Miriam Backström, perdidos en el Jacquard
New Enter Image. Miriam Bäckström
20 enero, 2017 01:00New Enter Image III, 2016. Fotografía: Luis Asín
¿Son estos enormes tapices de Miriam Bäckström (Estocolmo, 1967) una rareza en el panorama artístico actual? Quizá les sorprenda saber que la anciana práctica de dibujar con hilos y lanas está muy en boga. El arte contemporáneo no ha dejado de interesarse por los textiles, con especial intensidad en momentos en los que ha querido aunar fuerzas con las artes aplicadas (Arts and Crafts, Bauhaus) o en toda una corriente de arte feminista que reivindica lo artesanal. Algún artista como Alighiero Boetti hizo extemporáneo y amplio uso de ellos. Pero la modernización de los talleres de tapicería, algunos de los cuales han incorporado la reproducción de imágenes digitalizadas, ha hecho crecer exponencialmente la nómina de artistas reconocidos que han entrado en urdimbres. Lo más frecuente es que los "cartones" (así se llamaban antes) trasferidos sean pictóricos o gráficos, como en Alex Katz, Grayson Perry, Kiki Smith, Kara Walker, Ghada Amer, Beatriz Milhazes, Garaicoa, Fred Tomaselli o William Kentridge… aunque ya son muchos también los fotográficos: en Chuck Close, Cragie Horsfield, Marc Quinn o Goshka Macuga (recuerden su monumental diorama textil en blanco y negro, para la Documenta de 2012, que actualizaba los usos del tapiz como "pintura" de historia). Gerhard Richter ha hecho tejer incluso abstracciones digitales.Las máquinas más utilizadas hoy son los telares de Jacquard electrónicos y se valora la intermediación de editores especializados, entre los que destaca Magnolia Editions, y talleres con tradición como Flanders Tapestries, en los que se han producido estas obras de la sueca Miriam Bäckström, que se dio a conocer como fotógrafa de espacios desangelados y se ha orientado después hacia lo performativo y ficcional. Mientras que para algunos artistas el tapiz es un medio para hacer ediciones ostentosas o, a veces, experimentales, ella busca en el Jacquard otras dimensiones de la imagen, y no solo físicas. Pretende que el espectador se pierda en ésta, yendo y viniendo de la figura a la superficie. Se trata de alcanzar un grado de "aumento" a ojo desnudo, a través de la materia, que vaya más allá de los límites de la fotografía.
De apariencia abstracta, los tres tapices expuestos reproducen en realidad respectivas ampliaciones de un collage de papeles, una superficie purpurinada y una tela, con ciertas sutilezas perceptivas. Uno de ellos propone además un juego de perspectiva que nos recuerda la inseparabilidad del tapiz y la arquitectura que recubría, no siendo raros los trampantojos.
Sus contenidos narrativos y simbólicos (además de sus usos prácticos) los hicieron imprescindibles durante siglos en los programas ornamentales palaciales y en las arquitecturas efímeras. ¿Qué valores se entretejen hoy en ellos? No puede obviarse que han conservado tanto la función decorativa como su condición "suntuaria". Por mucho que el hilo de oro se haya sustituido por el lúrex (como aquí) y que la producción, mecanizada, no sea tan cara como antaño, los precios, aún en ediciones (éstas son obras únicas), son muy elevados.
Pero hay algo muy interesante en esta serie, relacionado con el cuento de Henry James en el que se inspira, La figura en la alfombra: la artista observa qué ocurre cuando no somos capaces de reconocer las imágenes, al igual que el crítico en la obra de James no sabía descifrar el secreto de un famoso escritor, escondido en la malla de palabras del conjunto de su obra como un dibujo indescifrable en una complicada alfombra persa, y nos quedamos enredados (aquí sin gran frustración, a decir verdad) entre sus hilos.
@ElenaVozmediano