura literaria cuando en realidad no busca más que el aplauso personal en un lugar en el que la literatura de verdad ha dejado de importar lo suficiente para ser algo. Hoy todo el mundo es escritor. O escritora. Pero, en mi concepto intelectual, hay escritores y escritores, y hay escritoras y escritoras.
Creo en la novela de Ara de Haro para retratarse a sí misma retratando a Remedios Varo
A las de verdad se les nota inmediatamente que lo son; a las de mentira, se les descubre y se les ve inmediatamente las costuras. Nadie, desde luego, se atreve a distinguir con claridad, aunque la claridad venga dada por la propia escritura, literaria o no, pero, ahora que hablamos tanto de Proust, esta novela de Ara de Haro sobre Remedios Varo en París, y en su regreso novelesco, es interesante porque pone las cosas en su lugar y a la artista en su sitio.
Sí, el tiempo ayuda, pero es lento, más lento que la justicia humana y mucho más lento que la mismísima y lentísima justicia poética. ¿Se mira Ara de Haro, la novelista, la escritora, la estudiosa, la académica, en el espejo de Remedios Varo? ¿Se mira la escritora en la pintora, en el ninguneo y el menosprecio que durante décadas sufrió la pintora, la artista, su personalidad y su obra plástica? No es necesario que todos estemos de acuerdo, pero es obligatorio hablar hoy de Remedios Varo como un referente intachable de los tiempos que corren: los del olvido de la jerarquía, los del embuste intelectual, la hora de la mediocridad y el tiempo de la basura.
París y Ara de Haro, pues: el espejo proustiano en Remedios Varo. Gran momento de la escritora Ara de Haro en esta reivindicación literaria de la artista, pase o no inadvertida la advertencia. Hay un barrio intelectual en el que esta novela no pasará como si tal cosa, y no es el de las mujeres escritoras que son más mujeres que escritoras y no como debería ser, más escritoras que mujeres.
Hace casi tres años, Amparo Serrano de Haro publicó en Madrid su ensayo Vida de Remedios Varo. En sus páginas, hay descubrimientos y epifanías que han venido una vez más a mi memoria al leer La pintora pelirroja vuelve a París. ¿Y vuelve a París Ara de Haro al mirarse en el espejo de ficción que es su novela sobre Remedios Varo, retratándose ella misma en la pintora, y en su experiencia exacta?
[De las memorias de Nueva York]
Ahí estaría, sin esconderse mucho, el procedimiento proustiano del espejo, ese elemento literario que tanto juego ha dado y tanto detestan lo naturalistas excesivos y flaubertianos al total. Yo creo en ese procedimiento, creo en la novela de Ara de Haro para retratarse a sí misma retratando a Remedios Varo, a sus hombres, sus amores y amoríos, sus pasiones, luces, sombras.
Y creo que esta novela, La pintora pelirroja vuelve a París, es un instante lúcido de nuestra literatura narrativa, en un tiempo en el que la lucidez es un fruto caro que es atropellado por el discurso de la masa femenina que, normalmente (y como toda masa) no sabe nada ni tiene ninguna responsabilidad estética y ética sobre lo que hace. Y sí, aquí está la artista de antaño y la escritora de ahora, Ara y Remedios, y viceversa, cantando solas las dos en una, en un desierto lleno de gritos, furia y nada, o la cosa ninguna.